El picador Mat¨ªas dio la vuelta al ruedo

Un tercio de varas como el que protagoniz¨® Mat¨ªas hijo, no se olvida en la vida. Y as¨ª lo reconocieron los franceses, que le hicieron dar la vuelta al ruedo. Luego dicen que a los extranjeros no les gusta eso de picar. Por lo que no pasan es por admitir chapuzas en torno a este bello tercio.Se corr¨ªa el quinto toro, que fue ovacionado de salida por su trap¨ªo. Con ¨¦l estar¨ªa nulo con el capote Nime?o; pero cuando de ir al caballo se trataba, ah¨ª estaba Mat¨ªas hijo, para llamarle, fijarle, alegrar a la cabalgadura, alto el brazo y firme la vara provocaba la embestida. De largo arrancaba el bravo Miura y en todo lo alto el varilarguero coloc¨® tres puyazos de ¨¦poca. La plaza se ven¨ªa abajo.

El toro tras este tercio aguantaba perfectamente con su gran casta una lidia mediocre y salpicada de enganchones que tendr¨ªa como final el inimaginable premio de dos orejas para este Nime?o II que aburri¨® a sus propios paisanos y de quienes recibi¨® -cuando tom¨® los trofeos- una gran bronca. En cambio, el picador hubo de dar la vuelta al ruedo, ante el clamor popular. Sin relieve hab¨ªa sido tambi¨¦n la labor de Nime?o en su primero, salvo un par de banderillas cortas al quiebro.

Para Jos¨¦ Antonio Campuzano fue el mejor toro de la tarde, el que abr¨ªa plaza; ten¨ªa gran trap¨ªo, era colorado y astifino y nobleza fuera de lo com¨²n. Para torearle bien, centrado y con gran calidad, all¨ª estaba Campuzano. Con dos largas de rodillas lo recibi¨® al hilo de las tablas. Un quite por chicuelinas mediar¨ªa en un final de faena que con la muleta iba a tener excelente realizaci¨®n. Con calidad y ligaz¨®n sal¨ªan los pases, y tras media estocada, el desconcertante presidente de ayer le concedi¨® una oreja. Nada clara era la embestida que ten¨ªa el cuarto. Tampoco el torero lo lidi¨® y tras una faena de ali?o lo despach¨® de un bajonazo.

Tom¨¢s Campuzano no supo fijar a su inc¨®modo primero y con peligro y cal¨¢rnocheando lleg¨® a la muleta. Este toro unas veces tiraba derrotes y otras lanzaba el certero ga?af¨®n que el diestro salvaba a base de reflejos. Sin embargo iba a ser en su segundo cuando el torero ejecut¨® hondos derechazos acompa?ando la larga embestida del morlaco.