Reajuste o crisis
PARECE QUE el presidente del Gobierno se dispone a cambiar la composici¨®n del equipo ministerial por ¨¦l mismo designado en diciembre de 1982. Los asesoramientos requeridos por Felipe Gonz¨¢lez no han rebasado un estrecho c¨ªrculo de colaboradores, y los criterios de los posibles o probables ceses no reflejar¨ªan una modificaci¨®n sustancial de la pol¨ªtica hasta ahora seguida por el Ejecutivo. ?Por qu¨¦, entonces, se producir¨ªa precisamente ahora, con el recuerdo de las crisis veraniegas de otros tiempos, y no durante los meses anteriores, esa decisi¨®n? Tal vez la causa haya que buscarla en el deseo de los socialistas de, batir la marca de estabilidad gubernamental durante la etapa iniciada con la proclamaci¨®n de don Juan Carlos como Rey de Espa?a. Pero si tal fuese la explicaci¨®n de que Felipe Gonz¨¢lez haya conservado en sus puestos a responsables de carteras que han demostrado desde hace tiempo su incapacidad, no resultar¨ªa f¨¢cil disculpar al presidente por haber incumplido su firme promesa, expresada durante la campa?a electoral, de destituir a los in¨²tiles tan pronto como sus desaciertos quedaran refrendados por los hechos.A diferencia de las crisis ministeriales realizadas durante la segunda legislatura por Adolfo Su¨¢rez, que reflejaban las tensiones del Grupo Parlamentario Centrista y las incesantes conjuras dentro de UCD, la modificaci¨®n del actual Gobierno depender¨¢ exclusivamente de las ideas y de la voluntad de Felipe Gonz¨¢lez, que dispone de una desahogada mayor¨ªa en las Cortes y que no tiene que enfrentarse con las emboscadas de los barones -inexistentes o carentes de poder- de su partido. Esa circunstancia carga de incertidumbre cualquier pron¨®stico, tanto por la imposibilidad de adivinar los pensamientos del presidente del Gobierno como por el riesgo de que las especulaciones en, torno a los cambios ministeriales puedan interferir en el desarrollo de algunas decisiones te¨®ricamente ya tomadas. En este sentido, una influencia de la opini¨®n p¨²blica sobre el resultado final de las deliberaciones de Felipe Gonz¨¢lez podr¨ªa ser, parad¨®jicamente, la eventual resaca producida por la marea de conjeturas de estos d¨ªas y por el gusto de los pol¨ªticos por sorprender o contrariar a quienes se dedican a predecir sus comportamientos.
En cualquier caso, el punto de mayor inter¨¦s se centra en el alcance propiamente pol¨ªtico de esas medidas, que lo mismo podr¨ªan provocar una aut¨¦ntica crisis de Gobierno, con la significativa sustituci¨®n de los titulares de algunas carteras claves, que un simple reajuste ministerial, destinado a destituir a los responsables de departamentos que hubieran fallado de manera clamorosa o hubiesen colisionado con colegas m¨¢s poderosos. Lo m¨¢s probable, en funci¨®n de las informaciones disponibles, es que Felipe Gonz¨¢lez se incline por una remodelaci¨®n peque?a y no significativa. De resultar acertado ese pron¨®stico, el reajuste ministerial se producir¨ªa antes de las vacaciones veraniegas, a fin de que los nuevos miembros del Gobierno puedan familiarizarse con los problemas de su departamento durante las pr¨®ximas semanas y colaborar en la elaboraci¨®n de los Presupuestos Generales del Estado para 1985. Entre las razones de ese reajuste t¨¦cnico figurar¨ªan, de un lado, las insuficiencias, de algunos ministros, y, de otro, los conflictos surgidos dentro de determinadas ¨¢reas de gobierno -fudamentalmente la econ¨®mica como consecuencia de las resistencias mostradas por miembros secundarios del Gabinete a la hora de cumplir las directrices recibidas. El despiste del ministro de Administraci¨®n Territorial dentro de su campo de competencias o las torpezas del ministro de Transportes y Comunicaciones podr¨ªan servir respectivamente como, ejemplos (le ambos supuestos. Sin embargo, esa caracterizaci¨®n de los cambios gubernamentales como un simple reajuste podr¨ªa solaparse o incluso variar de sentido en el caso de se introdujeran otras variantes. Siguiendo por la v¨ªa del ejemplo, que Enrique Bar¨®n cediera su puesto a Ernest Lluch como ministro de Transportes y que un secretario de Estado ocupase la cartera de Sanidad no tendr¨ªa mayor significaci¨®n pol¨ªtica, aunque esas medidas beneficiaran a los administrados. Ni siquiera merecer¨ªa la denominaci¨®n de crisis el que Tom¨¢s de la Quadra fuera sustituido. El eventual sacrificio de Almunia o de Solchaga -reciclando sus funciones en otras zonas del aparato del Estado- para conseguir mejores niveles de entendimiento con UGT no representar¨ªa un viraje estrat¨¦gico de la pol¨ªtica econ¨®mica gubernamental sino un acomodo para aliviar las deterioradas relaciones con la central socialista. Pero si la ola del cambio -que no puede ya ser tan grande como la descrita a t¨ªtulo de simples ejemplos, pues se habla siempre de una crisis corta-, alcanzara a Fernando Mor¨¢n como ministro de Asuntos Exteriores -sin duda el ministro con peor entendimiento con el resto de sus compa?eros de Gabinete- marcar¨ªa una ruptura de pol¨ªticas y actitudes. Aunque el venidero ¨¦xito del ingreso de Espa?a en la CEE se deber¨¢ en buena medida a los esfuerzos desplegados por el presidente del Gobierno y el secretario de Estado para las Relaciones con Europa, ese logro hist¨®rico se podr¨ªa inscribir , tambi¨¦n en el activo oficial del ministro de Asuntos Exteriores que oficialmente dirige la negociaci¨®n (y no olvidemos que Mor¨¢n fue precursor y defensor de la pol¨ªtica de buena vecindad con Francia). Las actitudes de Mor¨¢n respecto a la OTAN y la definici¨®n confusa de la pol¨ªtica exterior en otras ¨¢reas se?alan sin embargo las distancias -por m¨¢s que se nieguen- que le separan de algunos de sus colegas con resonante importancia en el Gobierno. Por eso un dato pol¨ªticamente significativo de los eventuales cambios, capaz de transformar el significado de un mero reajuste ministerial hasta convertirlo en una aut¨¦ntica crisis, ser¨ªa precisamente la cartera de Exteriores. Si los pasillos no mienten, la respuesta a esta interrogante est¨¢ pr¨®xima.
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