El magistrado cavil¨® sobre las huellas
Poco despu¨¦s de la detenci¨®n de Mariano de la Antonia, un periodista escribi¨® en un diario madrile?o ya desaparecido que al joven le perdi¨® la viruela que desde ni?o marca su cara. Ese detalle flisico y la anchura de su boca, nariz y cejas hacen que Mariano no sea un joven agraciado. De ¨¦l, alguien relacionado con el proceso de investigaci¨®n se permiti¨® afirmar que "tiene cara de sospechoso", ese rostro de perpetuo enfado que lucen los retratados, a su pesar, en elfotomat¨®n de la polic¨ªa. El joven ha estado privado de libertad casi tres meses porque siete personas han sostenido ante la polic¨ªa y el juez que era el que dispar¨® en la calle de Valderribas.Los testigos fueron llamados a la comisar¨ªa de la Estrella. All¨ª les ense?aron una ¨²nica foto de rese?a policial, la de Mariano de la Antonia, tomada en una nimia detenci¨®n anterior. A los testigos les preguntaron "?es ¨¦ste?" y todos respondieron que s¨ª, algunos con dudas. M¨¢s tarde, Mar¨ªano, ya detenido, les fue mostrado en persona. Seg¨²n su abogado, junto a un polic¨ªa y otro detenido, ninguno de los cuales se le parec¨ªa demasiado. Todos reconocieron al mismo joven de la fotograf¨ªa.
Pruebas materiales,-o sea, armas, objetos robados, huellas, cabellos, sangre o cualquier otra cosa que no fuera un testimonio personal, nunca hubo. Los minuciosos an¨¢lisis de laboratorio policial no encontraron huellas dactilares del detenido en el coche en el que hab¨ªa huido el homicida, aunque s¨ª las del difunto y las de un desconocido, que la polic¨ªa calific¨® en un informe de "an¨®nimas". Tampoco apareci¨® en poder de De la Antonia el rev¨®lver del crimen u objeto alguno que fuera propiedad de Aurelio Mu?oz. Nadie reconoci¨® tampoco como del joven una bufanda que us¨® el homicida.
Los antecedentes policiales de De la Antonia, que trabajaba antes de ser detenido como mensajero, se limitaban a un arresto policial, hac¨ªa tres a?os, por tenencia de hach¨ªs.
Mariano era el presunto culpable. El caso pod¨ªa darse por cerrado. Ni la polic¨ªa, ni la autoridad judicial prestaron atenci¨®n, en un primer momento, a las declaraciones de Jos¨¦ Ram¨®n P¨¦rez Maxedo y Francisco Hurtado Fontalba, amigos del encarcelado. Los dos afirmaron que De la Antonia estaba con ellos la tarde del crimen en el cine Goya.
Fue Manuel Ant¨®n de la Riva, magistrado del juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 19, que se hab¨ªa declarado convencido de la culpabilidad de De la Antonia y hab¨ªa ordenado su procesamiento e ingreso en prisi¨®n, qui¨¦n imprimi¨® un giro al caso. El magistrado reley¨® con especial atenci¨®n las diligencias y concluy¨® con una solicitud a la polic¨ªa para que continuara las investigaciones. Al juez le llam¨® la atenci¨®n el hecho de que las huellas del procesado no aparecieran en el veh¨ªculo del difunto, con el cual huy¨® el homicida. El asaltante no hab¨ªa empleado guantes y era muy extra?o que sus huellas no quedaran sobre el volante, cuando, en cambio, hab¨ªa otras. El verdadero culpable no hab¨ªa tomado la precauci¨®n de limpiarlopara borrar sus impresiones dactilares. Deb¨ªan estar all¨ª. Y parece que estaban.
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