Sublime decisi¨®n
Walter Mondale ha hecho lo que sus detractores dicen que no sabe hacer. Ha tomado una decisi¨®n. La de nombrar como compa?era de ticket y, as¨ª, candidata a la vicepresidencia a la congresista de Nueva York, Geraldine Ferraro. Una decisi¨®n que abarca dos audacias. Una, la obvia, que la elegida es una mujer, y otra, la patron¨ªmica, que es la primera vez que un descendiente de italianos puede ser candidato por uno de los dos grandes partidos a la presidencia o a la vicepresidencia del pa¨ªs.La audacia obvia no va encaminada, sin embargo, a disputar el cargo al presidente Reagan sobre la base num¨¦rica de que el 54% de la poblaci¨®n norteamericana pertenece al segundo sexo, por la sencilla raz¨®n de que las mujeres ya votaron fuertemente dem¨®crata en las elecciones de 1980. De la misma forma, la audacia patron¨ªmica tampoco hay que valorarla en votos contantes y sonantes de la gran minor¨ªa italo-americana, porque ¨¦sta, como otras periferias, ya est¨¢ hist¨®ricamente decantada hacia el partido que reconstruy¨® Frankl¨ªn D. Roosevelt.
La sabidur¨ªa convencional aconseja a los candidatos que contrapesen el ticket presidencial buscando un compa?ero que les d¨¦ fuerza all¨ª donde no la tienen, raz¨®n por la cual la geograf¨ªa suele imponer a un sudista o a un hombre del Oeste cuando el primero del equipo es un candidato del Este y del Norte; o al rev¨¦s. En este caso, sin embargo, Geraldine Ferraro no es la elegida ni porque se espere un vuelco sensacional del voto por raz¨®n del sexo, ni por raz¨®n de la procedencia ¨¦tnica, ni tampoco por la geogr¨¢fica, puesto que en la disputa de las primarias con Gary Hart, Mondale se impuso precisamente en la mayor parte de los Estados del Este industrializado, y de all¨ª es de donde procede la congresista de Queens.
Aparentemente, por tanto, Walter Mondale ha elegido a la candidata m¨¢s redundante que pod¨ªa; aquella que le repite en todos los campos su propio acopio de sufragios.
Lo que ha hecho el virtual candidato dem¨®crata es tomar una decisi¨®n qu¨ªmicamente pura; aquella que pretende bastarse a s¨ª misma; la que quiere provocar el vuelco por el solo hecho de haberse tomado.
Se trata de que el electorado contemple a unnuevo Mondale capaz de decidir lo que nadie hab¨ªa sido capaz de decidir todav¨ªa, barriendo as¨ª la imagen de segundo eficiente, confortable, pero aburrido y algo envarado, que la opini¨®n p¨²blica norteamericana parece creer que es.
Audacias a m¨ª. Sin negar las presuntas cualidades de Geraldine Ferraro para desempe?ar la vicepresidencia, es tremendo que hasta ah¨ª haya llegado la se?ora con el solo objeto de que Walter Mondale pueda demostrar al pueblo americano que a ¨¦l a hombre no le gana nadie.
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