El Salvador, despu¨¦s de las elecciones
EL RESULTADO de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en El Salvador tendr¨¢ una influencia de terminante sobre el futuro desarrollo de la situaci¨®n centroamericana. En Washington se ha anunciado en breve plazo un pronunciamiento solemne del presidente Reagan sobre su apoyo alas f¨®rmulas pol¨ªticas salidas de las urnas como base para la soluci¨®n de todos los problemas. Las elecciones salvadore?as han sido, indiscutiblemente, a pesar de las limitaciones derivadas de una guerra civil que abarca a diversas regiones, un acto pol¨ªtico importante; comparar unas elecciones en esas condiciones, y con voto obligatorio, a las que tienen lugar en Europa occidental, ser¨ªa absurdo; pero no cabe duda de que masas considerables del pueblo salvadore?o han manifestado una voluntad neta de expresar mediante el voto sus preferencias pol¨ªticas para la gobernaci¨®n del pa¨ªs. En esta segunda vuelta, la opci¨®n era sencill¨ªsima: o el comandante Roberto d'Aubuisson, representante de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), ligada a los grupos terroristas ultrarreaccionarios, los escuadrones de la muerte, o el l¨ªder de la democracia cristiana, Napole¨®n Duarte. Aunque los resultados oficiales no han sido publicados a¨²n, se puede considerar a Duarte como triunfador, si bien la mayor¨ªa que ha obtenido, en tomo al 55%, es inferior a la prevista; la ultraderecha sigue disponiendo de una. influencia considerable, debido no s¨®lo a la violencia o la intimidaci¨®n, sino tambi¨¦n por los efectos ideol¨®gicos y psicol¨®gicos de un estado end¨¦mico de guerra civil.La victoria de Duarte es, en primer lugar, la derrota de D'Aubuisson; un resultado contrario hubiese significado un retorno a los m¨¦todos sanguinarios de la delincuencia pol¨ªtica aplicados desde el Estado. Una parte incluso de la opini¨®n centrista hubiese basculado quiz¨¢ hacia las posiciones de las guerrillas. La victoria de Duarte aleja este peligro. Ser¨ªa err¨®neo, sin embargo, suponer que resuelve los problemas de una garant¨ªa efectiva de los derechos humanos y de un funcionamiento democr¨¢tico.
Los factores internacionales han pesado mucho en el resultado de las elecciones: Duarte ha sido, y es, el hombre de EE UU. Para testimoniarlo de forma p¨²blica y visible, el visado para visitar Norteam¨¦rica fue rechazado en dos ocasiones a su contrincante en los ¨²ltimos meses. El triunfo de Duarte era la condici¨®n -reconocida casi oficialmente- para que el Congreso vote. los cr¨¦ditos de ayuda militar Y econ¨®mica, sin los cuales El Salvador no puede subsistir.
?Qu¨¦ pol¨ªtica va realizar Duarte una vez elegido presidente? Es la pregunta que hacen todos los observadores de los asuntos americanos. En pocas ocasiones un pa¨ªs tan peque?o ha estado en condiciones de pesar tanto en la suerte de un continente. No parece dudoso que los elementos m¨¢s cerriles del Pent¨¢gono vean en la elecci¨®n de un democristiano respetable una cobertura para legitimar sus planes de intervenci¨®n en El Salvador, donde act¨²an ya grupos de consejeros, y de poder extenderla, seg¨²n la marcha de los acontecimientos, a otras zonas de Centroam¨¦rica. Pero con esa pol¨ªtica Washington ha cosechado ya muchos fracasos: El Salvador ha recibido en los ¨²ltimos tres a?os cerca de 1.000 millones de d¨®lares en ayuda militar y econ¨®mica y los resultados est¨¢n a la vista. Al acceder a la presidencia, Duarte recordar¨¢ una triste experiencia vivida por ¨¦l; ese recuerdo deber¨ªa ayudarle a no repetirla. En 1980, en virtud de un pacto con los militares, ocup¨® la presidencia de la Junta de Gobierno: su poder estaba mediatizado por los elementos reaccionarios del Ej¨¦rcito; los escuadrones de la muerte campaban a su gusto; en ese per¨ªodo se produjo el terrible asesinato del arzobispo Arnulfo Romero. ?Sabr¨¢ el presidente Duarte, elegido en las urnas, emprender una pol¨ªtica que elimine esa hipoteca de un terrorismo incrustado en el aparato estatal? Es la cuesti¨®n decisiva para el futuro. En su campa?a electoral se pronunci¨® por un di¨¢logo con todas las fuerzas, y conviene recordar que Guillermo Ungo, principal dirigente del Frente Farabundo Mart¨ª, colabor¨® con Duarte en etapas no tan lejanas, cuando el fracasado intento de elecci¨®n presidencial en 1972. En EE UU, esa posibilidad de un di¨¢logo con la guerrilla no ha sido rechazada de modo radical. Si en El Salvador se iniciase un camino en ese sentido, ello potenciar¨ªa todos los proyectos de soluci¨®n pac¨ªfica para la zona que intenta poner en marcha el grupo de Contadora.
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