El pa¨ªs de la infancia

A la I Semana de la Historieta en Madrid le han dado los s¨®tanos del Palacio de Congresos y Exposiciones: un local angosto y m¨¢s bien trist¨®n al que no llegan los ecos de la convenci¨®n de peluquer¨ªa o de los encuentros sobre nuevas tecnolog¨ªas que se est¨¢n celebrando m¨¢s arriba, en los salones aparentes. Da igual.Bajar al subsuelo del amplio edificio coronado por un friso de Mir¨® es descender al pa¨ªs de la infancia de la mano de Zipi y Zape, revoltosos, que preparan la ¨²ltima canallada a don Pantuflo; seguir el rastro de manjares ideales que olfatea Carpanta en el horizonte; investigar con Filem¨®n y Mortadelo; buscar el ideal al lado del capit¨¢n Trueno.

Es pasear entre la sutil elegancia de paraguas al brazo de un Coll, el m¨ªtico dibujante de T80,- es salir a la calle con La posada fat¨ªdica, primer t¨ªtulo de El capit¨¢n Trueno, publicado en junio de 1956, a 2,50 pesetas; es agradecerles a Zatara¨ªn, L¨®pez Blanco y Garc¨ªa Pizarro sus cuadernos de aventuras completamente an¨®nimos, esos casi 40 a?os de profesi¨®n sin halagos y sin alardes.

Es descubrir el esfuerzo de los j¨®venes que editan fanzines de ocho p¨¢ginas con todo el entusiasmo del mundo y el dulce encanto de la clandestinidad en sus tintes de multicopista, en sus t¨ªtulos procaces: Papel de culo, Monte de Venus. Es sentarse en la tebeoteca y sumarse a todos los muchachos absortos en las tiras ilustradas, y descubrir entre ellos alguna cabeza cana, alguna ilustre calva llamada a las aventuras de la regi¨®n en donde todo es posible, hasta reconocerse.