El buey de carreta
ENVIADO ESPECIALLo que sali¨® ayer en la Maestranza, burreando sobre cuatro patas, ese es el buey de carreta. Llevaban la marca Gonz¨¢lez, toda la familia Gonz¨¢lez, esa ganader¨ªa predilecta de las figuras. A la ganader¨ªa Gonz¨¢lez, le ocurre lo que a tantas con vocaci¨®n de factor¨ªa. Hubo una vez un cura que consigui¨® el toro bravo, con una fiera fijeza en los enga?os que le caracterizaba, crecido al castigo o, si cobard¨®n, igualmente fiero, porque se defend¨ªa a cornadas. Tiempo adelante, cuando la fiesta pas¨® a ser un espect¨¢culo que mov¨ªa millones y las figuras ganaban para comprarse cortijos, la fiereza pareci¨® demasiada y la selecci¨®n ganadera tendi¨® a buscar un toro armonioso de estampa, encastado y entonado, que permitiera lucir las faenas.
Plaza de Sevilla, 5 de mayo
Novena corrida de feria.Toros de Manuel Gonz¨¢lez y de Gonz¨¢lez-S¨¢nchez Dalp, discretos de presencia, amoruchados y broncos. Jos¨¦ Antonio Campuzano. Pinchazo hondo y descabello (petici¨®n y vuelta). Estocada ca¨ªda (oreja). Luis Francisco Espl¨¢. Estocada corta ca¨ªda y ocho descabellos (silencio). Pinchazo hondo y descabello (palmas). Yiyo. Media (silencio). Estocada ca¨ªda (ovaci¨®n y salida al tercio). Parte facultativo. Espl¨¢ fue asistido de contusi¨®n y varetazos en hombro derecho. Pron¨®stico reservado.
Tiempo m¨¢s adelante a¨²n, las figuras encontraron molesto el toro encastado y exigieron el toro tonto, a lo cual se prestaron muchos ganaderos, algunos de ellos con ¨¦xito. Entre ellos se encuentra la familia Gonz¨¢lez. Mas como la alquimia ganadera no es ciencia exacta, y si los encastes no se conducen hacia lo bravo van ellos solitos hacia lo morucho, acabaron inventando el buey de carreta.
Para amplio muestrario, la Maestranza ayer. Hab¨ªa d¨®nde escoger. Desde el buey que cada vez que ve¨ªa ponerse de rodillas a Campuzano para dar la larga cambiada dec¨ªa "se la vas a dar a Sanseren¨ª" y sal¨ªa corriendo para otro lado, hasta el que olisqueaba en el port¨®n de chiqueros las calientes dulzuras excrementales de sus hermanos de moruchada, pasando por el que escond¨ªa la cara cobardemente, en actitud reservona y, al descuido, pegaba la "pu?al¨¢" trapera.
As¨ª sal¨ªan de catadura los bueyes, as¨ª pudieron conseguir ¨¦xito, o no, los espadas. La bueyada menos traicionera le correspondi¨® a Jos¨¦ Antonio Campuzano, y aprovech¨® la circunstancia. Como el primer borrico con cuernos s¨®lo estaba a gusto en chiqueros aspirando las selectas fragancias del corral, y se pegaba a tablas, le dio tablas. Estuvo bien vista la t¨¦cnica y, de tal manera, instrument¨® unos naturales salerosos. Despu¨¦s la faena fue a menos. Medio ruedo, recorriendo el tercio, necesit¨® Campuzano para desarrollarla, pues pegaba pases, pero de torear nada, y el animal iba por donde le guiaba su boyanquer¨ªa.
De parecida condici¨®n result¨® el primer buey del Yiyo, e hizo lo mismo el joven diestro de Madrid, darle tablas, pero el fementido, cuyo color tiraba a melocot¨®n encendido, ni naturales ni nada se dejaba dar. Renunciaba a todo cite: "Me deje en paz, madrile?o", se le o¨ªa berrear, "que yo lo que quiero es tirar de la carreta y no me meto con nadie". Yiyo se incomod¨® por la falta de respeto y le dej¨® media en las agujas.
Ambos toreros tuvieron mejor fortuna con sus otros toros, que admit¨ªan pases; sin clase, pero los admit¨ªan. El m¨¦rito de Campuzano fue mayor, pues su buey acome t¨ªa sin fijeza, y a fuerza de porfiar y mandar, logr¨® meterle en la muleta y darle derechazos. Yiyo imprimi¨® finura a su muleteo, principalmente cuando lo hac¨ªa en redondo, erguida la planta; demasiada finura, pues al de las cuatro patorras lo hab¨ªan fabricado de r¨²stica pana embastecida y no le iba a juego.
Los moruchos traicioneros le correspondieron a Espl¨¢, que ha sido el torero m¨¢s desafortunado de la feria en lo que concierne al ganado. Aguant¨® los peligros de las embestidas, en una tarea sorda y sobria que apenas trascend¨ªa al tendido. Hubo de sufrir una colada espeluznante en el quinto, en la que salv¨® milagrosamente la cornada en la axila y sali¨® derribado, para que la plaza empezara a dar importancia a su entrega.
Posiblemente el buey empeor¨® en banderillas. Espl¨¢, con meritoria y mal correspondida generosidad, cedi¨® en este tercio todas las ventajas al animal, reuniendo muy en corto y por dentro. Aqu¨ª s¨ª le aplaudieron fuerte, hasta con clamor, como ten¨ªa merecido. El precio acaso fue resabiar al bronco sujeto. Nunca lo sabremos: el avieso boyanc¨®n no hace declaraciones; que lo tienen en reserva, para estofado. Justo castigo a su perversidad, aunque si pis¨® el rubio albero de la Maestranza, sin m¨¦rito alguno, no era suya la culpa: hab¨ªa nacido para tirar de la carreta y eso era lo ¨²nico que queria.
Babelia
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