Un algod¨®n de 'Las meninas' para Michel Foucault
Con Michel Foucault desaparece no s¨®lo un pensamiento, sino m¨¢s bien el arte de descomponer el pensamiento, la demostraci¨®n de que en ¨¦l nada, absolutamente nada, es natural ni eterno. Ni siquiera la idea de verdad.?Qui¨¦n piensa, de d¨®nde surge lo pensado, y qu¨¦ es? Para responder a esa pregunta Foucault comienza al rev¨¦s: ?sobre qu¨¦ se debe pensar? Su respuesta: ante todo sobre lo m¨¢s evidente, sobre eso que se nos impone como una verdad absoluta.
Su obra demuestra que precisamente lo m¨¢s neto -digamos la noci¨®n de locura, la de castigo, la de deseo y hasta la de Hombre- no es eterno ni ha estado presente en todos los tiempos, sino que es un fen¨®meno de cultura, incluso de otra cultura: un efecto de civilizaci¨®n.
La continuidad hist¨®rica, por ende, es una ilusi¨®n. Lo que cuenta no es trazar un hilo desde el pasado, sino marcar rupturas, diferencias.
Hay que buscar, pues, escarbar en nuestra cultura para saber de d¨®nde surgen nuestras certitudes, qu¨¦ otro saber las produjo, o qu¨¦ grupo humano las invent¨®.
En resumen: Foucault fue un arque¨®logo, alguien que escrutaba, que le¨ªa -como en una vista a¨¦rea- bajo el suelo aparentemente liso y sin texturas de nuestra l¨®gica, la red inaparente, las vetas de nuestro saber.
El concepto de Raz¨®n, por ejemplo, nos aparece hoy como lo m¨¢s indiscutible, y en funci¨®n de ¨¦l determinamos la capacidad. de un individuo para formar parte o no, del intrincado tejido social; sin embargo esa Raz¨®n hubo que forjarla, fabricarla, excluyendo, a la locura, encerr¨¢ndola, expuls¨¢ndola fuera de la ciudad donde hasta entonces -lo que se exclu¨ªa era la lepra- sobreviv¨ªa y coexist¨ªa con la l¨®gica al uso.
Lo mismo sucede con la "buena conducta" en el sentido legal del t¨¦rmino. A la constataci¨®n de que la prisi¨®n fracasa al tratar de reducir los cr¨ªmenes, hab¨ªa que sustituir una hip¨®tesis de Foucault: la prisi¨®n ha logrado producir la delincuencia y los delincuentes, que forman un medio aparentemente marginal pero controlado por ese centro supervisor que se manifiesta hasta en la construcci¨®n de las prisiones. Es el ojo que lo ve todo, ¨¦se que desde la torre central vigila y controla lo que ocurre en el interior de cada celda, hasta el sue?o: el amo pan¨®ptico. El medio de la delincuencia queda determinado precisamente por el hecho de estar totalmente bajo vigilancia. Con estos an¨¢lisis Foucault, no s¨®lo elucid¨® un medio sino que esboz¨® reformas que hoy se efect¨²an, los j¨®venes disidentes de nuestra sociedad lo siguieron, vieron en ¨¦l una verdadera salida: la invenci¨®n de otra moral.
Se borra as¨ª en esta arqueolog¨ªa de Foucault, cuyas ruinas est¨¢n en lo m¨¢s profundo de lo evidente, de la verdad de una ¨¦poca, hasta la noci¨®n de Hombre, que Foucault, por cierto, consideraba como una invenci¨®n muy reciente. Y lo que es m¨¢s, de esta noci¨®n Foucault anunciaba tambi¨¦n el pr¨®ximo fin.
?C¨®mo era Michel Foucault? Sobre todo alegre, con una carcajada inimitable, casi siempre ir¨®nica.
Y tan ¨¢gil que, a gatas, en su apartamento, tra¨ªa, como un felino orgulloso de la caza, precisamente el libro buscado, en las inestables pir¨¢mides que de modo m¨¢gico a¨²n dejaban por d¨®nde pasar.
Lleg¨® a escribir no sobre un bureau imperio, como ¨¦ste en que garabateo estas l¨ªneas p¨®stumas, sino sobre dos planchas de madera que soportaba un urgente andamiaje.
Algo lo horrorizaba en estos ¨²ltimos tiempos, y era que lo elogiaran, aun si era merecidamente, y al mismo tiempo, o con ese pretexto, atacaran a otro.
Nunca fue efusivo, ni nost¨¢lgico. Yo creo que quer¨ªa liberamos -y sobre todo liberarse- de la angustia del deseo. Llegamos, pues, por el camino menos previsto, que es siempre el bueno, al budismo.
Espacio puro
Sospecho que siempre quiso instalarse, mudarse, en California o aqu¨ª en Par¨ªs, a un espacio puro, de tranquilidad y de placer. Pero, cosa importante: este espacio, este lugar sin nombre, no se encontraba bajando sin freno la vertiente del hedonismo, sino al contrario, subiendo -aunque parezca parad¨®jico- la de la moral: liberarse del yo, para llegar al dominio, como quer¨ªan los griegos que ¨¦l evoca en su ¨²ltimo libro, El uso de los placeres, a la plena maestr¨ªa de s¨ª.
Se?alo algo ¨²ltimo, que es una vuelta de significante. En Madrid, en una comida, hace unos d¨ªas, el pintor Gironella me contaba c¨®mo hab¨ªan limpiado Las meninas, c¨®mo eran ahora un cuadro luminoso y n¨ªtido. Quise conservar -y a¨²n quiero- por puro fetichismo, un algod¨®n de esa limpieza, como el cart¨ªlago que, se venera del esqueleto disperso de un santo.
Hab¨ªa pensado, ya que le debemos la lectura m¨¢s penetrante de ese cuadro, ense?arle ese algod¨®n a Michel Foucault.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.