La pol¨ªtica exterior socialista / 1
El autor procede a la elaboraci¨®n no s¨®lo de una posible alternativa a nuestra pol¨ªtica exterior, sino tambi¨¦n, como paso previo, examina lo realizado hasta ahora en esa esfera por el Gobierno socialista. En este planteamiento, junto al funcionamiento de las instituciones responsables, se enumeran los cambios realizados por esta nueva Administraci¨®n, y tambi¨¦n los actores y factores que facilitan o dificultan actualmente la transformaci¨®n de la acci¨®n exterior de Espa?a.
Dieciocho meses no parece un per¨ªodo desmesurado de tiempo para intentar un an¨¢lisis de la pol¨ªtica exterior del Gobierno socialista. Examen al que deben preceder tres observaciones. Una: las dificultades con que tropieza el cambio en una materia, la internacional, que, por su propia entidad, tiende a la estabilidad repetitiva. Dos: el efecto multiplicador que toda acci¨®n exterior tiene sobre la opini¨®n p¨²blica. Tres: el voto socialista, en octubre de 1982, tambi¨¦n aspiraba al cambio en nuestra pol¨ªtica internacional.Una primera reflexi¨®n pertinente conduce a la figura del titular de Asuntos Exteriores. No son argumentos aceptables los alusivos a su car¨¢cter dif¨ªcil, ni tampoco aquellos que mencionan la necesidad de un pararrayos que deje inc¨®lumes de cr¨ªticas a sus compa?eros de Gabinete. Las causas de los ataques son m¨¢s reales. Mor¨¢n es un intelectual con una idea clara de lo que puede ser una pol¨ªtica exterior de izquierdas para Espa?a. Las cr¨ªticas, por tanto, apuntan no a su figura, sino a su pensamiento: europe¨ªsmo, antiatlantismo, neutralidad comprometida y, contenido cultural de la acci¨®n exterior. Ideas dif¨ªcilmente aceptables por los partidos de la derecha.
Reflexi¨®n que conduce a otra interrogante. ?Cu¨¢les son los centros de decisi¨®n en pol¨ªtica exterior? La opini¨®n puede ser v¨ªctima de cierta perplejidad ante la magnitud de los protagonistas: la Moncloa, Santa Cruz, Secretar¨ªa de Estado para las Relaciones con las Comunidades, Comisi¨®n de Relaciones Internacionales del PSOE, etc¨¦tera. Sin hablar de la, a veces, detectable falta de coordinaci¨®n entre distintos departamentos ministeriales. En nuestra opini¨®n, quiz¨¢ demasiado tradicional, la responsabilidad en la decisi¨®n corresponde colectivamente a todo el Gabinete, donde no pueden tolerarse posturas discrepantes, y su ejecuci¨®n al titular de Exteriores; bien entendido que tanto la ejecuci¨®n como la exposici¨®n a la opini¨®n corresponden en exclusiva al presidente del Gobierno y al ministro del ramo. Si esta opini¨®n no fuese correcta, urgir¨ªa una remodelaci¨®n del organigrama del Ministerio de Exteriores. En este planteamiento tampoco puede ignorarse la ¨ªntima relaci¨®n partido-Gobierno y el compromiso que ¨¦ste tiene no s¨®lo de respetar, sino tambi¨¦n, en la medida de lo posible, de ejecutar las resoluciones en vigor aprobadas por los congresos del partido.
Con el planteamiento anterior, nada te¨®rico, puede descenderse a una apreciaci¨®n m¨¢s directa de la pol¨ªtica exterior del Gobierno socialista. Por fin se acometi¨® francamente el tema pendiente, desde los tiempos del franquismo y UCD, de nuestra adhesi¨®n a la CEE. Nadie desconoce ya el duro proceso de adaptaci¨®n que habremos de sufrir hasta llegar a la meta fijada; la rigidez de la negociaci¨®n que la Comunidad nos impone. Hoy d¨ªa, la opini¨®n espa?ola sabe que se trata de una operaci¨®n de precio muy elevado. Nuestros negociadores en Bruselas est¨¢n haciendo gala de la combinaci¨®n oportuna de flexibilidad y defensa de los intereses nacional es. La adhesi¨®n debe lograrse, pero como se ha prometido, no a cualquier precio.
