La firmeza de Miterrand
EXISTE CIERTO peligro de trivializar el significado del viaje del presidente de la Rep¨²blica Francesa, Fran?ois Mitterrand, a Mosc¨² si se destaca exclusivamente la menci¨®n que ha hecho en un brindis del nombre de Sajarov, por fuerte que haya sido el choque provocado por ese gesto en el acompasado protocolo del Kremlin. Pero es imprescindible situarle en un marco m¨¢s general. El general De Gaulle, poco despu¨¦s de terminar la segunda guerra mundial, estableci¨® una relaci¨®n especial, en cierto modo privilegiada, entre Par¨ªs y Mosc¨². Con ello reanudaba una tradici¨®n antigua, perl que expresaba, sobre todo, la reacci¨®n de Francia ante el papel secundario al que Churchill y Roosevelt la hab¨ªan reducido en Yalta y Potsdam. Esa relaci¨®n se ha ido manteniendo a trav¨¦s de muy diferentes coyunturas pol¨ªticas, incluso despu¨¦s de la creaci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica. La derecha francesa, con Giscard d'Estaing, siempre fue fiel a esa tradici¨®n. Quien la interrumpi¨®, desde su llegada al El¨ªseo, fue Mitterrand, por causas claramente pol¨ªticas: era una forma de subrayar la profundidad de los desacuerdos con la URSS sobre cuestiones como Afganist¨¢n, Polonia, los SS-20, etc¨¦tera. Mientras tanto, EE UU segu¨ªa negociando con la URSS en Ginebra.No cabe duda de que hoy la situaci¨®n es diferente. Las negociaciones URSS-EE UU est¨¢n rotas, ya que la URS S reitera casi diariamente su voluntad de no acoger favorablemente ninguna apertura del presidente Reagan, al menos hasta las elecciones de noviembre. Los intentos de Andreotti y de Genscher (el viaje de Mor¨¢n acompa?ando al Rey tuvo otro car¨¢cter) de establecer puentes no han dado ning¨²n resultado. Tales son los antecedentes de la decisi¨®n de Mitterrand de aceptar realizar un viaje a Mosc¨², en el que los sovi¨¦ticos estaban interesados desde hace tiempo. El objetivo obvio es examinar con los dirigentes sovi¨¦ticos si ¨¦stos est¨¢n dispuestos, aprovechando esa tradici¨®n de relaciones privilegiadas franco-sovi¨¦ticas, a adoptar actitudes m¨¢s conciliadoras sobre algunos de los puntos de la negociaci¨®n imprescindible entre el Este y el Oeste; abrir as¨ª un di¨¢logo entre Mosc¨² y Par¨ªs que ayude a borrar la impresi¨®n del aislamiento sovi¨¦tico y que pueda ser, en cierto modo, tambi¨¦n di¨¢logo con Europa y con Occidente.
Estas circunstancias que rodean el viaje exig¨ªan por parte del presidente franc¨¦s una gran claridad, incluso cierta dureza, que eliminase cualquier ilusi¨®n por parte de la URSS de que su intransigencia de los ¨²ltimos meses era rentable. La menci¨®n en el brindis en el Kremlin de Sajarov, de Afganist¨¢n, de Polonia, tendr¨¢ sin duda efectos en la opini¨®n p¨²blica francesa y en otros pa¨ªses. Pero no exclusivamente fuera de las fronteras sovi¨¦ticas. Pravda ha censurado esas frases; pero su impacto puede ser fuerte, a pesar de ello, sobre millares de sovi¨¦ticos y en el propio equipo dirigente. Si en el seno de ¨¦ste existe pol¨¦mica entre actitudes m¨¢s y menos cerradas -y ello es probable-, un golpe, de efecto como el dado por Mitterrand es lo que mejor puede ayudar a un enfoque. m¨¢s realista de las relaciones con Occidente. Adem¨¢s, Mitterrand ha podido jugar con una carta que no tienen otros Gobiernos europeos: en su delegaci¨®n est¨¢ un alto representante del PC franc¨¦s, uno de los m¨¢s fieles a la URSS entre los partidos comunistas occidentales. Para una mentalidad sovi¨¦tica, acostumbrada a distinguir entre los nuestros -los comunistas- y ellos -los no comunistas-, no es peque?a cosa que detr¨¢s de Mitterrand est¨¦n, m¨¢s o menos a gusto, los comunistas franceses.
Los hechos ulteriores confirman que el brindis sin tab¨²es no ha enfriado el clima de la visita. Dejando de lado la cuesti¨®n de los misiles nucleares -en la que Francia ni es ni quiere ser interlocutor-, la conferencia de prensa dada por Mitterrand el viernes y diversas declaraciones sovi¨¦ticas indican que ha sido posible encontrar puntos de acercamiento sobre cuestiones de enorme importancia en las negociaciones Este-Oeste, como la de las armas qu¨ªmicas y la no utilizaci¨®n del espacio c¨®smico con fines militares. La repetici¨®n, sobre todo de parte sovi¨¦tica, del deseo de restablecer la amistad tradicional y de regularizar las relaciones entre los dos pa¨ªses no carece de significado precisamente despu¨¦s de un viaje en el que los aspectos conflictivos no han sido disimulados. Ser¨ªa prematuro decir que Francia se perfila ya como un puente para las relaciones Este-Oeste, pero las cosas parecen ir en ese sentido.
El presidente franc¨¦s se dispone a presentar, en la reuni¨®n en la cumbre de la CEE en Fontainebleau, y como despedida en cierto modo de la presidencia francesa de la CEE, nuevas propuestas para avanzar hacia la unidad pol¨ªtica de Europa. Su viaje a Mosc¨² debe ser considerado tambi¨¦n, en esa perspectiva, como un intento de destacar las aptitudes diplom¨¢ticas y pol¨ªticas de Francia ante un problema que interesa a toda Europa.
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