La 'guerra secreta' contra el r¨¦gimen sandinista supone la reaparicion p¨²blica de la CIA
La colocaci¨®n de minas en los puertos de Nicaragua ha puesto de relieve el regreso de la omnipresente Agencia Central de Inteligencia (CIA) como uno de los pilares de la pol¨ªtica exterior norteamericana. Pero la CIA no s¨®lo se muestra activa en Centroam¨¦rica. Bajo la batuta de su director, William Casey, de 71 a?os de edad, la CIA recluta nuevos agentes, con un ritmo de crecimiento anual del 25%, participa en operaciones secretas en varias partes del globo y publica anuncios en los grandes peri¨®dicos norteamericanos en busca de nuevos reclutas.
El temporal pol¨ªtico que origin¨® en las ¨²ltimas semanas, en Washington, el reconocimiento oficial de que la CIA particip¨® en el minado de los puertos nicarag¨¹enses es s¨®lo la punta de un iceberg, que oculta importantes operaciones encubiertas en Centroam¨¦rica. Ahora se acaba de saber que el apoyo de la agencia a la guerrilla de Ed¨¦n Pastora, e incluso un apoyo log¨ªstico directo, permiti¨® a las fuerzas de ARDE su ofensiva en el sur de Nicaragua y la toma de San Juan del Norte, de la que posteriormente tuvieron que retirarse. Y, todav¨ªa m¨¢s recientemente, funcionarios costarricenses, citados por The New York Times, han reconocido que Ed¨¦n Pastora, con dinero de la CIA, ha sobornado a funcionarios de este pa¨ªs centroamericano. Bajo el argumento pol¨ªtico de que "hay que detener el flujo de armas que los sandinistas env¨ªan a la guerrilla salvadore?a", expresado por Jeane Kirkpatrick, embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas, las operaciones de la CIA, dotadas con decenas de millones de d¨®lares, son legales desde el punto de vista de la Administraci¨®n conservadora del presidente Ronald Reagan.
La historia viene de lejos. Desde que expuso en julio de 1983 su programa pol¨ªtico en la plataforma de la convenci¨®n nacional de Detroit, el por entonces candidato presidencial republicano, Ronald Reagan, no excluy¨® el recurso a operaciones encubiertas para lograr los objetivos de la pol¨ªtica exterior norteamericana.
Tras un breve par¨¦ntesis de relativa calma durante la Administraci¨®n dem¨®crata del presidente Jimmy Carter (con s¨®lo unas 300 operaciones anuales), la CIA ha vuelto a su ¨¦poca dorada de los a?os sesenta y principios d¨¦ los setenta, y cuenta actualmente con unas 1.000 operaciones anuales encubiertas, de las que el minado de los puertos de Nicaragua o el apoyo a la guerrilla antisandinista son s¨®lo algunos de los ejemplos m¨¢s claros.
Afganist¨¢n, Ir¨¢n...
La CIA suministra actualmente material y hombres a la guerrilla afgana que lucha contra las tropas sovi¨¦ticas que invadieron Afganist¨¢n. Promueve operaciones de guerrilla contra Ir¨¢n entre la oposici¨®n al ayatollah Jomeini. Frena los deseos de expansi¨®n del coronel Gadafi en Chad y Sud¨¢n. Combate el cultivo de droga en Tailandia, participa en el contraespionaje sobre secretos de productos de alta tecnolog¨ªa y, con menor atenci¨®n de la Prensa, controla y analiza constantemente informaciones confidenciales sobre escenarios y l¨ªderes pol¨ªticos pr¨¢cticamente de todos los pa¨ªses del mundo donde EE UU tenga intereses espec¨ªficos.
Para los pol¨ªticos estadounidenses, la CIA es otra agencia m¨¢s de la Administraci¨®n federal, con funciones espec¨ªficas, que s¨®lo entra en conflicto con el Congreso en casos tan flagrantes como el reciente minado de las aguas nicarag¨¹enses. En realidad, el conflicto entre la CIA y el Congreso se produjo porque el director de la CIA, Casey, no inform¨® con detalle de los planes de sus hombres encaminados al derrocamiento del Gobierno de Managua. El Congreso se escandaliz¨® y tanto la C¨¢mara de Representantes como el Senado votaron contra la concesi¨®n de ayuda adicional para financiar operaciones de la CIA en Nicaragua. Un voto de buena conciencia que, en realidad, no modificar¨¢ la ¨²ltima decisi¨®n que tome el presidente Reagan para que la CIA, directa o indirectamente, si es necesario a trav¨¦s de fondos procedentes de otros pa¨ªses, contin¨²e recibiendo d¨®lares para el apoyo a la guerrilla antisandinista.
Para apoyar toda esa pol¨ªtica de intervenci¨®n exterior a trav¨¦s de la CIA, Ronald Reagan coloc¨® en el mando de la misma a unos de sus ¨ªntimos amigos y colaboradores, el abogado y hombre de negocios William Casey, que fue director de la campa?a electoral que llev¨® a Reagan hasta la Casa Blanca en noviembre de 1980. Al hacerse cargo de la CIA, en enero de 1981, Casey expres¨® su deseo de actuar tan discreta y eficazmente que la Prensa y la opini¨®n p¨²blica llegaran a olvidar la existencia de la agencia denominada familiarmente La Compa?¨ªa. Sin embargo, Casey no logr¨® su prop¨®sito. La CIA vuelve a la primera plana de los peri¨®dicos y levanta polvareda en el Congreso.
Casey pasa por ser un pragm¨¢tico que tiene hilo directo con el presidente y que cree profundamente en la eficacia de la CIA a trav¨¦s de operaciones secretas. Sus problemas con el Congreso no son nuevos y se remontan al momento en que el historial profesional de Casey fue minuciosamente escrutado, en especial por sus actividades como abogado y hombre de negocios en las que amas¨® una fortuna de cerca de nueve millones de d¨®lares (unos 1.350 millones de pesetas). Tambi¨¦n tuvo problemas por su supuesta responsabilidad en la obtenci¨®n, para los republicanos, de documentos confidenciales de la campa?a electoral del presidente Carter, relativos al debate televisado que enfrent¨® a Carter y Reagan en octubre de 1980.
Desde su cuartel general de Langley (Virginia), cerca de Washington, Casey espera resistir a las cr¨ªticas. Un comp¨¢s de espera hasta la probable reelecci¨®n de Reagan, a quien todos los sondeos dan como favorito en la elecci¨®n del 6 de noviembre.
Ofertas de empleo
"Para los que desean una definici¨®n diferente del ¨¦xito, una carrera en el exterior con la CIA", dicen los anuncios que aparecen con frecuencia en los grandes diarios norteamericanos.
Se pide dominio de idiomas extranjeros, flexibilidad, t¨ªtulo acad¨¦mico con buenas notas y buena comunicaci¨®n oral y escrita. Se ofrece un salario inicial entre 3 y 4,5 millones de pesetas anuales, con r¨¢pidas posibilidades de promoci¨®n.
Los aspirantes, de nacionalidad estadounidense, pueden escribir a J. A. Compton, Department S (QV), p. o. box 1925, Washington, DC 20013. As¨ª de f¨¢cil.
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