La tentaci¨®n de volver
?Qu¨¦ le queda a la Argentina de hoy, bien definida como posb¨¦lica, sino un cierto recurso a la ret¨®rica? Cuando se han perdido todas las guerras, cuando se cosecha hambre f¨ªsica, palpable, cuando los zarpazos de cierta banca internacional amenazan torpemente a una econom¨ªa que es un puro esqueleto, y cuando el aparato de Estado aparece como una confusa tela de ara?a pr¨¢cticamente en manos de los de siempre, ?qu¨¦ le queda al presidente Alfons¨ªn sino el recurso a la ret¨®rica? Porque en realidad se ignora hasta d¨®nde se extienden los poderes de la Casa Rosada, cu¨¢l es su aut¨¦ntico margen de maniobra.Los argentinos residentes en Espa?a, muchos de ellos con hijos nacidos aqu¨ª, algunos ya de nacionalidad espa?ola, escudri?an con ansiedad, tratando de calar hasta el l¨ªmite las informaciones, cu¨¢l es la situaci¨®n real de su patria.
El ¨²ltimo discurso de Alfons¨ªn les debe haber proporcionado un buen tel¨®n de fondo de lo que all¨ª sucede. Ha sido un discurso moral, del estilo de los que en su d¨ªa lanzaron Roosevelt, Churchill o De Gaulle, con sus inevitables "sangre, sudor y l¨¢grimas". Desde Madrid, los argentinos habr¨¢n podido percibir que estaba elaborado desde la impotencia disimulada del que se encuentra entre las cuerdas. "Cerrando los ojos y crispando los pu?os no vamos a conseguir nada". "La realidad es dura, dificil, pero no insuperable". "Con una democracia destruida, la democracia muere, y alg¨²n d¨¦spota exprimir¨¢ hasta el m¨¢ximo a un pueblo que ya no puede defenderse". "Como sifuera una guerra, existe una campa?a insidiosa tendente a quebrar la resistencia de los argentinos con un escepticismo derrotista".
Tal es el paisaje de un pa¨ªs en el que el Gobierno reparte cajones de comida a las familias hambrientas, en el que la situaci¨®n de posguerra civil genera las m¨¢s sutiles corrupciones. Un pa¨ªs con un pueblo indefenso. La desesperaci¨®n colectiva s¨®lo recibe el consuelo del recurso a la ret¨®rica. Nunca se pudo hablar con tanta propiedad de sociedad enferma.
En esta tesitura se le plantea al argentino-espa?ol el dilema. Algo que est¨¢ por encima de los cantos de sirena de las esperanzas o de las tentaciones f¨¢ciles. Son las horas amargas y enrevesadas de la duda, del debate intemo, del di¨¢logo familiar, grupal. Imagino concili¨¢bulos, balanzas en pro y en contra, razones y sinrazones, realismos frente a incertidumbres.
La mayor¨ªa hab¨ªa logrado acomodarse bien en la sociedad espa?ola, se les ve¨ªa estabilizados, superado el espectro del exilio, dominados los arrebatos del recuerdo, part¨ªcipes de los avatares del pa¨ªs de adopci¨®n. Pero hab¨ªa algo de simulacro voluntarista en todo esto. Apenas puesta en marcha la tentaci¨®n democr¨¢tica argentina, un vendaval se les ha venido encima poniendo sus vidas patas arriba. El dilema acab¨® instal¨¢ndose, produciendo desasosiego, insomnios. Pero estaba claro: por encima de las justificaciones de todo tipo, la decisi¨®n de volver se hab¨ªa apodera-
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do de cada conciencia e iba creciendo como una fuerza superior ante la que cualquier argumento se desvanec¨ªa.
Algunos hicieron una prueba. Fueron a Argentina y metieron el pie en ella, como quien verifica el agua de una piscina antes de lanzarse de cabeza. No importa lo que all¨ª pudieron ver de tierra inh¨®spita y sin futuro. Volvieron de esa cala con una cierta ansiedad en la mirada. Todo lo que intu¨ªan y tem¨ªan era cierto. Pero ya llevaban el virus de la vuelta en la sangre y no hab¨ªa nada que hacer. Estaban condenados al retomo.
Y es que sus amigos espa?oles olvid¨¢bamos que el argentino posee una conciencia nacional insobornable que arrastra por donde quiere que va como una bendici¨®n o como una maldici¨®n. No hay heroicidad en el gesto. No es el patriotismo de quien quiere recuperar las Malvinas. Es, ciertamente, una condena. ?ste es un pueblo como el jud¨ªo, que necesita creer y retornar a la tierra prometida, aunque ¨¦sta est¨¦ quemada, enloquecida, indefensa, menesterosa.
Esto es un homenaje a los que ya se han ido, a los que pronto se ir¨¢n, a esos pasajeros de un pat¨¦tico Mayflower que han sido ganados por la alucinaci¨®n.
Mil veces les o¨ª repetir, no hace tanto tiempo, los versos de Neruda: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Y probablemente as¨ª es. Ni son los mismos ni la tierra que van a encontrar es la que so?aron, temieron o ambicionaron. Pero no importa, es su tierra. Ellos sabr¨¢n qu¨¦ tipo de esperanza aguardan, qu¨¦ creen que pueden hacer por su pa¨ªs, a qu¨¦ frase ret¨®rica de Alfons¨ªn se apuntan. Salieron de una pesadilla y van a encontrarse seguramente con una situaci¨®n l¨ªmite, aunque de otro tipo. Pero no importa, es su tierra. Cualquiera sabe qu¨¦ es lo que les empuja: quiz¨¢ no es la fe, sino algo m¨¢s solemne, como la fuerza del destino, o m¨¢s simple, como las ra¨ªces sentimentales.
Tengo muchos amigos argentinos, intelectuales, artistas, m¨¦dicos, que han dado el salto o que est¨¢n en trance de darlo: para ellos el testimonio de mi admiraci¨®n y mi recuerdo permanente.
Los que se quedan son tambi¨¦n v¨ªctimas admirables porque participan de la misma tragedia. Permanecer aqu¨ª, ahora, no les va a librar de una angustia que la distancia suele acrecentar. Seguir¨¢n escrutando d¨ªa a d¨ªa los signos de su pueblo desmoronado e indefenso ante tanta amenaza. Vivir las ruinas a trav¨¦s de la memoria no es, desde luego, un ejercicio c¨®modo. Aparte de que el dilema continuar¨¢ desafi¨¢ndoles de manera pertinaz e ininterrumpida.
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