Bob Wilson estrena una parte de 'The civil wars' en Berl¨ªn
La presentaci¨®n de montajes sobre obras de Chejov, Hauptmann y Lessing en el festival no tuvo una acogida un¨¢nime
Robert Wilson consigui¨® poner en escena parte de The civil wars, ¨®pera en cinco actos, en el Festival de Teatro de Berl¨ªn. Esta compleja obra deb¨ªa haber sido representada en su totalidad, cinco actos con una duraci¨®n aproximada de 12 a 20 horas en total, como aportaci¨®n cultural oficial a los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles. Holanda, Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia, Italia, Jap¨®n y EE UU deb¨ªan participar con distintas compa?¨ªas en este evento cultural; el proyecto ha quedado aplazado hasta 1985-1986. Adem¨¢s de Wilson han destacado tres montajes sobre Chejov, Hauptmann y Lessing.
Robert Wilson, artista neoyorquino de los multimedia, concibi¨® hacia 1980 la idea de crear una ¨®pera sobre la guerra civil estadounidense, y para ello comenz¨® a recopilar material gr¨¢fico e hist¨®rico y, por su parte, realiz¨® una amplia serie de obra gr¨¢fica con grafito y l¨¢pices de color sobre una base rectangular, hoy la proporci¨®n exacta de la boca del escenario. A medida que su trabajo avanzaba, el proyecto fue ampli¨¢ndose y pas¨® a ser una meditaci¨®n sobre el panorama de la humana lucha por la vida a trav¨¦s de la historia. Qued¨® conformada la estructura de la obra en cinco actos, con 15 escenas y un ep¨ªlogo o giro tem¨¢tico al final del cuarto acto, aunque luego se le fue a?adiendo una historia a guisa e leitmotiv entre escena y escena, fragmentada en 14 cuadros, que da subt¨ªtulo a la obra final: The civil wars; a tree is best measured when is down (Las guerras civiles; un ¨¢rbol se mide mejor cuando ha ca¨ªdo).
Texto sin importancia
Esta compleja estructura, casi barroca, de im¨¢genes on¨ªricas, compuestas a trav¨¦s de yuxtaposiciones de los distintos lenguajes que conforman el teatro, y que fundamentalmente discurren en paralelo en cuanto al lenguaje visual y al lenguaje auditivo se refiere, posibilita una cantidad de lecturas ilimitada, desde la racionalizaci¨®n m¨¢s anal¨ªtica hasta la percepci¨®n subcut¨¢nea m¨¢s delirante. Las proyecciones cinematogr¨¢ficas; los objetos gigantescos sobre decorados neutros, como el papel en blanco; los vestuarios fant¨¢sticos de los actores y sus caracterizaciones como personajes hist¨®ricos, o animales, o m¨¢quinas, o simples peones de la historia; los gestos subrayados por las luces puntuales y el espacio utilizado como elemento significante, en perpetuo movimiento o transgresi¨®n, conforman para Wilson un todo, que a momentos fluye apoyando o contraponi¨¦ndose al texto, a la palabra, a la frase suelta y repetida a trav¨¦s de los medios de amplificaci¨®n, a la voz tronante y envolvente de una cinta de ordenador, al sonido de vibrantes sintetizadores y fragmentos de la m¨¢s rancia y exquisita m¨²sica cl¨¢sica.El texto no tiene m¨¢s importancia que las restantes formas expresivas teatrales. Est¨¢ compuesto de palabras sueltas, frases sueltas, p¨¢rrafos sueltos, sin trascender el sentido que en s¨ª contienen, como notas de una partitura; el significado aparece tan s¨®lo en el espacio intermedio entre ellos, en el eco de las asociaciones que el espectador realiza. El ritmo en el que se desenvuelve toda la acci¨®n es de una lentitud sobrecogedora, casi maniaca, que permite desplazar a placer los diferentes puntos de atenci¨®n que las acciones simult¨¢neas reclaman para s¨ª, como si de un sue?o, de una pesadilla, se tratase, sin que el espectador llegue a sentirse bombardeado por un exceso de informaciones sincr¨®nicas.
