Los comunistas en Europa
Los observadores poco familiarizados con el comunismo en Europa Occidental prestan excesiva atenci¨®n a su actitud hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Es cierto que las mayores dificultades con que se enfrentan los comunistas occidentales, se derivan de la simult¨¢nea ascensi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como. potencia militar global y su ocaso como polo de atracci¨®n ideol¨®gica -lo que Berlinguer y el Partido Comunista de Italia han venido en llamar p¨¦rdida de spinta propulsiva, esto es, impulso constructivo-. Pero el verdadero debate pol¨ªtico entre los comunistas europeos se centra en un problema m¨¢s profundo: el debilitamiento del proletariado en la Europa Occidental posindustrial.El debilitamiento de la clase trabajadora -la propia existencia del problema y las medidas con que se pretende contrarrestarlo- cuestiona no s¨®lo la estrategia y la t¨¢ctica aplicadas por los comunistas de Occidente para conquistar el poder, sino que, lo que es m¨¢s importante, plantea serios interrogantes en torno al car¨¢cter fundamental de la sociedad que intentan crear.
La teor¨ªa cl¨¢sica marxista asigna al proletariado el papel de protagonista en el drama de la historia moderna. Como ha se?alado Leszek Kolakowsky, "la piedra angular del marxismo reposa, sin duda, en la convicci¨®n de que la clase trabajadora, gracias a su espec¨ªfica misi¨®n hist¨®rica, ser¨¢ la liberadora de la humanidad". El materialismo hist¨®rico atribuye el papel de motor del cambio hist¨®rico a las luchas de clases originadas por las relaciones de producci¨®n. Mientras que Lenin desarrolla la idea de un partido comunista concebido como vanguardia, el marxismo-leninismo ve en la necesidad objetiva de la victoria de la clase trabajadora el veh¨ªculo id¨®neo para lograr la transformaci¨®n final de la sociedad en un ente de salienado y sin clases. Pero, ?qu¨¦ puede quedar de este an¨¢lisis cuando el proletariado no s¨®lo fracasa en su papel revolucionario y vanguardista, como ha ocurrido en Europa Occidental, sino que adem¨¢s muestra claros indicios de perder aquel centralismo estrat¨¦gico en la econom¨ªa y en la sociedad que le atribuye el marxismo tradicional?
Dos amplias tendencias se han configurado desde que el problema comenz¨® a ser reconocido por los comunistas, a finales del decenio de los cincuenta. Una sostiene que la transformaci¨®n socialista han de lograrla las nuevas fuerzas que surgen en la sociedad posindustrial, mientras que la otra afirma que nada ha cambiado: aunque el proletariado occidental se haya hecho m¨¢s complejo, conservan su original vocaci¨®n hist¨®rica.
La ruptura de moldes del marxismo establecido que conlleva el primero de estos enfoques ha originado una verdadera eclosi¨®n de ideas y movimientos dentro y fuera de los partidos comunistas europeos, una eclosi¨®n que abarca desde el renacimiento del trotskismo en el decenio de los sesenta y el mao¨ªsmo latente en los acontecimientos del Par¨ªs de 1968, hasta el eurocomunismo de los partidos comunistas italiano, franc¨¦s y espa?ol, y las elitistas facciones terroristas de la pasada d¨¦cada en la RFA e Italia. A pesar de su diversidad, sin embargo, estas tendencias poseen varios puntos en com¨²n, y en definitiva, todas confluyen en la idea de que el proletariado juega un papel cada vez menor en el mundo occidental.
La principal conclusi¨®n es que, si el determinismo econ¨®mico del modelo cl¨¢sico de materialismo hist¨®rico ya no funciona, las alternativas de movilizaci¨®n han de venir dadas por factores ideol¨®gicos y pol¨ªticos. En esta l¨ªnea se inscribe, la curiosa atracci¨®n de tantos comunistas occidentales hacia la revoluci¨®n cultural mao¨ªsta en el decenio de los sesenta. El gran salto adelante emprendido por China en ausencia de un proletariado desarrollado suger¨ªa la conclusi¨®n de que en Europa, con un proletariado imperfecto por otras razones, el levantamiento de las masas populares, instigado desde la c¨²spide, pod¨ªa trascender la lucha de clases condicionada por la historia (el papel trascendental de los intelectuales constituye tambi¨¦n un importante motivo revisionista, llevado a conclusiones absurdas por los grup¨²sculos terroristas de la d¨¦cada de los setenta).
Estrategia eurocomunista
Pero si nos ce?imos al curso ideol¨®gico principal, detr¨¢s de la estrategia eurocomunista de promoci¨®n de alianzas populares subyace tambi¨¦n una aspiraci¨®n similar de sustituir las masas por las clases. Aqu¨ª las menguantes filas del proletariado de viejo cu?o se ven reforzadas al combinarse con los nuevos grupos de asalariados, pertenecientes a los estratos intermedios. Esta alianza contra los monopolios constituye, por ejemplo, la base del programa com¨²n suscrito en Francia entre el partido comunista y el socialista.
