Gibraltar, una ciudad pensada para defenderse
El paseo tur¨ªstico por los seis kil¨®metros cuadrados de la roca obliga a constantes vueltas y revueltas
Hasta el mapa oficial de carreteras deja en blanco la punta oriental de la bah¨ªa de Algeciras, y las l¨ªneas rojas mueren a escasos mil¨ªmetros de La L¨ªnea de la Concepci¨®n, all¨ª donde se alza la verja. Sin embargo, los turistas espa?oles, bien provistos de su pasaporte en regla, ya pueden atravesar la frontera y pasar por ese Reino Unido disminuido, con ceceo andaluz, instalado desde hace m¨¢s de dos siglos y medio en el extremo de la Pen¨ªnsula.
Subidas vertiginosas
El perfil recortado y rotundo de la roca calc¨¢rea que constituye el Pe?¨®n toma proporciones ins¨®litas y vol¨²menes hirientes con la cercan¨ªa. Seis kil¨®metros cuadrados, de los cuales la mayor parte son pura piedra, farallones a pico, paredes inexpugnables. El paseo por Gibraltar obliga a las vueltas y revueltas, a las subidas vertiginosas, al cambio de horizontes. El Pe?¨®n est¨¢ horadado en todas las direcciones: kil¨®metros de t¨²neles unen las abruptas costas y convierten la roca en un laberinto subterr¨¢neo. Todo est¨¢ pensado para la defensa de este lugar estrat¨¦gico. Las verticales paredes le sirven de muralla, y los ingleses hicieron el resto. Fortificaciones y fuertes vigilan mar y tierra, y cuentan que toda la guarnici¨®n cabr¨ªa en las galer¨ªas excavadas en el interior, continuaci¨®n de esas Upper Galleries abiertas en el siglo XVIII que hoy forman parte de la visita tur¨ªstica. La ciudad North Town se acomoda como puede a los pies de la roca, trepando como un pueblo moro, mezclando calles londinenses con iglesias protestantes de fachadas moriscas, atiborrada de las tiendas que le dieron en otro tiempo prosperidad, con presencia espa?ola constante en letreros y rostros.
INDICACIONES
El acceso al Pe?¨®n por la verja s¨®lo est¨¢ permitido a los espa?oles con pasaporte y a los residentes. Atenci¨®n a las compras: la aduana espa?ola, con registros minuciosos, disuade eficazmente de cualquier tentaci¨®n de gastarse el dinero en tierra inglesa. Lo m¨¢s ¨²til es contratar un taxi -hay muchos nada m¨¢s traspasada la verja- para recorrer el Pe?¨®n en poco tiempo. Por unas 2.000 pesetas -se puede pagar en moneda espa?ola-, y en unas tres horas, se puede subir hasta Queens Road y contemplar la mejor vista de la bah¨ªa, ver de cerca los famosos monos, acercarle a las Upper Galleries y cruzar una y otra vez la roca por dentro.
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