"El ali?o picante"
Desde que se celebran corridas de toros en Espa?a ha habido pol¨¦micas entre sus defensores y sus detractores. Pero se han quedado cortas al lado de las pol¨¦micas que se desatan de cuando en cuando en el tendido: las broncas, aquellas "explosiones tumultuosas de ira popular", en palabras de un estudioso de la materia (Alfredo R. Antig¨¹edad); esos "estallidos de malhumor y violento disgusto" que son como "el ali?o picante de una fort¨ªsima salsa y forman parte integrante y consustancial de la fiesta".Algunas veces por culpa de los toreros, otras a causa del mal juego del ganado, en ocasiones por el comportamiento de la presidencia o la empresa, los aficionados de Madrid han estallado en espont¨¢neas y may¨²sculas manifestaciones de malestar. Sobre todo ahora, cuando algunos taurinos triunfalistas y ciertos cr¨ªticos toreristas parecen negar el derecho del p¨²blico a protestar, conviene recordar algunas de las broncas que se han desatado en nuestra plaza.
Como la que protagoniz¨® Rodolfo Gaona, el mejor torero mexicano, en una dura corrida de Albaserrada celebrada en Madrid el 19 de mayo de 1919, por ejemplo. Por cogida de un compa?ero, Gaona tuvo que matar cuatro toros, y no consegu¨ªa dominar a su ¨²ltimo enemigo, Barrenero, de una casta y dureza extraordinarias. "?No puede con los toros dificiles!", gritaron muchos aficionados, y fue entonces cuando el diestro decidi¨® matarlo. Pinch¨®. Empezaron a llover las almohadillas, y cuando Gaona pinch¨® de nuevo la bronca fue en aumento. "Vi que la situaci¨®n no ten¨ªa remedio", dir¨ªa despu¨¦s el diestro. "Por momentos esperaba el botellazo que me diera en la cabeza y me tendiese sin sentido y a merced de Barrenero, y opt¨¦ por plegar la muleta y colocarme en el centro del ruedo. Hasta all¨ª no llegaban los cojinazos y s¨®lo ve¨ªa los rostros col¨¦ricos, los brazos que se tend¨ªan amenazadores. Yo ve¨ªa a muchos espectadores con intenciones de bajar al ruedo para agredirme, y no me mov¨ª de los medios, que era el lugar mas seguro".
Entonces Gaona se enfad¨® e hizo un gesto a la presidencia como si dijera: "Puede usted hacer sonar los tres avisos y echar este toro al corral, que yo no lo mato". Y as¨ª sucedi¨®, en medio de una de las broncas m¨¢s sonadas jam¨¢s o¨ªdas en Madrid. Disgustado con este p¨²blico, Gaona nunca volvi¨® a torear en la capital.
Si Gaona fue la soberbia y el genio, Rafael G¨®mez El Gallo fue la inspiraci¨®n y la abulia. Este gran artista parec¨ªa vivir una rica vida interior, un sue?o de fantas¨ªa donde no influ¨ªan ni sus grandes triunfos ni, mucho m¨¢s comunes, sus tremendos fracasos. Una de las broncas m¨¢s grandes que desat¨® fue en Madrid, el 14 de mayo de 1910. La tarde anterior, El Gallo toreaba en Sevilla, pero cuando lleg¨® a la estaci¨®n para coger el expreso a Madrid, se dio cuenta de que el tren hab¨ªa partido tres minutos antes."Tranquilos" dijo el maestro a su cuadrilla, "iremos por carretera", y puso un telegrama a la empresa prometiendo su presencia para la hora del paseo. Luego el maestro se fue a su casa para tomar un ba?o, echarse un rato y fumar un cigarro cubano. Se visti¨® sin prisas, cen¨® con esmero y fum¨® otro cigarro. "Tranquilos", dijo Rafael a su gente nerviosa ya, "hay tiempo de sobra". Cuando por fin se pusieron en marcha eran pasadas las once de la noche.
En Madrid, por lo inestable del tiempo, se hab¨ªan vendido pocas entradas, y la empresa, segura de la llegada de Rafael, no hab¨ªa buscado sustituto. Pero cuando, un cuarto de hora antes del pase¨ªllo, a¨²n no hab¨ªa aparecido, se anunci¨® la suspensi¨®n. El p¨²blico creyendo que era una maniobra ante el poco papel vendido, reaccion¨® con enojo. "?A quemar la plaza!", gritaron algunos, y empezaron a arrancar los asientos de madera de las gradas y los palcos. Otros aficionados quisieron quemar todo el inmueble, y buscaron latas de petr¨®leo.
La polic¨ªa carg¨® varias veces, y s¨®lo la sangre fr¨ªa de su comandante, el capit¨¢n Conde, pudo evitar un mal mayor: a cuerpo limpio convenci¨® a la multitud de que "un pueblo educado no necesita que sea la fuerza quien se encargue de evitar una cosa mal hecha". ?Y El Gallo? Carreteras y coches eran m¨¢s rudimentarios en aquel entonces; lleg¨® a Madrid a medianoche.
Pero una de las broncas m¨¢s gordas en Madrid aconteci¨® casi sin que se sepa c¨®mo, en una corrida de Aleas, el 31 de mayo de 1881. Lo cuenta Don Ventura en Al hilo de las tablas: "Estando Cara Ancha pasando de muleta al cuarto toro... surgi¨® repentinamente en el tendido 2 una disputa que adquiri¨® en seguida extraordinarias proporciones. Empez¨® la misma al dar cierto sujeto una tremenda bofetada a otro espectador, que era cojo, el cual repeli¨® el ataque levantando su muleta y descargando con ella un enorme garrotazo sobre la cabeza del agresor; volvi¨® ¨¦ste a acometer, y entonces intervinieron los amigos de uno y otro, reparti¨¦ndose estacazos a diestro y siniestro".
"La furia de los combatientes era tal, que resultaban apaleadas con los bastones muchas personas ajenas a la contienda, las cuales, al verse agredidas, descargaban a su vez palos y m¨¢s palos a su alrededor, y como ¨¦stos los recib¨ªan otros espectadores neutrales, que interven¨ªan acto continuo en la trifulca a bastonazo seco y bofetada limpia, fue extendi¨¦ndose la lucha de tal manera que todo el tendido se vio mezclado en tan singular batalla. Los m¨¢s pac¨ªficos huyeron como les fue posible, y no pocos pasaron la frontera de la grada cubierta, dejando el lugar del tumulto a los combatientes, quienes, cada vez m¨¢s furiosos y en medio de un clamor general, no se daban a partido y segu¨ªan apale¨¢ndose con ardor, sin conocerse los adversarios entre s¨ª. No, bronca como aquella jam¨¢s se ha registrado en una plaza de toros".
Babelia
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