La dictadura de los picadores
Alguien dijo con mucha sabidur¨ªa que el primer tercio es el fundamental de la lidia. La lidia, toda la corrida, depende, en efecto, de c¨®mo se haga el primer tercio, y en esta ¨¦poca degenerada de la fiesta que vivimos, la dictadura de los picadores la ha convertido en carnicer¨ªa y desastre. Ayer, en el mano a mano de Las Ventas, que hab¨ªa despertado gran expectaci¨®n, una vez m¨¢s.Los toreros del mano a mano defraudaron, porque estuvieron mal. Pero todo el espect¨¢culo estuvo mal por culpa de unos picadores cuyo ejercicio consiste en destrozar toros con alevosos puyazos traseros. Desde el catafalco en que se encaraman cometen la fechor¨ªa, y las cuadrillas de a pie se quedan tan frescas -quiz¨¢ porque les complace que destruyan al toro-, pero se queda tan fresco tambi¨¦n el se?or del palco, que es un funcionario sin afici¨®n ni autoridad, y contempla estos atropellos haciendo el Don Tancredo.
Plaza de Las Ventas
10 de junio.Novillos de Pe?ajara (quinto, sobrero), muy bien presentados, con casta y la mayor¨ªa manejables. Jaime Malaver. Estocada corta desprendida (palmas y algunos pitos). Media baja (silencio). Estocada trasera ca¨ªda (silencio). Manuel Cascales. Estocada corta muy baja (divisi¨®n y saluda). Pinchazo y estocada corta baja (silencio). Dos pinchazos y estocada delantera (silencio). Parte facultativo. El picador Epifanio Rubio fue asistido en la enfermer¨ªa de contusiones y un puntazo en la cadera pron¨®stico reservado.
Basta ver a los picadores en el paseillo. Avanzan en formaci¨®n cerrada, cimeros del inexpugnable basti¨®n de sus enguatados percherones. Son la divisi¨®n acorazada. La fuerza que manejan es superior a la del toro. Y cuando ¨¦ste cae en su manos, lo crujen espinazo atr¨¢s; all¨ª donde podr¨ªan matar. Muy frecuentemente hacen la carnicer¨ªa no en el momento que dicen "de detener", sino cuando tienen al toro a su merced, bajo la bota hierro, enredado en el peto, espantado e inm¨®vil; y eligen sitio para clavar la puya, y el sitio que eligen es precisamente donde desgarran zonas vitales.
Un picador, ayer, lleg¨® a derribar al toro, y aunque lo ten¨ªa en el suelo, indefenso, segu¨ªa alance¨¢ndole. Nada se sabe de que esta forma de proceder, ni las otras, haya merecido, multas, o severas advertencias de los presidentes, ni de nadie. M¨¢s bien se sabe que los picadores ejercen impunemente su dictadura, con la que convierten en s¨®rdida peripecia lo que siempre fue ordenado, emocionante y bello juego de la lidia.
Sali¨® la novillada con casta, y su potencia empez¨® a romperse en esos crueles primeros tercios.
Toda ella pudo tener emoci¨®n como tuvo manejabilidad. De cualquier forma, los novilleros, triunfadores de la pasada feria de San Isidro, no pudieron con este ganado; ni siquiera con los ejemplares que les correspondieron de inequ¨ªvoca boyant¨ªa. Est¨¢n verdes, que dir¨ªan los castizos.
Hab¨ªa enormes diferencias entre su actuaci¨®n de ayer y las de la isidrada; pues, naturalmente una cosa es pegarle pases al novillito pastue?o y otra al de trap¨ªo que adem¨¢s tiene casta. Les fall¨® la t¨¦cnica y les fall¨® el valor. Ambos se mostraban pusil¨¢nimes para consentir y aguantar. Malaver dio muestras de estilo en algunos lances a la ver¨®nica y en algunos redondos. Pero sobre su utilizaci¨®n innecesaria y abusiva del pico, y su propensi¨®n a dejar la pierna contraria atr¨¢s, le faltaba mando, coherencia en el muleteo, aguante. Lo mismo le ocurri¨® a Cascales, agravado porque este joven espada hace un toreo perfilero, vertical y corto, a consecuencia del cual remata de tal forma que se echa encima las embestidas. Y adem¨¢s, cuando los novillos presentaban los problemas que son inherentes a la casta, perd¨ªa los papeles. Pueden ser toreros, pero a¨²n les queda un largo aprendizaje.
La c¨¢tedra les dio ayer suspenso con recomendaci¨®n de que vuelvan en septiembre, si es que para entonces se saben la papeleta. Ojal¨¢ tambi¨¦n para entonces ya se haya abolido la dictadura de los picadores. Pero las esperanzas son pocas. La acorazada manda, y no hay quien la pare.
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