La alianza debe su raz¨®n de ser al argumento seg¨²n el cual la anterior confrontaci¨®n de clases entre capital y trabajo ha sido superada en el capitalismo monopolista por una nueva confrontaci¨®n entre el pueblo, unido por encima de las clases, y las fuerzas monopolistas, organizadas por el Estado. Al igual que, en el caso maoista, el planteamiento permite sustituir los factores pol¨ªticos e ideol¨®gicos por los mecanismos de cambio hist¨®rico enraizados en las relaciones de producci¨®n: en Europa Occidental los movimientos pacifistas, las campa?as a favor de los derechos humanos, la cuesti¨®n feminista, la emancipaci¨®n de las minor¨ªas raciales y sexuales y otros varios frentes populares pueden remplazar a la ya anticuada lucha de clases, abriendo camino para una transici¨®n pac¨ªfica y democr¨¢tica al socialismo.
Resultan obvios los atractivos que presenta esta remodelaci¨®n del marxismo: la parafernalia asociada al estalinismo sucumbe en parte al abandonar los partidos occidentales el concepto de dictadura del proletariado; el distanciamiento necesario por motivos electoralistas entre el comunismo europeo occidental y la URSS adquiere tintes filos¨®ficos; el lado humanista del joven Marx suscita nuevos enfoques; Italia y Francia refrescan el recuerdo de la resistencia interclasista contra el hitlerismo; la ambiciones comunistas de total transformaci¨®n de la sociedad se reconcilian con el constitucionalismo burgu¨¦s, y, sobre todo, se esboza una estrategia m¨¢s viable para la conquista del poder, en virtud de la cual se convoca a las nuevas fuerzas, "que llevan el futuro en sus huesos", para llenar el vac¨ªo dejado en el mismo coraz¨®n del marxismo por el prolongado adi¨®s de la clase trabajadora.
Aun as¨ª, los comunistas que se oponen al revisionismo tienen raz¨®n al insistir en que estas modificaciones equivalen a la disoluci¨®n de la tradici¨®n marxista-leninista. Pues, en realidad, ?qu¨¦ queda cuando el f¨¦rreo marco del materialismo hist¨®rico y sus mecanismos econ¨®micos es sustituido por las m¨¢s suaves teor¨ªas de la evoluci¨®n ideol¨®gica y cultural, cuando la cooperaci¨®n entre clases sustituye a la lucha de clases? ?Qu¨¦ queda cuando la hegemon¨ªa de Gramsci ocupa el lugar de la dictadura de Marx, cuando la clase trabajadora se ve desplazada de su papel privilegiado como agente del cambio revolucionario?
Esta corriente innovadora de las viejas se?as de identidad del comunismo europeo occidental choca con la que parece ser creciente resistencia de personajes como Cossuta, Ingrao, Leroy,y quiz¨¢ Michael Bettany.
El argumento central de los que defienden la tradici¨®n marxista-leninista sostiene que el proletariado est¨¢ vivo y sano, por mucho que ahora vista cuello blanco o incluso falda. Al igual que la vieja clase trabajadora de cuello azul, este nuevo proletariado sigue divorciado de los medios de producci¨®n, y su explotaci¨®n laboral se confirma en la apropiaci¨®n de la plusvalia. Puede que lea el Guardian o Le Monde en vez del Daily Mirror o Le Parisien Lib¨¦r¨¦, pero sus caracter¨ªsticas esenciales siguen entroncadas en las relaciones de producci¨®n explotadoras que se dan bajo el capitalismo. El proletariado sigue siendo la clase del futuro, de la misma forma que el partido comunista, con su bien conservado centralismo democr¨¢tico, sigue siendo el partido de vanguardia.
El Partido Comunista de Italia tiende a perseverar en una estrategia eurocomunista, que puede proporcionarle credibilidad socialdem¨®crata a costa del abandono de su herencia marxista-leninista. Pero el partido comunista de Marchais se retirar¨¢, sin duda, a un callej¨®n sin salida hist¨®rico una vez salga del Gobierno Mitterrand, de la misma manera que Arthur Scargill y sus seguidores han provocado el repliegue del movimiento laborista brit¨¢nico sobre s¨ª mismo, a ra¨ªz de las elecciones generales del a?o pasado.
Quiz¨¢ a ciertos niveles de abstracci¨®n se descubra que una h¨¢bil remodelaci¨®n de las definiciones puede recrear un proletariado capaz de otorgar al partido cierta confianza en el futuro.
Pero el problema sigue ah¨ª: si los comunistas occidentales no logran despertar la vocaci¨®n revolucionaria del viejo proletariado, ?c¨®mo van a poder despertarla en el nuevo?. ?Es que acaso existe, en ¨²ltima instancia, algo radicalmente falso en la idea de que las clases tienen vocaci¨®n?
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