La mala inteligencia interatl¨¢ntica
Nunca hasta ahora hab¨ªa aparecido tan lejana Europa, vista desde este lado del Atl¨¢ntico. Su identidad pol¨ªtica es una brumosa inc¨®gnita, su antigua supremac¨ªa comercial se ha visto reducida de modo dr¨¢stico y no hace m¨¢s que ponerse en tela de juicio su capacidad de cara al cumplimiento de los compromisos de defensa que le incumben dentro de la Alianza Occidental.La "mala inteligencia interatl¨¢ntica", plasmada en la mayor crisis de la alianza militar, pol¨ªtica y econ¨®mica de los ¨²ltimos 35 a?os, lo cual no hace m¨¢s que reflejar, en opini¨®n de Raymon Aron, el conflicto de intereses existente entre el reparto de la responsabilidad (del que los norteamericanos no quieren abdicar) y el reparto de los riesgos (en el que los europeos se encuentran en desventaja). Hay otros, como Andrew Young, antiguo embajador de Carter en la ONU, para quienes la crisis tiene una causa bien concreta: "El liderazgo norteamericano est¨¢ atenazado entre un aislacionismo moral (la ¨¦tica pol¨ªtica heredada de la -aventura de Vietnam) y un aislacionismo estrat¨¦gico, provocado por la incesante serie de desastres sufridos en Ir¨¢n, Oriente Pr¨®ximo y L¨ªbano".
La bipolaridad vuelve a prevalecer en todas las manifestaciones del sistema internacional, al tiempo que margina a Europa en su calidad de actor secundario; el juego pol¨ªtico y los desaf¨ªos comerciales se han polarizado en torno a los dos protagonistas del teatro de operaciones militar y econ¨®mico. En el plano estrat¨¦gico, este linkage conduce paulatinamente hacia el conflicto Este-Oeste, y por lo que a los intercambios mercantiles respecta, el centro de gravedad tiende a situarse en la zona del Pac¨ªfico, la ¨²nica regi¨®n que mantendr¨¢ hasta finales de siglo un elevado nivel de bienestar y desarrollo.?Acaso ha finalizado la era trilateral? "Para Europa, convivir con Estados Unidos se ha convertido en algo prohibitivo, por no decir rid¨ªculo, aunque le resultar¨ªa imposible vivir sin Estados Unidos", afirma Simonet. En los ¨²ltimos a?os, la configuraci¨®n de un esquema triangular EE UU-Europa-Jap¨®n se realiz¨® a partir de tres factores: la nueva redistribuci¨®n del poder econ¨®mico, debido a que la Comunidad Econ¨®mica Europa sustituy¨® a Estados Unidos como principal impulsor del comercio mundial; la consolidaci¨®n del renacimiento industrial de Jap¨®n tras un proceso iniciado a partir de su derrota en la guerra; y la creciente vulnerabilidad de las econom¨ªas desarrolladas, desafinadas por pa¨ªses recientemente industrializados.
En 1983 ha ocurrido por vez primera que los intercambios comerciales de Estados Unidos con los pa¨ªses asi¨¢ticos han superado a los existentes con Europa. En este sentido, la recuperaci¨®n norteamericana s¨®lo ha sido posible a costa del viejo continente; por lo dem¨¢s, 1985 y 1986 parecen anunciar bruscas reca¨ªdas inflacionarias.
Tambi¨¦n las alianzas se agrietan ante los embates de la tentaci¨®n bipolar. La Trilateral Commisslon, reunida en Washington, ha puesto de manifiesto las enormes divergencias existentes entre norteamericanos, europeos y japoneses con relaci¨®n a la amenaza sovi¨¦tica, as¨ª como la tendencia de Estados Unidos a considerar cualquier cambio pol¨ªtico, por trivial que sea, como un atentado contra el equilibrio mundial preexistente. Por lo que respecta a Europa, la teor¨ªa de la respuesta flexible ya no se considera adecuada de cara a un hipot¨¦tico conflicto internacional.De ah¨ª que Henry Kissinger y George Schultz hayan reivindicado con todas sus fuerzas la legitimidad del uso de la fuerza militar como arma diplom¨¢tica, tomando partido en favor de una tesis que hab¨ªa sido superada merced a la paciente labor de mediaci¨®n realizada por Europa. Estos dos pol¨ªticos, aut¨¦nticos pilares de la pol¨ªtica exterior de Washington, sostienen que la americanizaci¨®n de los intereses estrat¨¦gicos del mundo provoca la incardinaci¨®n de cualquier diferencia sustancial dentro de las relaciones Norte-Sur y del enfrentamiento Este-Oeste. En este sentido, los puntos calientes (Centroam¨¦rica, el golfo P¨¦rsico y Oriente Pr¨®ximo) han de considerarse por todos los aliados como factores desestabilizadores del sistema de seguridad. De ah¨ª tambi¨¦n que el derecho de los europeos y japoneses a participar en pie de igualdad en la toma de decisiones se haga depender de su voluntad de convertir a la alianza militar en una eficiente arma de defensa activa.