Los fragmentos de The civil wars que el Schauspiel K?ln ha puesto en escena corresponden a la primera escena del acto primero, a la quinta escena del acto tercero y al acto cuarto completo, con su ep¨ªlogo antes mentado. Los textos de estas escenas, y sobre todo el cuarto acto, se deben al escritor y dramaturgo de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana Heiner M¨¹ller, quien ha colaborado en las improvisaciones de los actores que han dado lugar a la configuraci¨®n definitiva de este acto, regido por la impresionante figura de Federico el Grande de Prusia.
El car¨¢cter de la estructura familiar alemana queda analizado a trav¨¦s de la casi omnipotente figura del padre y sus kafkianas metamorfosis, simbolizadas por una enorme ara?a mec¨¢nica, la proyecci¨®n de una nuca canosa que en la lontananza parece mirar fijamente a Federicus Rex, quien, tras ver luchar a los dos osos imperiales, repta bajo su trono para morir visionario del hist¨®rico derribo de su imagen ecuestre, que luego homenajear¨¢ con su presencia el mundo de la m¨²sica l¨ªrica, mientras un ¨¢guila surca cielos que traslucen la imagen encumbrada de la mujer o la madre. Y mil interpretaciones posibles que rezumaban de los textos las canciones, los personajes emergentes por todas partes que son realmente imposibles de sintetizar e incluso de ser descritas.
Wilson concibe el teatro como una inmensa m¨¢quina en movimiento continuado, donde el actor interpreta-act¨²a-gesticula como una pieza de la gran m¨¢quina, o como una m¨¢quina misma, y es en esa delimitaci¨®n exacta de su acci¨®n totalmente mec¨¢nica donde, seg¨²n el artista neoyorquino, el actor puede hallar su grado m¨¢ximo de libertad. En el preciso instante en que se mecaniza por completo, el actor se convierte en espacio, y es ese espacio estrechamente delimitado lo que lo libera y le permite abarcar m¨¢s espacio; la comparaci¨®n con el pulm¨®n artificial que hace Wilson es notable.
Perfecci¨®n y aburrimiento
En los Encuentros Teatrales de Berl¨ªn no todo tiene, obviamente, el mismo grado de inter¨¦s, aunque la calidad, en el sentido m¨¢s profesional de la palabra, es incuestionable. ?ste es el caso de los ¨²ltimos espect¨¢culos presentados por el Thalia Theater de Hamburgo, los M¨¹nchener Kammerspiele y el Nationaltheater de Mannheim. En los tres casos se trata de hermosas puestas en escena que fluct¨²an entre la perfecci¨®n y el aburrimiento en mayor o menor grado. Formaban la terna tres cl¨¢sicos sempiternos de la escena alemana: Got-thold Ephraim Lessing, el padre de la dramaturgia de Hamburgo (1729-1781), con su Emilia Galotti; Gerhart Hauptmann, premio Nobel en 1912 y maestro del naturalismo alem¨¢n (1862-1946), con Michael Kramer; y Anton Chejov (1860-1904), con T¨ªo Vania. El evento: Michael Kramer, la rebeli¨®n contra el padre o el drama de un artista con problemas de familia, estrenado por Gerhart Hauptmann justo en el inicio del siglo, el 21 de diciembre de 1900, en el Deutsches Theater, aqu¨ª en Berl¨ªn. Con esta obra, Hauptmann emprend¨ªa una nueva directriz dentro del naturalismo consecuente, como se denomina la corriente naturalista que prim¨® en Alemania, apoy¨¢ndose en las experiencias psicol¨®gicas de un m¨¦dico de Viena que por aquel entonces comenzaba a ser conocido por sus teor¨ªas cient¨ªficas: un tal Sigmund Freud. Pero no s¨®lo en eso es curiosa esta obra, sino en la confluencia en muchos aspectos con la corriente literaria aparentemente opuesta, la simbolista. Lo que para Hauptmann fue literatura dram¨¢tica experimental se ha convertido con el paso del tiempo en un obra popular, llena de una visi¨®n compasiva de los problemas del hombre, al gusto y la manera socialdem¨®cratas.
