La frialdad de un ministro
LA FALTA de sensibilidad del Gobierno respecto a los problemas que plantea la construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas, en general, y el papel de las llamadas nacionalidades hist¨®ricas, en particular, ha vuelto a ponerse de relieve con motivo de la toma de posesi¨®n de Jordi Pujol como presidente de la Generalitat de Catalu?a. El ministro de Administraci¨®n Territorial, representante oficial del Gobierno en el acto, exhibi¨® una desde?osa frialdad en una sesi¨®n que no era tanto una celebraci¨®n partidista de la victoria de Pujol o de Converg¨¨ncia i Uni¨® como la culminaci¨®n de unas elecciones democr¨¢ticas, celebradas limpiamente y ganadas incontestablemente por una de las fuerzas en litigio, una coalici¨®n que merece tanto respeto dentro del juego pol¨ªtico como el que reclaman para s¨ª los socialistas. Esa actitud constituye, adem¨¢s de una incorrecci¨®n, un nuevo error pol¨ªtico.Las explicaciones dadas luego por el propio ministro para justificar su decisi¨®n de no aplaudir al nuevo presidente de la Generalitat en el momento de tomar posesi¨®n de su cargo no han hecho sino empeorar el gesto. De la Quadra se molest¨®, al parecer, porque el discurso pronunciado por Pujol rebasara los niveles protocolarios e incumpliera, al hacerlo, un misterioso pacto previo. ?Hasta cu¨¢ndo los profesionales del poder van a persistir en denunciar ante la opini¨®n p¨²blica sin sonrojarse el quebrantamiento de acuerdos secretos cuya existencia los ciudadanos desconoc¨ªan anteriormente, y que oscurecen, en cualquier caso, la transparencia que la vida p¨²blica debe tener en un sistema democr¨¢tico? ?No comprende el ministro de Administraci¨®n Territorial que esa supuesta infracci¨®n por Jordi Pujol de un pacto vergonzante con el Gobierno se vuelve, a lo sumo, contra quienes suscribieran previamente un trato destinado a recortar la libertad de expresi¨®n de un cargo electo?
El ministro tambi¨¦n se incomod¨®, hasta el extremo de cruzar ostentosamente los brazos mientras los dem¨¢s ocupantes de la presidencia aplaud¨ªan la conclusi¨®n del discurso, ante el hecho de que Pujol criticase a "aquellos que tienen un concepto centralista y patrimonial de Espa?a". En su opini¨®n, su condici¨®n de "testigo, en representaci¨®n del Estado", le imped¨ªa hacer ese gesto protocolario de cortes¨ªa que es el aplauso. No parece, sin embargo, que la raz¨®n asista a la conducta y a las explicaciones de Tom¨¢s de la Quadra. Por m¨ªnimamente que se respeten las instituciones de autogobiemo y el dise?o del Estado de las autonom¨ªas, un ministro no es qui¨¦n para decidir sobre el tipo de discurso que debe pronunciar el presidente electo de una comunidad aut¨®noma en su toma de posesi¨®n. ?Pact¨® secretamente, en su d¨ªa, Rafael Escuredo con el ministro centrista de Administraci¨®n Territorial su discurso en el Parlamento andaluz? Por lo dem¨¢s, es cuando menos una imprecisi¨®n afirmar que Tom¨¢s de la Quadra representaba al Estado -Estado eran todos los asistentes, incluido desde luego, el presidente de la Generalitat- y no al Gobierno. Y esta patrimonializaci¨®n del propio Estado por un servidor del mismo desde un Gobierno particular que representa a un partido concreto explica bien a las claras el fondo del problema. Porque ¨¦ste, en cualquier caso, no es determinar si el ministro estaba o no obligado, por cortes¨ªa o por protocolo, a aplaudir el discurso y a sacrificar su libertad para exteriorizar sus opiniones persona les o partidistas sobre las palabras pronunciadas por el presidente de la Generalitat. Cuando resulta que ni si quiera se levant¨® en el momento en que el presidente del Parlamento de Catalu?a impuso a Pujol la medalla que encarna el cargo para el que ha sido reelegido, el ministro de Administraci¨®n Territorial romp¨ªa todas sus pretendidas representaciones para convertirse en un espectador inc¨®modo e incomodante, pero adem¨¢s innecesario.
El discurso de Pujol inclu¨ªa cr¨ªticas a esa insensibilidad centralista para las instituciones auton¨®micas que tan n¨ªtidamente represent¨® Tom¨¢s de la Quadra. Lo que hay que preguntarse una vez m¨¢s es si es una casualidad, una torpeza, una arrogancia, un reto o una tonter¨ªa que siga precisamente como ministro de las autonom¨ªas uno de los coautores de la inconstitucional ley org¨¢nica Armonizadora del Proceso Auton¨®mico (LOAPA). Porque ser¨ªa injusto circunscribir la cr¨ªtica -nada anecd¨®tica- que nos ocupa a la persona a la que ha correspondido el papel de aguafiestas en probable cumplimiento de instrucciones recibidas. El Gobierno cometi¨® un error previo al designar para este acto al ministro que tiene m¨¢s deteriorada su imagen en Catalu?a por m¨²ltiples circunstancias anteriores, entre las que figura su papel de corredactor de la LOAPA y de atribulado defensor de su contenido una vez que el Tribunal Constitucional la despojara de sus ambiciones org¨¢nicas y armonizadoras. Tras el incidente, resulta claro que para hacer este papel, para incrementar el enrarecimiento ambiental entre Barcelona y Madrid, mejor habr¨ªa sido que Felipe Gonz¨¢lez no se hubiese tomado la molestia de enviar ning¨²n ministro a Barcelona.
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