Por las sendas deI populismo catal¨¢n
PUJOL FUE reelegido ayer como presidente de la Generalitat de Catalu?a gracias a la mayor¨ªa parlamentaria que depar¨® a CiU su victoria en los comicios, auton¨®micos del pasado 29 de abril, reforzada en la investidura por los votos de Esquerra Republicana y Alianza Popular. La querella interpuesta por el fiscal general del Estado contra Pujol y otros ex directivos de Banca Catalana, acusados de apropiaci¨®n indebida y falsedad en documento mercantil, ha contribuido a transformar en un corto plazo esa victoria en casi una apoteosis. La manifestaci¨®n que congreg¨® ayer algunas decenas de millares de personas delante del Parlamento catal¨¢n pone de relieve que los nacionalistas catalanes han sabido calar en zonas del sentimiento ciudadano y canalizarlo pol¨ªticamente en su favor y en contra del Gobierno central. Las tesis paranoicas que la Prensa reaccionaria exhibe en torno a la necesidad de demostrar la inocencia gubernamental de no intervenci¨®n en la Justicia, y no la inocencia de 25 personas sospechosas de delito, seg¨²n el fiscal, no deben servir, empero, para alimentar la paranoia contraria: la de suponer que esta manifestaci¨®n popular no responde tambi¨¦n, y sobre todo, a la expresi¨®n de un sentimiento agraviado, que entronca, guste o no a los observadores, con la m¨¢s pura de las realidades catalanas.Desde esta perspectiva, la movilizaci¨®n de ayer en respaldo de Jordi Pujol refleja la sensibilidad herida de amplios sectores sociales de Catalu?a, que no pueden separar la presentaci¨®n de una querella sobre el pasado de Banca Catalana, ni de la reciente victoria absoluta de CiU en las elecciones auton¨®micas, ni de la creencia en que el Gobierno ha impulsado la acci¨®n del fiscal general del Estado. Otros factores han contribuido a exacerbar todav¨ªa m¨¢s los ¨¢nimos: la inexistencia de un fuero procesal que equiparase las garant¨ªas de los parlamentarios auton¨®micos con las de los diputados en el Congreso; los excesos verbales de Alfonso Guerra durante la campa?a electoral y la impresi¨®n, que los hechos avalan s¨®lo en parte, pero que se ha extendido, de que la voluntad de llegar hasta el fondo de las irregularidades de Banca Catalana implica un agravio comparativo respecto a otros casos. Sobre ese trasfondo de irritaci¨®n ha operado una activa campa?a de movilizaci¨®n, incluidos anuncios en la Prensa de los m¨¢s variados gremios y asociaciones, y el flete de autobuses para trasladar a los manifestantes, que ha coloreado la convocatoria de un inconfundible tono populista.
En este populismo, siempre rentable a corto plazo en pol¨ªtica y siempre peligroso a medio y largo plazo, seg¨²n la historia ense?a, radica, a la postre, gran parte de la estrategia adoptada y de la ideolog¨ªa profunda del partido de Pujol. Es significativa esta polarizaci¨®n en tomo a un pol¨ªtico acusado, ni m¨¢s ni menos que de graves delitos y que, sin embargo, ha conseguido transmitir a un elevad¨ªsimo n¨²mero de ciudadanos la idea de que su persona, entendida como resumen de una trayectoria en el pasado y de un compromiso program¨¢tico hacia el futuro, se asocia con la historia y la realidad de Catalu?a. Cualquier tentativa de interpretar la adhesi¨®n popular a Jordi Pujol fuera del marco de los sentimientos y emociones nacionalistas est¨¢ condenada al fracaso. La habilidad del partido de Pujol y de sus portavoces ha estado fundamentalmente en el terreno en el que han logrado poner la pol¨¦mica, con la ayuda ingenua del fraguismo, que prefiere agitar el -nacionalismo catal¨¢n contra el Gobierno de Madrid, aunque sea renunciando ol¨ªmpicamente a sus soflamas sobre la sagrada unidad de la patria. Los catalanes a quienes ha ofendido que Pujol pueda ser considerado por el fiscal como un ciudadano bajo sospecha no se indignan ante esa iniciativa por simple aversi¨®n a los socialistas que ocupan el Gobierno del Estado, pero tambi¨¦n la alcald¨ªa de Barcelona, o porque propugnen la uni¨®n de la derecha autoritaria espa?ola con el catalanismo moderado. El m¨®vil de su protesta es el rechazo de la eventual participaci¨®n del Ejecutivo, heredero de una secular tradici¨®n centralista, en los intentos de procesar a un l¨ªder nacionalista que ha sido elegido presidente de la Generalitat por casi el 47% de los votantes. Se nos dir¨¢ que estas cosas desdicen de una apariencia o una proyecci¨®n modernizadora en Catalu?a; el pujolismo es, en cualquier caso, una ideolog¨ªa dif¨ªcilmente identificable con la idea de progreso, pero tiene a sus espaldas una larga historia de lucha por las libertades democr¨¢ticas y por la autonom¨ªa de Catalu?a. Y esto funciona, y ha funcionado de manera casi autom¨¢tica a la hora de responder a lo que desde el principio se ha identificado como una agresi¨®n a Catalu?a misma. Claro que ni Catalu?a ni cualquier otra realidad nacional pueden ser identificadas, seg¨²n las categor¨ªas del pensamiento democr¨¢tico, con un l¨ªder carism¨¢tico o patrimonializadas por una ideolog¨ªa o un partido.
En su discurso de investidura, Jordi Pujol lament¨® las simientes de odio que pudieran fructificar en la clase pol¨ªtica, y realiz¨® un llamamiento a la calma y la serenidad. Esa actitud expresa la emotividad con que se vive el conflicto creado por la querella en Catalu?a. Quiz¨¢ eso explique el hecho de que, presentada la querella, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez y los socialistas catalanes (el PSC) hayan perdido toda iniciativa en la batalla pol¨ªtica. Se dir¨ªa que esperan una resoluci¨®n de la querella desfavorable para Jordi Pujol -lo que, en cualquier caso, no mejorar¨ªa mucho la situaci¨®n, en estrictos t¨¦rminos pol¨ªticos, que digamos- o que aguardan a que el tiempo y otros problemas diluyan ¨¦ste en el olvido. De todas formas, si la querella no es admitida a tr¨¢mite, o si el eventual proceso no terminara en condena, habr¨¢ que reconocer que ser¨ªa un milagro que no se produjera en ese momento la crisis gubernamental tan aplazada por Felipe Gonz¨¢lez. Claro, que con tal de demostrar la capacidad de duraci¨®n de su Gabinete, el presidente parece capaz de cualquier cosa.
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