Cogida de ?ngel Teruel
Plaza de Las Ventas. 1 de junio. Decimonovena corrida de feria.Toros de TorrestrelIa, muy bien presentados, impecables de trap¨ªo y con casta, pero inv¨¢lidos.
?ngel Teruel. Estocada ca¨ªda (silencio). Cogido por el cuarto. Curro V¨¢zquez. Pinchazo perdiendo la muleta, estocada atravesad¨ªsima que asoma por un costado y descabello (ovaci¨®n y salida a los medios). Media delantera ca¨ªda y descabello (silencio). Cinco pinchazos y se tumba el toro (silencio). Jose Mari Manzanares. Estocada baja (divisi¨®n y sale a saludar). Estocada corta trasera (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Parte facultativo. ?ngel Teruel sufre cornada en regi¨®n gl¨²tea con trayectoria ascendente hacia espina il¨ªaca, de 15 cent¨ªmetros, que produce destrozos en tejido celular subcut¨¢neo y aponeurosis del gl¨²teo mayor. Pron¨®stico reservado.
JOAQUIN VIDAL
La cogida de Teruel fue imprevista, y casi inexplicable. Sali¨® a recibir al cuarto, un colorao cornal¨®n de trap¨ªo, y pues se le abri¨® demasiado, opt¨® por ponerse a buen recaudo. Entonces, y no antes, se le arranc¨® el toro que, con su velocidad, le iba a ganar la carrera. Se confi¨® Teruel y recibi¨® el tremendo derrote justo cuando entraba en la boca del burladero. Por el gl¨²teo lo levant¨® el asta, en seco hachazo, y cay¨® de pie, pr¨¢cticamente dentro del callej¨®n.
Un caso de mala suerte, dentro de la mala suerte que siempre conllevan las cornadas. Su primer enemigo hab¨ªa sido el ¨²nico enterizo de la corrida. Un animal de preciosa estampa, como todos, y casta, tambi¨¦n como todos. Le cuarte¨® pares de banderillas, y para tan mediocre resultado se tom¨® el d¨ªa por delante. Debieron darle un aviso. El aviso a los banderilleros no est¨¢ previsto, pero hay que crearlo. La reforma del reglamento es urgente tambi¨¦n para esta cuesti¨®n.
Lleg¨® a la muleta el toro con genio y corta embestida. Teruel se la ahogaba, y hac¨ªa esa embestida m¨¢s corta aun. Sorte¨® alg¨²n que otro ga?af¨®n. No hab¨ªamos llevado a la plaza el Diccionario del Mugido, pero cre¨ªamos entender al toro cuando dec¨ªa que a los de su casta no se les debe atosigar con cuerpo humano cerca pitones (mug¨ªa en comanche), porque se incomodan y violentan. Cumpli¨® Teruel en este toro comanche, serio y bien armado, y quedaba para el siguiente su desquite; pero sobrevino el infortunio de la cogida.
El segundo de la tarde era otro toro de trap¨ªo y el resto lo fue tambi¨¦n. Se trataba de una corrida preciosa de l¨¢mina, cornalona y astifina. Toros escrupulosamente criados, los Torrestrella luc¨ªan, adem¨¢s, casta. Lo que no luc¨ªan era fuerza. Se ca¨ªan como sacos. Y pues seg¨²n cierta teor¨ªa los toros se caen como sacos porque no tienen casta, empezamos a no entender tal relaci¨®n de causa a efecto. El caso es que los toros se ca¨ªan en distintas versiones; unos replegando las cuatro patas, igual que varillas de paraguas cuando escampa; otros de morro, otros de babor otros de estribor. Pero estos batacazos no eran a su salida, que hac¨ªan pujantes, como es propio del toro bravo, sino unos minutos despu¨¦s, en aproximada coincidiencia con el toque de clar¨ªn, que da plaza a la brigada acorazada de picadores.
Sobre trap¨ªo, el segundo ten¨ªa nobleza y comedido temperamento, que es combinaci¨®n ideal para que los toreros de arte derramen el tarro de las esencias. Curro V¨¢zquez es torero de arte, seg¨²n tiene demostrado, y se esperaba de su inspiraci¨®n que interpretar¨ªa las suertes fundamentales de la tauro maquia, con la belleza que sue?a la afici¨®n cuando baja la c'Alcal¨¢ fum¨¢ndose un puro. No fue as¨ª Curro V¨¢zquez, aunque animado y sereno, citaba medio tumbado, y fuera de cacho; embarcaba con abuso de pico y distanciando el viaje del toro. Dio pases buenos, pero el Torrestrella los admit¨ªa mejores. Y por si fuera poco, recorri¨® muleteando medio ruedo, sin que pareciera existir motivo para semejante trasiego. Hab¨ªa empezado la faena en terrenos del 9, la termin¨® en los del 5. En definitiva, un buen toro que se dej¨® ir; un soplo de arte que se llevaron los vientos ¨¢bregos a ignoto lugar, antes de que empezara a despedir aroma.
Su segundo toro ten¨ªa media arrancada y como no le consent¨ªa, pronto se le qued¨® en el centro de la suerte; la cual es actitud bovina que repelen los diestros de arte, y Curro V¨¢zquez fue fiel a s¨ª mismo. El sobrero que mat¨® en sustituci¨®n de Teruel estaba inv¨¢lido, tanto como, el toro devuelto al corral, y el p¨²blico armaba tal esc¨¢ndalo que apenas nadie tuvo en cuenta los pases decorosillos que consigui¨® dar. El anterior, tercero de la tarde, tambi¨¦n hab¨ªa padecido invalidez perniciosa y Manzanares aprovech¨® para pegarle docenas de pases, no menos decorosfflos que los de su compa?ero. Tampoco se le valor¨® el af¨¢n, pues toro que necesita le a¨²pen del rabo para equilibrarlo sobre las cuatro patas, dar¨¢ circo, pero fiesta de arte y valor no, y el p¨²blico se hab¨ªa congregado all¨ª precisamente para esto ¨²ltimo.
El sexto, un ejemplar serio y hondo, resisti¨® como pudo los primeros tercios y lleg¨® al ¨²ltimo con suficiente recorrido y nobleza para que un torero, m¨¢s si es de los finos, alcanzara el ¨¦xito. Manzanares quiso hacerlo suyo instrumentando pases corajudos; su voluntad de hacer faena, cuanto m¨¢s larga mejor, nadie se la podr¨ªa discutir. Pero como ejecutaba las suertes -ayer igual que siempre, estos ¨²ltimos lustros- con la la pierna contraria atr¨¢s y metiendo el pico a mansalva, pegaba pases, s¨ª, muchos pases, lo cual no era exactamente torear.
La faena concluy¨®, sumida en r¨¢fagas de vulgaridad. La feria tambi¨¦n concluye, sin triunfo, para este voluntarioso torero alicantino, cuya finura es rec¨®ndito tesoro que s¨®lo est¨¢n dotados para ver sus privilegiados ex¨¦getas.
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