Industria militar
?Qu¨¦ obligaciones querr¨¢n y podr¨¢n asumir Europa y Jap¨®n? ?Aceptar¨¢n renunciar a su papel de mediadores diplom¨¢ticos entre el Este y el Oeste para adoptar sin ambages una pol¨ªtica de grandes potencias militares mundiales? Hay algo de lo que no cabe duda: "Si no cambia la situaci¨®n, no podr¨¢ seguir d¨¢ndose por descontado la presencia norteamericana en la OTAN", ha manifestado no hace mucho Irving Kristol, profesor de Sociolog¨ªa Pol¨ªtica en Nueva York, durante un debate recogido en la revista Harper's. "Si Estados Unidos contin¨²a en la OTAN es s¨®lo porque la Alianza constituye para dicho pa¨ªs un importante mercado para su industria militar", comentaba hace unos d¨ªas The Economist.
?Bastar¨¢, sin embargo, con lograr un reequilibrio en los intercambios de la industria armament¨ªstica (actualmente siete a uno a favor de Estados Unidos) para que se produzca una mayor cohesi¨®n entre los aliados?
Brzezinski, Gardner, McNamara y Sonnenfeldt -la vieja guardia norteamericana, m¨¢s sensible a las exigencias de Europahan intentado relanzar el multipolarismo. Su proyecto pasa por la definici¨®n de una serie de trade offs (cambios pol¨ªticos entre costes y beneficios), a fin de reconstruir un objetivo hist¨®rico com¨²n internacional.
La teor¨ªa del cambio pol¨ªtico implicar¨ªa que Estados Unidos intentase reducir de modo dr¨¢stico el d¨¦ficit de su presupuesto federal, actualmente uno de los principales factores de la desestabilizaci¨®n econ¨®mica y monetaria mundial. De todas formas, y puesto que cualquier reajuste de cierta entidad s¨®lo puede realizarse mediante la reducci¨®n de los gastos de defensa, los aliados se ver¨ªan obligados a soportar mayores cargas en el ¨¢mbito militar. As¨ª Europa tendr¨ªa que contar con el armamento convencional necesario para impedir que Estados Unidos, en caso de ataque sovi¨¦tico al continente, tuviese que desplegar sus propios contingentes nucleares y t¨¢cticos.
Y a cambio de todo esto, ?qu¨¦? A trav¨¦s del nuevo pacto de alianza se prev¨¦ que Europa se recupere parcialmente del importante retraso sufrido a ra¨ªz del proceso de reestructuraci¨®n de su industria mediante un flujo de inversiones de gran envergadura, acompa?ado de transferencia de tecnolog¨ªa procedente de Estados Unidos y de Jap¨®n.
Europa est¨¢ muy desilusionada de su andadura, pues ha provocado el florecimiento del neonacionalismo franc¨¦s y del kulturpessimismus alem¨¢n. Hoy d¨ªa, lo ¨²nico que puede hacerse para que el viejo continente reasuma su papel de protagonista en las relaciones trilaterales es traspasar parte de los poderes decisorios de manos de los Gobiernos a los poderes econ¨®micos organizados.
Ya est¨¢ preparado y dispuesto el dec¨¢logo en el que ha de basarse esta compleja y ambiciosa operaci¨®n: crear un mercado com¨²n de capitales, suprimiendo las barreras nacionales existentes; concentrar los recursos financieros en torno a unos cuantos polos productivos de ¨¢mbito continental y de importancia mundial situados donde mayores y m¨¢s r¨¢pidas sean las posibilidades de desarrollo tecnol¨®gico; abrir una v¨ªa doble con EE UU y Jap¨®n para el intercambio de tecnolog¨ªa, de management y de actividades de investigaci¨®n y desarrollo.
?Es, pues, una Europa librecambista y a lo american style la que se prepara para enfrentarse en los a?os ochenta y noventa al resto de las grandes fuerzas econ¨®micas, volviendo a convertirse en interlocutor privilegiado del fr¨¢gil equilibrio entre las grandes potencias?
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