'T¨ªo Vania' y los mosquitos
M¨¢s colorista, plural, en cuanto a las directrices dram¨¢ticas, y algo m¨¢s interesante, por tanto, es la puesta en escena de los M¨¹nchener Kammerspiele de Emilia Galotti, de Gotthold Ephraim Lessing. El director de teatro Thomas Langhof, de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, consigue con la obra del genial comedi¨®grafo una interpretaci¨®n personal e inteligente de la problem¨¢tica entre el mundo aristocr¨¢tico absolutista y la naciente burgues¨ªa liberal de un peque?o Estado italiano -paralelismo evidente con los Estados de Alemania de mediados del siglo XVIII-, sin por ello alejarnos excesivamente de los juegos del poder de nuestra ¨¦poca, por un lado, aunque, por otro, no llegue a realizar¨¦ una verdadera adaptaci¨®n o trasposici¨®n a nuestros d¨ªas. Eso tan s¨®lo queda insinuado en el tratamiento que le da a los distintos personajes en cuanto a su manera de actuar, a la t¨¦cnica interpretativa que utilizan: realismo para los dos representantes de los poderes en oposicion, esperp¨¦nticos los servidores del poder, histri¨®nico-expresionistas las protagonistas del drama y naturalistas las v¨ªctimas.Y la tercera puesta en escena de un cl¨¢sico, con visos y pretensiones realistas y sin ese af¨¢n de trasposici¨®n de los cl¨¢sicos a la problem¨¢tica actualidad, es ese Onkel Wanja (T¨ªo Vania), de Chejov, que puso en escena el Nationaltheater de Mannheim, bajo la direcci¨®n correcta, pero a mi entender errada, de Harald Clemen. Un T¨ªo Vania lleno de mosquitos y alegatos en favor de los ¨¢rboles, que por estos bosques est¨¢n sufriendo las consecuencias de la industrializaci¨®n perpetuada, lo que pod¨ªa haber sido subrayado, potenciado o incluso refutado, seg¨²n, para acercar la vieja obra al p¨¢lpito de la poblaci¨®n actual. Pero no, todo transcurre en la monoton¨ªa tonal del algod¨®n crudo y los ocres de postal campestre, al comp¨¢s de cuatro por cuatro, machac¨®n, uniforme y aburrido, a pesar de la sensualidad impuesta por Jelena (Hedi Krigeskotte) y sus arrebatos hist¨¦ricos. Obviamente, es necesario que la escena rezume aburrimiento, pero es imprescindible que el aburrimiento no anegue la sala; es necesario que esos ab¨²licos propietarios del agro ruso nos hagan patente su superfluidad, pero a la vez es imprescindible que la monoton¨ªa aparente revele toda la gama o arco iris de sentimientos encontrados que subyacen en esas almas de sangre dostoievskiana. El intento de servir al realismo, la extrema pulcritud y perfecci¨®n en la ejecuci¨®n de un texto son a veces enemigos mortales del mismo. A pesar de que el escenario, el vestuario y la utiller¨ªa de esta puesta en escena est¨¢n plenamente al servicio de destacar los estados de ¨¢nimo de los actores en los diferentes cuadros, olvidando, por tanto, su calidad de signo epocal y creando una leve sensaci¨®n de desajuste hist¨®rico, no creo que este T¨ªo Vania aporte gran cosa a la tradici¨®n chejoviana de la escena alemana, sobre todo despu¨¦s de la escenificaci¨®n que hace un par de meses estren¨® en Berl¨ªn el Peter Stein de las Tres hermanas. Total: estos cl¨¢sicos parece que ya no sean la fuente de inspiraci¨®n que son.
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