Recordar Foucault
En el mundo de las letras, los vanidosos y los vanos siempre se lamentan de que hubo tiempos mejores: esperan as¨ª, por lo visto, ser catalogados como injustos exilados de la edad de oro. En el 68, nuestros mayores nos amonestaban: "Pero ?qui¨¦nes son los hombres del d¨ªa? ?Pueden compararse estos Michel, Roland o Herbert con aquellos excelsos Jean-Paul, Albert o Raymond? Ya no hay m¨¢s arribismo, demagogia y dictadura de la estructura sexualizada". Pasan los a?os, los prestigios se afirman y desvanecen, ellos van muriendo. Quedan los vacuos, permanentemente faltos de perspectiva y sobrados de rencor, murmurando: ?Qu¨¦ se fizo de Herbert, Roland, Michel? ?Nada valen comparados con ellos los hombres del d¨ªa! (sobre todo porque son quienes nos tocaron como competencia ... )". Y as¨ª hasta la consumaci¨®n de los siglos.Ahora le toca el turno del exit a Michel Foucault y las necrol¨®gicas no se resistir¨¢n a mencionar que tras ¨¦l ya todo es desierto. Hace, poco, sin embargo, aunque sin duda m¨¢s de un lustro, Baudrillard crey¨® necesario aconsejar que se olvidase a Foucault. Nadie lo ha hecho a¨²n, me atrever¨ªa a decir que algunos nunca lo har¨¢n. La ventaja de Foucault frente a otros pensadores es que le rescatan del olvido sus temas y no s¨®lo sus modos, por no decir la exclusiva moda. Habl¨® de la locura, la c¨¢rcel, la mirada represiva que descalifica en el acto mismo de calificar. Puso en el tapete con ¨¦nfasis una palabra que otros terminaron por vaciar de mordiente, el Poder. En los tiempos duros -como todos- que vivimos y que se avecinan, no es aventurado asegurar que permanecera con nosotros. Pero tras ¨¦l no hay desierto, al contrario: s¨®lo los fatuos necesitan despoblar su entorno para sentirse reales y memorables. No le faltar¨¢n disc¨ªpulos y compa?eros hasta entre sus adversarios; y quienes le hayan efectivamente olvidado deber¨¢n reinventarle. Todo menos aceptar que la n¨®mina que comenz¨® con los enciclopedistas (a la que ¨¦l perteneci¨®) est¨¢ definitivamente cerrada y sujeta a balance por derribo.
Y ya que han aparecido los enciclopedistas, no me resigno a pasar por alto el paralelo quiz¨¢ caprichoso que se me antoja entre ciertos modos de Diderot y Foucault. El lector de Jacques le fataliste nunca logra del todo conocer la historia de los amores de Jacques, quiz¨¢ porque no est¨¢ escrito en las estrellas que llegue a satisfacer definitivamente su alentada curiosidad, pero en cambio aprende mucho sobre otros amor¨ªos y puede que eso le estimule a bucear en el mecanismo mismo del amor. El lector que practique la obra de Foucault jam¨¢s tropezar¨¢ con la definici¨®n inapelable del Poder, ni siquiera con una fenomenologia general de sus coacciones, vigilancias y tiran¨ªas, pero en cambio escuchar¨¢ historias, recibir¨¢ ejemplos, transformaciones de ciertos mecanismos taxon¨®micos, intuiciones geneal¨®gicas, que le permitir¨¢n si no es demasiado lerdo hacerse con su idea propia de aquello por lo que se inventaron las ideas. Tambi¨¦n esto lo dijo admirablemente Diderot: "Un autor parad¨®jico nunca debe exponer su idea, sino siempre sus pruebas: debe penetrar en el alma del lector furtivamente, no por la fuerza bruta". La lecci¨®n de Foucault es la del m¨¢s inolvidable merodeador del pensamiento contempor¨¢neo.
En la desolaci¨®n de la locura y el crimen
Por lo dem¨¢s, ha muerto encerrado, vigilado sin duda, quiz¨¢ castigado. En la desolaci¨®n de la locura y el crimen, como Althusser, como Poe, como el ilustrado Condorcet, que pon¨ªa provisional punto final a surecorrido por la noci¨®n de progreso humano en medio del terror jacobino. Son cosas que pasan y tampoco hay que darles demasiada importancia. Precisamente Foucault nos ense?¨® que ning¨²n lecho mortuorio, por decente y venerable que sea, cae fuera de la red universal, m¨²ltiple. Lo importante es la tarea que le ocup¨® y que nos dej¨® apuntada: "El humanismo consiste en querer cambiar el sistema ideol¨®gico sin tocar la instituci¨®n; el reformismo, en cambiar la instituci¨®n sin tocar el sistema ideol¨®gico. Por el contrario, la acci¨®n revolucionaria se define como un quebrantamiento simult¨¢neo de la conciencia y de la instituci¨®n; lo cual supone un ataque a las relaciones de poder de las que son instrumento y armadura. ?Cree usted que se podr¨¢ seguir ense?ando filosof¨ªa como hasta hoy, y su c¨®digo moral, si el sistema penal se viene abajo?". Le debemos el haber planteado la pregunta; nos debemos la respuesta.
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