Europa elige en junio a sus parlamentarios
434 diputados representar¨¢n en Estrasburgo a m¨¢s de 260 millones de europeos
La decisi¨®n hist¨®rica de introducir el sistema de sufragio universal y directo para la elecci¨®n de diputados al Parlamento Europeo, adoptada por el Consejo el 15 de julio de 1976 y llevada a la pr¨¢ctica con ocasi¨®n de los primeros comicios de 1979, ha supuesto pocos cambios para la C¨¢mara de Estrasburgo.
Pese a ser un s¨ªmbolo b¨¢sico de la integraci¨®n europea desde la declaraci¨®n de Robert Schuman en 1950, que abri¨® el camino hacia la Comunidad Econ¨®mica del Carb¨®n y el Acero (CECA), el Parlamento de Estrasburgo no ha con seguido mayores poderes ni apenas mayor proyecci¨®n p¨²blica en estos cinco primeros a?os de mandato representativo.
Por ello, y a la vista de que la Comunidad no dispone hoy de lo medios financieros que permitieron en 1979 llevar a cabo una gran campa?a de lanzamiento, se teme a la abstenci¨®n, que ya hace cinco a?os alcanz¨® cotas escandalosas en los pa¨ªses m¨¢s reacios a la CEE, como Dinamarca (52%) o el Reino Unido (67%).
Incluso en los medios m¨¢s europe¨ªstas se acepta, por otra parte, como un hecho adquirido que cualquiera que sea la suerte de la actual mayor¨ªa de centro izquierda en la nueva C¨¢mara de Estrasburgo los resultados de las elecciones de junio ser¨¢n, sobre todo, relevantes en el plano interno de cada Estado, y a?aden que a ese nivel deber¨¢n ser interpretados Se trata, pues, de saber si los socialistas franceses retroceder¨¢n hasta el punto de que pueda predecirse definitivamente su fracaso en las elecciones generales de 1976, si los liberales brit¨¢nicos seguir¨¢n ganando apoyos frente al laborismo (y la abstenci¨®n les favorece en ello) o si los partidos de la coalici¨®n que gobierna en Italia pierden electores.
Este enfoque es coherente con el clima de crisis que la CEE ha vivido en los ¨²ltimos a?os, pero resulta contradictorio con las tendencias hacia la integraci¨®n que se han reactivado como ¨²nica alternativa a ese proceso y cuyo m¨¢ximo exponente fue el discurso pronunciado en Estrasburgo por Fran?ois Mitterrand, presidente de turno del Consejo comunitario, el pasado 24 de mayo.
Mitterrand asumi¨® desde su alta representaci¨®n diversas ideas que han circulado durante largo tiempo en medios de la Comisi¨®n Europea, donde nadie duda que en el momento que se proceda a la ampliaci¨®n la regla de la unanimidad en las decisiones del Consejo, vigente desde el a?o 1966, tendr¨ªa que ser abandonada o restringida, porque una CEE de 12 miembros no podr¨ªa funcionar sobre la base de un principio que ya est¨¢ haciendo inviable la Comunidad de los diez.
La ampliaci¨®n, prevista ahora mismo para 1986, supondr¨ªa, pues, un profundo replanteamiento institucional ineludible en el que el Parlamento Europeo tendr¨ªa que ser dotado de poderes m¨¢s pr¨®ximos a los de los Parlamentos nacionales, y ello deber¨ªa ser un hecho para las pr¨®ximas elecciones de 1989, en las que tendr¨ªan que participar Espa?a y Portugal si todo sucede seg¨²n lo previsto.
Dependencias
Entretanto, la C¨¢mara de Estrasburgo seguir¨¢ ejerciendo dos ¨²nicos poderes efectivos: el de rechazar los presupuestos -y de ¨¦l ha hecho uso frecuente para presionar sobre el Consejo- y el de censurar a la comisi¨®n, tema del que siempre se habla, pero que jam¨¢s se ha decidido. El propio Parlamento no tiene ninguna posibilidad de ampliar estas facultades, porque tanto en la ley francesa de ratificaci¨®n del sufragio directo como en la ley electoral brit¨¢nica, ambas de 1977, se prev¨¦ que los nuevos poderes del Parlamento tendr¨¢n que ser aprobados por los Estados miembros.
En los ¨²ltimos cinco a?os, la C¨¢mara de Estrasburgo ha chocado tambi¨¦n con los Gobiernos cuando ha intentado que se sancione el principio -enunciado por el propio Tratado de Roma- de que un parlamentario de un Estado no puede ser adem¨¢s parlamentario europeo, o cuando ha tratado de que el sistema electoral sea ¨²nico para todos los Estados miembros.
En estas condiciones, el Parlamento Europeo no puede sino seguir siendo un h¨ªbrido entre una verdadera C¨¢mara transnacional y la asamblea de representantes de Parlamentos nacionales que fue hasta 1979. Esto se refleja tambi¨¦n en las dificultades que encuentran los partidos para constituir agrupaciones de nivel europeo: los democristianos, agrupados en el Partido Popular Europeo, con 117 diputados en el ¨²ltimo Parlamento, son el grupo m¨¢s coherente. El grupo socialista, con 125 diputados, ha sufrido las consecuencias del enfrentamiento entre el europe¨ªsmo franc¨¦s y el anticomunitarismo de los laboristas brit¨¢nicos; el mismo problema tienen los comunistas, con 48 diputados, porque el sector franc¨¦s se opone frontalmente al integracionismo italiano. Tanto los conservadores brit¨¢nicos como los gaullistas franceses act¨²an en Estrasburgo en calidad de formaciones pr¨¢cticamente nacionales.
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