El Juego de la guerra
EL CONSEJO de guerra que ha juzgado a los coroneles del 27-O declara en su sentencia como hechos expresamente probados que los condenados "se pusieron de acuerdo para la realizaci¨®n de un plan tendente a conseguir un cambio violento mediante una acci¨®n armada de la actual organizaci¨®n pol¨ªtica adoptada por el pueblo espa?ol, con intenci¨®n de sustituirla por otra m¨¢s de acuerdo con sus pensamientos. Consist¨ªan ¨¦stos en la constituci¨®n de un gobierno militar, en el que la Jefatura del Estado y del Gobierno ser¨ªa unipersonal y asumida por una personalidad militar adecuada de entre una junta militar...". Los juzgadores definen as¨ª, con prosa jur¨ªdica, las caracter¨ªsticas de un golpe de Estado tendente a erigir en nuestro pa¨ªs un r¨¦gimen a la turca, despu¨¦s de derrocar al Rey y acabar con la monarqu¨ªa parlamentaria. Tras esta sentencia, cualquier invocaci¨®n por parte de la derecha reaccionaria a que los coroneles condenados se limitaban a "jugar a la guerra" en sus casas resulta tan bufa e inoperante como las aseveraciones de que la operaci¨®n Galaxia fue una charla de caf¨¦ o similares lindezas dichas sobre el 23-F. El sue?o de la raz¨®n de los hermanos Crespo Cuspinera y del coronel Mu?oz Guti¨¦rrez, sin duda protagonistas en sus on¨ªricos planes de esa junta militar imaginada se viene, una vez m¨¢s, abajo con estr¨¦pito. ?ste es, de hecho, el tercer golpe militar abortado en la transici¨®n y el tercero que recibe castigo por los jueces, compa?eros de armas de los acusados.El alboroto organizado en torno al juicio por parte de la Prensa de extrema derecha, los intentos vanos de los abogados por organizar un esc¨¢ndalo con la recusaci¨®n del tribunal, los infames ensayos de involucraci¨®n de este peri¨®dico, llamando a su director a declarar de manera urgente en la fase previa del proceso contrastan con el glorioso desd¨¦n con que los espa?oles contemplan a estos milicos anticuados, que dan con sus huesos en la c¨¢rcel, y a las marionetas civiles que les bailan el agua. La sociedad espa?ola ha progresado vertiginosamente en los ¨²ltimos a?os en la aceptaci¨®n de los dramas y las comedias que la convivencia democr¨¢tica impone. No ha habido tensi¨®n en torno al juicio del 27-O y no se ha conseguido esta vez por los corifeos de los frustrados golpistas que el Ej¨¦rcito se sienta ¨¦l mismo injustamente juzgado cuando s¨®lo se juzga y se condena a unos delincuentes de los que s¨®lo su propia torpeza resulta atenuante de su delito.
Es de esperar que este juicio ponga punto final al sinf¨ªn de an¨¦cdotas grotescas que un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas espa?olas vienen empe?ados en protagonizar desde el comienzo de la democracia. Y es de desear que esa ejemplaridad sirva, una vez m¨¢s, para sofocar los focos involucionistas que en el seno de las Fuerzas Armadas puedan seguir existiendo. Ser¨ªa rid¨ªculo suponer que de la noche a la ma?ana han de desaparecer de entre nosotros los profesionales de la nostalgia, empe?ados en sacudir a este pueblo, susto tras susto, para hacerle que baile al ¨²nico son de sus precarias mentes. Pero ser¨ªa absurdo no reconocer que el tiempo y la raz¨®n les est¨¢n ganando la batalla.
En este ¨²ltimo tramo de la historia de nuestro pa¨ªs, los socialistas han venido aplicando una pol¨ªtica titubeante en el terreno de la Defensa, que recientemente parece afianzarse sobre criterios de reforma y modernizaci¨®n muy plausibles. No cabe duda de que ¨¦sta es una de las dif¨ªciles papeletas que el Gabinete de Felipe Gonz¨¢lez tiene ante s¨ª. Suponer que todo est¨¢ hecho y que nuestras Fuerzas Armadas no necesitan a¨²n de un profundo cambio ser¨ªa demasiado. Despreciar el camino andado y no atender a las lecciones de disciplina que la gran mayor¨ªa del Ej¨¦rcito est¨¢ ofreciendo ser¨ªa tambi¨¦n injusto.
Resulta dif¨ªcil suponer, por lo dem¨¢s, que este golpe tan complicado de las operaciones Halc¨®n y Marte fuera a ser hecho s¨®lo por los tres conspirados a los que ahora se condena. El hecho de que no haya pruebas contra otros no significa que esos otros no existan. A la luz de estas consideraciones es como el Gobierno debe analizar y entender la petici¨®n de aminoraci¨®n de penas que los jueces han a?adido a su propia sentencia. Al margen la disminuci¨®n de a?os de c¨¢rcel, en la que pueden operar motivos humanitarios y de parecido g¨¦nero, es importante se?alar el matiz entre la "p¨¦rdida de empleo" -expulsi¨®n total del Ej¨¦rcito- que la condena establece y la simple "separaci¨®n del servicio" que en la solici tud de clemencia se sugiere.
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