Los problemas del d¨¦ficit
EL D?FICIT del Estado en los cuatro primeros meses del a?o ha superado los 734.000 millones de pesetas, lo que supone que en el primer cuatrimestre se ha superado la mitad del previsto para todo el a?o y que, con referencia al mismo per¨ªodo de 1983, ha aumentado m¨¢s de un 70%. La situaci¨®n parece alarmante. Afortunadamente han pasado ya los tiempos en los que la dial¨¦ctica sobre la bondad o maldad del d¨¦ficit p¨²blico divid¨ªa escol¨¢sticamente en derechas e izquierdas, y la realidad ha demostrado que, a no ser que se posea un aparato productivo impecable, crecimientos espectaculares del d¨¦ficit p¨²blico suponen desequilibrios notables en el marco econ¨®mico general y reducci¨®n de la actividad de la iniciativa privada.Como ejemplo, baste recordar que en Estados Unidos tambi¨¦n se plantea con toda agudeza el panorama del d¨¦ficit p¨²blico, que acaba de costar la dimisi¨®n del principal asesor econ¨®mico del presidente Reagan, Martin Feldstein. Desde la ¨®ptica cotidiana de la econom¨ªa espa?ola resulta casi incomprensible el conservadurismo de un Feldstein que, en a?o electoral y con una econom¨ªa lanzada, advierte de los peligros de volver a la senda inflacionista y de un d¨¦ficit p¨²blico inconmensurable, que poco a poco se aproxima a los 200.000 millones de d¨®lares. El hasta ahora asesor econ¨®mico de Reagan es la personificaci¨®n de la ortodoxia financiera, frente a las necesidades pol¨ªticas de la Casa Blanca de soltar amarras pocos meses antes de las elecciones presidenciales.
En Espa?a la significaci¨®n de las cifras de d¨¦ficit no est¨¢ en su cuant¨ªa exacta, pues los expertos manejan hasta una decena de conceptos de d¨¦ficit y el calendario de ingresos y gastos puede variar de un a?o a otro. Por ello ya se esperaba que el primer semestre del a?o fuera m¨¢s alcista, debido a la concentraci¨®n de pagos (los arrastrados desde finales de 1983 y los derivados del presupuesto extraordinario que promovi¨® el Gobierno socialista para devolver anticipos recibidos y no regularizados por sus antecesores). Aun con todo, durante los dos primeros meses del a?o el d¨¦ficit casi se triplic¨® respecto a enero-febrero de 1983 y, al cerrarse el per¨ªodo de cuatro meses, el aumento era superior al 70%, como decimos.
La superioridad de los gastos p¨²blicos sobre los ingresos ha ido contra los est¨ªmulos de la actividad productiva y el empleo. El primer efecto de la financiaci¨®n requerida por el Estado ha sido que el cr¨¦dito interno al sector p¨²blico creci¨® en el primer trimestre un 54%, mientras que el dispuesto por el sector privado ha disminuido el 1,5%. Y ello ocurre en parte porque los objetivos de inflaci¨®n exigen controlar el aumento de la masa monetaria, manteni¨¦ndose la restricci¨®n al cr¨¦dito privado interno, que perjudica menos a unas empresas (las exportadoras y las grandes, dotadas de capacidad para endeudarse fuera) que a otras (las peque?as y medianas).
Todos estos problemas han coincidido con un muy moderado nivel de ejecuci¨®n de los 5,5 billones de pesetas de gastos fijados en los Presupuestos del Estado (los datos a 23 de abril indican que s¨®lo se hab¨ªan cumplido un 26,5% de las operaciones corrientes y un 19,6% de las de capital), concentrado en las operaciones menos productivas (desempleo, subvenciones a la Seguridad Social, Defensa, etc¨¦tera), lo que indica que, aparte de haber gastado mucho, el Estado ha gastado mal desde el punto de vista de la eficacia.
Tras un a?o de fuerte contenci¨®n de los gastos, el Gobierno corre el riesgo de que esta labor se hunda en las tendencias expansivas de un sector p¨²blico ineficiente. Por ello organiz¨® recientemente unas jornadas de reflexi¨®n en el palacio de la Moncloa que, seg¨²n el presidente del Ejecutivo, fueron un alto en el camino del d¨¦ficit. Se trat¨® de reducir los gastos de los ministerios, de demorar otros gastos previstos y de no urgente ejecuci¨®n y de suprimir ciertas exenciones y subvenciones fiscales (entre ellas, algunas a la exportaci¨®n). A estas alturas todav¨ªa no est¨¢n concretados estos recortes. Y, sin embargo, la labor de cirug¨ªa iniciada por la Administraci¨®n socialista no tiene otra salida que proseguir, pese a su impopularidad y a la incomodidad de tener que escuchar las cr¨ªticas de sectores de la derecha que, por un lado, critican el d¨¦ficit, y por el otro, protestan por la reducci¨®n de privilegios fiscales que ponen sus sociedades en situaci¨®n de beneficio.
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