La siesta del general
Nadie ha osado, en los ¨²ltimos 30 a?os, despertar de su siesta al general Alfredo Stroessner, decano de los dictadores de Am¨¦rica Latina. La siesta acostumbra dormirla en su mansi¨®n de Mburuvicha Roga (en guaran¨ª, Casa del Jefe), vecina de la embajada norteamericana en Asunci¨®n.Alfredo Stroessner es la persona que m¨¢s manda en Paraguay. Posiblemente, es la persona que en t¨¦rminos relativos manda m¨¢s de toda Latinoam¨¦rica. Su pa¨ªs es un Estado provinciano del cual el mundo apenas tiene memoria. Tampoco tiene noticia. Su cacique ha sabido sepultar Paraguay en el silencio pol¨ªtico internacional m¨¢s impenetrable. Uno de cada dos paraguayos est¨¢ exiliado. Nunca pasa nada en Paraguay.
Hijo de un cervecero alem¨¢n afincado en Paraguay con el siglo, Alfredo Stroessner naci¨® en Encarnaci¨®n, al Sur de Asunci¨®n, en 1912. Hizo en 1935 la sangrienta guerra del Chaco con el grado de teniente de Artiller¨ªa y sin especiales m¨¦ritos en campa?a.
Se aproxini¨® m¨¢s adelante al Partido Colorado, al que acab¨® por capturar en sus manos hasta el punto de que hoy todos los militares de su pa¨ªs est¨¢n obligatoriamente afiliados. Per¨¢n ayud¨® a los militares contrainstitucionales a sofocar la revoluci¨®n paraguaya en 1947 y a partir de entonces, sin libertades para nadie y con miseria para la mayor parte, todo le fue m¨¢s f¨¢cil.
En 1952 Alfredo Stroessner era general de brigada y Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de su pa¨ªs. Dos a?os despu¨¦s, un 15 de agosto, se sent¨® en el sill¨®n presid¨¦ncial. Hasta hoy. Desde entonces, elecci¨®n tras elecci¨®n, voto a voto, siempre victorioso -en solitario, claro- ante las urnas.
Casado con Eligia Mora, tiene tres hijos. El mayor de los dos varones, teniente coronel de la Fuerza A¨¦rea, est¨¢ casado con la hijadel poderoso general Rodr¨ªguez, familiarizado con el dinero procedente de la venta de marihuana y propietario de una inansi¨®n capitalina, r¨¦plica cursi del Petit Trianon.
La presencia en Asunci¨®n del entonces exiliado , y asesinado luego, Anastasio Somoza molest¨® siempre a su colega Alfredo Stroessner, celoso de su bronco hu¨¦sped y del grado de atenci¨®n que sus esc¨¢ndalos atra¨ªan sobre el silencioso Paraguay.
Son las cinco de la ma?ana de un d¨ªa cualquiera en Asunci¨®n. Las luces del Palacio L¨®pez se han encendido puntualmente. Siempre igual desde hace treinta a?os. Es all¨ª donde el general madrug¨®n pasa revista a los asuntos de Estado.
Jugador de codillo (una especie de tute) y de ajedrez, el general Stroessner fuma Camel, bebe Valentine's, protege criminales de la SegundaGuerra Mundial, como el doctor Mengele, otorga nacionalidad paraguaya a capos del tr¨¢fico intercontinental de hero¨ªna como A. Ricord, o hace la vista gorda sobre el contrabando, cuya gesti¨®n ha encomendado a algunos de sus mejorados compa?eros.
De sus virtudes destacan sus dotes de mando, su sagacidad pol¨ªtica y su cualidad para calcular el precio de los que le rodean. Son 30 a?os de experiencia. En amores es generoso. Con ?ata Legal, a la que dobla en edad y conoci¨® jovencita, tuvo tres hijos m¨¢s, a los que el general reconoci¨® ante la ley.
Sus allegados comentan en voz baja que Stroessner es profundamente rencoroso y que posee a un tipo de maldad muy suya. Muestra una indignada hostilidad contra tod¨¢ aquello que no entiende. Habla mal el castellano y, cuando se enfada, su furia sin control le obliga a vomitar feroces gritos en la bella lengua de los guaran¨ªes.
El general acostumbra llevar todos los 8 de diciembre las andas de la virgen de Caacup¨¦, a la que ¨¦l convirti¨® de facto en patrona de Paraguay. En cuestiones espirituales, a Alfredo Stroessner le asesora el sacerdote May¨¢ns, confesor con rango de obispo, vicealmirante, capell¨¢n de las Fuerzas Armadas, con m¨¢s experiencia vital que m¨ªstica, seg¨²n todos los pol¨ªticos de Asunci¨®n.
Conscientemente, gris, testarudo y nadador sobre la corrupci¨®n de los que le rodean (a algunos de los cuales cas¨¦ con novias suyas), los civiles Bo y Barchini, ¨¦ste c¨®nsul general de Grecia y titular de algunas propiedades del dictador, as¨ª como su consuegro Rodr¨ªguez y los tambi¨¦n generales Johanssen, Klepps y Fretes D¨¢valos, son los ¨²nicos que pueden permitirse el honor de perder al p¨®ker con ¨¦l.
Los guaran¨ªes te llaman Temb¨¦ lo, algo as¨ª como bocazas, por su belfo pronunciado. Pesca pacientemente en (su) Puerto Stroessner y fue uno de los pioneros en la suerte de abrazar ni?os ante los fot¨®grafos. Su buena salud es proverbial, pero un epitelioma vasocelular facial, uno de los tumores malignos m¨¢s, benignos, la amenaza desde su p¨®mulo derecho.
S¨®lo este tumor fue capaz de hacer al general Alfredo Stroessner no acudir, por primera vez en 30 a?os de mandato, a su cita con el Estado de sus asuntos a las cinco en punto de la ma?ana en el Palacio L¨®pez. Era el jueves 22 de marzo de 1984. Los paraguayos aseguran ya en voz alta que aquella tarde, durante la siesta que el general cree dormir a diario con Paraguay, so?¨® con la muerte. Era roja. Las ¨®rdenes, entonces, no las daba ¨¦l.
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