El testamento S¨¢nchez Albornoz
EL FALLECIMIENTO de Claudio S¨¢nchez Albornoz, que hab¨ªa regresado herido de muerte a Espa?a despu¨¦s de un largo exilio pol¨ªtico, dar¨¢ ocasi¨®n para realizar el balance de sus decisivas aportaciones al conocimiento de la historia de Espa?a. La pol¨¦mica combinaci¨®n de la cr¨ªtica acerada contra otras posiciones historiogr¨¢ficas y de la documentada afirmaci¨®n de sus propias tesis dieron obras tan fundamentales para la reconstrucci¨®n de nuestro pasado como En torno al origen del feudalismo, Despoblaci¨®n y repoblaci¨®n del valle del Duero y Espa?a: un enigma hist¨®rico. Desde la admirable descripci¨®n de la vida de la ciudad de Le¨®n en el siglo X hasta las investigaciones sobre las estructuras del reino astur-leon¨¦s y de la Espa?a musulmana, pasando por la definici¨®n del feudalismo peninsular y el estudio de las instituciones jur¨ªdicas, la portentosa erudici¨®n de Claudio S¨¢nchez Albornoz, el trabajo sobre fuentes primarias y la cuidadosa compulsa de los datos y documentos fueron compatibles con una poderosa imaginaci¨®n hist¨®rica y con la audacia para proponer explicaciones y formular hip¨®tesis. El gran medievalista -sucesor de Hinojosa en la c¨¢tedra de Historia Antigua y Medieval de Espa?a y rector de la Universidad Complutense en 1932- supo tambi¨¦n aunar la originalidad de sus propios trabajos con un magisterio ejemplar, que prosigui¨® incluso en los dif¨ªciles tiempos del exilio, a trav¨¦s del Instituto de Historia de Espa?a de Buenos Aires.La herencia historiogr¨¢fica que nos deja tiene el valor de ser continuamente discutible, precisamente porque resulta enormemente sugerente y es capaz de abrir ideas nuevas. Pero Claudio S¨¢nchez Albornoz fue, al tiempo, un hombre preocupado por los problemas de su ¨¦poca y profundamente comprometido con los destinos de la Espa?a contempor¨¢nea. Asociado con la causa republicana desde la dictadura de Primo de Rivera y diputado en las Cortes Constituyentes, fue ministro y embajador de la Rep¨²blica y simb¨®lico presidente del Gobierno en el exilio, desde 1962 hasta 1971. Superviviente de una ampl¨ªsima sucesi¨®n de ¨¦pocas de la Espa?a contempor¨¢nea, supo atravesar por todas ellas con una sola entereza, con una constante mirada. La dimensi¨®n p¨²blica y la coherencia moral de Claudio S¨¢nchez Albornoz, cuyas firmes convicciones liberales y moderadas mostraron su insobornable autenticidad en el rechazo de la dictadura y en el ejercicio de la tolerancia, son quiz¨¢ el elemento de ejemplaridad que la nueva sociedad espa?ola, al margen de su valoraci¨®n como cient¨ªfico, podr¨¢ admirar y entender con mayor facilidad.
Las ideas de Claudio S¨¢nchez Albornoz sobre la historia como haza?a de la libertad fueron tambi¨¦n firmes creencias, que le llevaron a sostener con dignidad y con firmeza, aun a costa de soportar las injurias y calumnias de algunos que hoy le rinden homenaje, la causa de los derechos humanos y de la democracia. Esta condici¨®n de hombre de una sola pieza, mantenida desde su ¨¦poca de estudiante hasta su muerte, el domingo, en ?vila, sin una sola rotura en sus convicciones, har¨ªa ya de ¨¦l, por s¨ª sola, un monumento a una estirpe que se extingue, evaporada en compromisos, oportunismos, miedos y cautelas. Las amarguras, las luchas, las dificultades de esta vida de historiador militante y de pol¨ªtico activo han tenido en los ¨²ltimos a?os el reconocimiento p¨²blico. Ha muerto respetado y ensalzado hasta por quienes pod¨ªan estar m¨¢s lejos de su ejemplar biograf¨ªa moral, como una demostraci¨®n pr¨¢ctica de que hay todav¨ªa razones para la unanimidad en el reconocimiento de m¨¦ritos a quien ha sido capaz de una honestidad y una fidelidad sin l¨ªmites en su conducta.
El definitivo retorno del gran historiador a la Espa?a democr¨¢tica, a finales de julio de 1983, se produjo en el ocaso de su vida, cuando los frutos de sus ense?anzas cient¨ªficas y de su ejemplo moral no pod¨ªan ser recogidas ya m¨¢s que indirectamente por las nuevas generaciones. Al regresar por vez primera a Madrid, en 1976, despu¨¦s de su largo exilio, salpicado de sufrimientos y desgracias personales de todo orden, sus palabras fueron un emocionante llamamiento a la paz y a la concordia, una exhortaci¨®n a la convivencia y una apuesta por el futuro. Que esa ¨²ltima voluntad de Claudio S¨¢nchez Albornoz -"Hay que hacer una Espa?a nueva entre todos los espa?oles"- sea cumplida por sus compatriotas, y que el recuerdo de su exilio sirva para tener presentes las brutales consecuencias que para la ciencia y la cultura de nuestro pa¨ªs tuvo el reinado de la intolerancia y de la venganza.
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