De Latinoam¨¦rica a ?frica
En Latinoam¨¦rica se est¨¢ alcanzando un cambio de imagen que deja atr¨¢s decididamente el recuerdo nefasto de la Espa?a francoimperialista. Es parcela en la que tiene puestas todas sus preferencias Felipe Gonz¨¢lez. Su actuaci¨®n, junto al grupo de Contadora, es digna de encomio, as¨ª como el apoyo decidido a todos los procesos de democratizaci¨®n en marcha. Democracia que en Latinoam¨¦rica pasa por la superaci¨®n de la violencia, de la injusticia, de la miseria y el subdesarrollo. Realidades que han de estar muy presentes en el horizonte del quinto centenario y que, por cierto, ya ha provocado alguna est¨²pida tormenta dom¨¦stica. En modo alguno debe caerse en el t¨®pico de los fastos colombinos. El quinto centenario s¨®lo puede ser un aniversario de anticipaci¨®n, un proyecto de futuro. La historia ya est¨¢ bien acomodada en los anaqueles de las bibliotecas. No ser¨ªa malo pensar en la financiaci¨®n de proyectos de cooperaci¨®n, de donaci¨®n de instalaciones m¨¦dico-sanitarias y de centros escolares, de programaci¨®n de investigaciones para el desarrollo. No permitamos que, una vez m¨¢s, recorra Latinoam¨¦rica el fantasma de los coros y danzas.En otro de nuestros frentes tradicionales, Oriente Pr¨®ximo, se han observado orientaciones de cierta novedad en la l¨ªnea de fortalecimiento de las relaciones con los pa¨ªses ¨¢rabes; donde no debe olvidarse que, pol¨ªticamente, Egipto es y ser¨¢ el pa¨ªs clave. Est¨¢ pendiente el contencioso de nuestras relaciones con Israel, Estado del que, se dice, ya s¨®lo nos falta su bandera en Madrid. La postura oficial es impecable: se trata de un asunto que corresponde exclusivamente a la competencia del Gobierno espa?ol, y son inaceptables todas injerencias o presiones en uno u otro sentido. Se a?ade, recientemente, que tal acontecimiento, el intercambio de embajadores, se producir¨¢ cuando nuestra presencia sea un factor positivo en el proceso de pacificaci¨®n. Antes se mencionaban dos condiciones que ahora han desaparecido: la devoluci¨®n por Israel de. los territorios ocupados en junio de 1967 y el reconocimiento al pueblo palestino del derecho a la libre determinaci¨®n. Parece queen este campo se est¨¢ procediendo a un sutil y discutible cambio de planteamientos.
Frente al Magreb, nuestras relaciones con Marruecos siguen el proceloso avatar de la tormenta o del conflicto mal contenido. Parece como si a¨²n fu¨¦semos los rehenes de Rabat. Incluso del ineludible deber de no injerencia en los asuntos internos de otro Estado hemos pasado a las declaraciones de apoyo al actual sistema pol¨ªtico marroqu¨ª; paso que nunca debiera haberse dado, aun con el riesgo de ser superados en este aspecto por Par¨ªs. Por otra parte, tambi¨¦n se registra un cierto retroceso: el reciente acuerdo pesquero hispano-marroqu¨ª, mediante la introducci¨®n de las famosas ventanas de seguridad, supone el reconocimiento indirecto de competencias soberanas de Marruecos en aguas saharauis. En escalada l¨®gica, esta actuaci¨®n lleva impl¨ªcito el distanciamiento con respecto al Frente Polisario. Ya no se habla, para qu¨¦, de la denuncia de los acuerdos de Madrid, ni mucho menos del reconocimiento de la RASD. En el pasivo espa?ol queda pendiente de cumplimiento el deber que le incumb¨ªa de llevar a buen t¨¦rmino el proceso descolonizador del S¨¢hara. Si todo lo anterior es correcto, debe admitirse que, definitivamente, nos hemos alineado con las tesis de Rabat.
Pa¨ªses vecinos
En el marco de nuestras relaciones bilaterales con algunos pa¨ªses de Europa occidental destaca el enfriamiento entre Madrid y Par¨ªs. No ha faltado, ni mucho menos, en este campo la voluntad espa?ola para articular nuestras relaciones sobre bases absolutamente nuevas. Pese a las cr¨ªticas recibidas, frente a incidentes lamentables, contra nacionalismos trasnochados, debe proseguirse la v¨ªa de cambio iniciada. Por suerte o por desgracia, la geograf¨ªa es inmutable: Francia seguir¨¢ siendo "el pa¨ªs vecino", del que hemos recibido una profunda influencia cultural y pol¨ªtica y con el que nos unen unas excelentes relaciones comerciales. No ocurre otro tanto con Portugal; poco hemos progresado, y las desconfianzas". m¨¢s soterradas, todav¨ªa subsisten. Portugueses y espa?oles seguimos viviendo de espaldas. El Reino Unido, al que en desgraciada ocasi¨®n tambi¨¦n se calific¨® de vecino, quiz¨¢ por el perenne azar gibraltare?o, no ha ofrecido contraprestaci¨®n alguna tras la apertura de la verja. No ser¨ªa inoportuno, cuando surjan clamores irredentistas, recordar el episodio de las Malvinas; donde, por cierto, un traspi¨¦s lamentable tuvo que ser rectificado desde las m¨¢s altas instancias del Estado.No se han registrado progresos espectaculares, tampoco eran de esperar, en nuestras relaciones con los pa¨ªses socialistas. En el plano cultural hay mucho por hacer. En el diplom¨¢tico, posiblemente pudo haberse sacado m¨¢s provecho de nuestra gesti¨®n en la reuni¨®n de Madrid de la CSCE. En lo pol¨ªtico, quiz¨¢ fuese oportuna una m¨¢s amplia informaci¨®n de los proyectos de desnuclearizaci¨®n en los Balcanes, por ut¨®picos que puedan parecer.
Se ratific¨® apresuradamente el acuerdo con Estados Unidos, firmado por el Gobierno de UCD. Hasta ahora no se han materializado los beneficios que en aquel momento se anunciaron gracias a las modificaciones introducidas.
El episodio a¨²n reciente de la fallida venta del Aviocar ilustra sobradamente acerca de la inalterabilidad de nuestras relaciones profundas con Washington.
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