Una p¨¦rdida para los combatientes del socialismo y de la paz
La muerte de Enrico Berlinguer constituye una gran p¨¦rdida no s¨®lo para los comunistas italianos y para Italia, sino para toda Europa, para todos los combatientes por la paz y el socialismo.Berlinguer fue un hombre con una personalidad sumamente atractiva, un gran pol¨ªtico y un l¨ªder de talla internacional, cuya voz y opiniones fueron escuchadas y tenidas en cuenta en todo el mundo.
El Partido Comunista italiano goza de una situaci¨®n peculiar entre los dem¨¢s partidos comunistas al haber creado un estilo original en su actividad pol¨ªtica y te¨®rica. El PCI nos ha ofrecido una imagen de partido popular, con un tono de pol¨¦mica peculiar propio, de di¨¢logo basado no en la vulgaridad de las acusaciones, sino en el poder de persuasi¨®n de los argumentos y en el car¨¢cter incontestable de los hechos expuestos.
Esta imagen se ha mantenido fiel a todas las conquistas democr¨¢ticas, sin alejarse de las convicciones comunistas y los valores del socialismo cient¨ªfico; sin interrumpir la lucha firme, continua y victoriosa para una radical transformaci¨®n de la sociedad capitalista, cuyos callejones sin salida son evidentes en Italia. Adem¨¢s, logr¨® evitar las manifestaciones de intolerancia, sectarismo, demagogia, exasperaci¨®n y el fanatismo belicoso, cuyos estallidos en Occidente radican en la desesperaci¨®n y debilidad de la gente que ha perdido la esperanza y en las reacciones emocionales, que, sin embargo, no sirven para hallar el camino hacia la justicia.
El PCI ha cambiado a trav¨¦s de las varias etapas de su historia, y casi siempre para mejor. Ha conseguido crear la coherencia de continuidad y de direcci¨®n y evi tar esas formas destructivas de lucha que otros partidos de Occidente y del Este no han podido evitar. Esto no constituye un s¨ªntoma de oportunismo, sino de una gran cultura pol¨ªtica. El PCI se ha desarrollado sin exclusiones ni condenas y sin olvidar su propio pasado. No ha tenido que repudiar a sus propios jefes o borrar sus nombres de su historia. Desde Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti o Luigi Longo hasta Enrico Berlinguer, el PCI ha atesorado, sin soluci¨®n de continuidad, una experiencia pol¨ªtica positiva. Un resultado tan importante s¨®lo puede ser el fruto de una riqueza de talentos pol¨ªticos y personales y de la cohesi¨®n del grupo dirigente del partido. Tambi¨¦n son indudables los m¨¦ritos de sus jefes, que, como Berlinguer, fueron dignos continuadores de las tradiciones del partido.
Las crisis del Este
Los comunistas italianos han conquistado desde hace mucho tiempo la independencia para la elaboraci¨®n de su pol¨ªtica. Al mismo tiempo, han sabido abandonar los esquemas pol¨ªticos e ideol¨®gicos que quedaron anticuados. Pero la autonom¨ªa del Partido Comunista Italiano no puede eliminar esa interdependencia por la que todos los ¨¦xitos o fracasos del movimiento afectan a todos sus componentes.
El 20? Congreso del PCUS, los sucesos de 1956 en Hungr¨ªa y de 1968 en Checoslovaquia, la ruptura entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y China, la revoluci¨®n cultural en la Rep¨²blica Popular de China, los hechos de Afganist¨¢n y Polonia afectaron de forma dolorosa a los comunistas occidentales. El PCI ha sufrido p¨¦rdidas de menor importancia respecto a los partidos de Europa occidental porque su postura a lo largo de esa crisis fue particularmente sincera y coherente con sus principios.
Berlinguer siempre dijo, sin dejar de ser un pol¨ªtico, s¨®lo aquello de lo que estaba firmemente convencido. Nunca dej¨® de condenar y criticar el imperialismo, pero tambi¨¦n manifest¨® su desacuerdo por decisiones 9 acciones adoptadas por otros partidos comunistas. Nunca fue un politizante, pero, desgraciadamente, muchos de sus opositores no supieron apreciar esta virtud y publicaron en sus pa¨ªses s¨®lo sus respuestas, y no las claras y convincentes declaraciones de Berlinguer y del grupo dirigente comunista.
Berlinguer despertaba respeto e influ¨ªa en la mejor parte de la inteligencia del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. A pesar de que en nuestro pa¨ªs rara vez se pod¨ªan leer los documentos del PCI, era evidente que Europa occidental y, sobre todo, Roma, m¨¢s que Mosc¨², se hab¨ªan convertido en el centro de las investigaciones te¨®ricas y del pensamiento socialista.
Enrico Berlinguer fue un hombre de gran paciencia, que siempre estaba dispuesto a escuchar a sus opositores y adversarios.
Propon¨ªa buscar un futuro mejor para Italia no s¨®lo junto a los socialistas, sino tambi¨¦n con los democristianos. Estos llamamientos tuvieron eco entre los pol¨ªticos razonables y honestos, pero suscitaban una gran hostilidad, e incluso el miedo, de aquellos para los que no existe un mal o un buen l¨ªder comunista, y para los que incluso es peor que exista un socialismo con el rostro humano. Pero estos aspectos no fueron indiferentes para el pueblo italiano y todas aquellas personas honestas que por ello confiaron en ¨¦l. El PCI no s¨®lo lucha para un futuro mejor, sino tambi¨¦n para un presente mejor. A su lucha se hallan ligadas casi todas las conquistas sociales de la Italia de la posguerra. En las ciudades y regiones donde el PCI integra el Gobierno, las ¨²lceras del capitalismo no desaparecieron, pero son menos dolorosas.
La hemorragia cerebral ha puesto fin a la vida de Berlinguer en la plenitud de su actividad pol¨ªtica y en su mejor momento. Yo no quiero escribir la palabra de "p¨¦rdida insustituible" porque, hasta ahora, el PCI siempre tuvo a herederos dignos de los l¨ªderes que perdi¨® y, adem¨¢s, dispone de un grupo dirigente firme, capacitado y brillante. Ello hace suponer que incluso ahora el PCI podr¨¢ reemplazar la p¨¦rdida que ha sufrido y conservar sus tradiciones.
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