"Mi hijo no ha hecho nada malo, pero ha sufrido mucho", reconoce la madre de I Chung-Kyo
Tiene 58 a?os la madre del joven budista I Chung-Kyo que ayer se ech¨® contra el coche del Papa con una pistola en la mano. Vive en la periferia norte de Se¨²l, la capital de Corea del Sur -10 millones de habitantes-, en un barrio popular, con el cl¨¢sico sabor y olor oriental, donde la gente vende pescado frito por la calle.El taxista y la int¨¦rprete que acompa?aron a este corresponsal, despu¨¦s de dos horas de pesquisas, hasta la direcci¨®n facilitada por el Ministerio de Asuntos Exteriores quer¨ªan renunciar a la empresa. Aqu¨ª, como en Tokio, encontrar una direcci¨®n es algo desesperante. No existen se?as concretas como en Europa. Por fin la int¨¦rprete encuentra en una tienda a un se?or que conoce a la familia I y nos acompa?a en bicicleta. La familia I vive en una casita que est¨¢ dentro de un patio, escondida tras un muro alto, La puerta de entrada al patio es de hierro. Nos dicen que no abren a nadie. Suena in¨²tilmente el timbre una y otra vez. Aprovechamos que sale una persona para colarnos por el quicio. De frente, en el patio, est¨¢ la puerta de la casa de la madre de l Chung-Kyo.
En un segundo nos encontramos sentados en el suelo de una habitaci¨®n de unos 10 metros cuadrados, al lado de la madre del joven de la cr¨®mica, que es una mujer peque?a, con el pelo corto, sentada y vestida a la manera oriental, de seda, con camiseta rosa y amplia falda azul. Mira s¨®lo a la int¨¦rprete, pero como si no la viera.
Recita con gran dignidad: parece que canta o salmodia. "Mi hijo no ha hecho nada malo. Si no, ustedes no estar¨ªan aqu¨ª. Mi hijo es un budista perfecto, fervoroso. S¨®lo que no ha tenido suerte en la vida. Ha suffido mucho, porque en el 60? cumplea?os de su padre, el a?o pasado, como primog¨¦nito, ten¨ªa que haber pagado la gran fiesta en familia y no pudo hacerlo porque no trabaja y no gana dinero. Mi hijo es bueno, es un perfecto budista. Es pac¨ªfico, nunca ha hecho nada malo".
Y la mujer sigue hablando porque la tranquiliza nuestra palabra de honor de que creemos que su hijo es bueno, y cuenta la historia: "Mi hijo tiene muchos problemas: su hermana menor est¨¢ ya casada y ¨¦l no; no pudo hacer su servicio militar, cosa que para un coreano es un deshonor. No lo hizo porque ten¨ªa una enfermedad en los ojos. Su hermano menor ha sido suspendido en sus estudios".
Nos explica que en Corea el hijo mayor varon es la persona m¨¢s importante del clan, el que mantiene el ¨¢rbol geneol¨®gico de toda la familia, Si el primog¨¦nito no se casa, desaparece la familia. Sigue contando: "Viendo a mi hijo tan abatido, le mand¨¦ cien d¨ªas a un templo budista. Se pasaba all¨ª todo el d¨ªa y por la tarde iba a la universidad, nocturna, donde estudia segundo a?o de ciencias administrativas. Por la noche ven¨ªa a dormir aqu¨ª. Quiz¨¢ fue en la meditaci¨®n en el templo donde se sinti¨® tocado por el hecho de que el Papa cat¨®lico viniera a Corea en las fiestas del centenario del aniversario del nacimiento de Buda, que se celebra pasado ma?ana"
El d¨ªa anterior a su gesto espectacular, I Chung-Kyo, se lo pas¨® en casa hasta las cuatro de la tarde; despu¨¦s, dice la madre, se fue y ya no volvi¨® hasta las 12 de la noche. "Me despert¨®", dice, "para decirme que lo despertara yo a las seis. No me explic¨® nada. Sali¨® a las siete de casa en autob¨²s y a las nueve tuvimos la primera noticia, cuando la polic¨ªa llam¨® a mi marido para que se presentara en la comisar¨ªa. A¨²n no ha vuelto, y son ya las 12 de la ma?ana".
Le preguntamos si el joven se interesaba por la pol¨ªtica, y dice: "Le gustaba estar informado de todo; o¨ªa siempre los noticiarios, se interesaba de los problemas sociales, pero nunca iba a las manifestaciones de los estudiantes".
El padre acaba de jubilarse. Trabajaba como administrativo en una empresa agr¨ªcola estatal y ahora la familia vive de los alquileres de las habitaciones de su casa. Es, para estas latitudes, una familia de clase media baja, que no puede permitirse, sin embargo, enviar a sus hijos a la universidad diurna, porque esto es s¨®lo privilegio de los verdaderamente ricos. Sin llamar a la puerta, entra un se?or de unos 30 a?os que se sienta al lado de la madre, en cuclillas. Nos dice en franc¨¦s: "Es mejor no cansarla". Y nos despide gentilmente.
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