Tres banderilleros, tres

Quienes se lucieron ayer en Pamplona fueron tres peones, y precisamente en banderillas. Cada uno de ellos coloc¨® dos pares que alcanzaron la categor¨ªa de soberanos, por lo bien que le andaban al toro, lo bien que reun¨ªan, lo bien que prend¨ªan en lo alto, lo bien que sal¨ªan de la suerte: Chocolate en el primero (de Anto?ete), Ecijano en el segundo (de Emilio Mu?oz), Guillermo de Alba en el sexto (de Tom¨¢s Campuzano).Salvados estos brillantes momentos, que el p¨²blico premi¨® puesto en pie con atronadoras ovaciones, a las que tuvieron que corresponder los banderilleros saludando montera en mano, la actuaci¨®n general de las cuadrillas no mejor¨® la mediocridad y hasta la incompetencia de que suelen hacer gala.

Decir a estas alturas que ninguno tore¨® a una mano ser¨ªa chiste, pues a una mano no torea nadie, nunca, jam¨¢s, por nada del mundo. Decir que varios de los banderilleros (los otros, los que no saludaron) clavaban palos por el r¨²stico procedimiento de tirarlos a los lomos, o por el m¨¢s astuto de arrojar uno y huir de la quema con el otro en la mano, seguramente se sobreentiende, pues ya va siendo norma. Y decir que la blindada de picar arras¨® con sus ataques desvastadores partiendo costillas de toros inocentes, es describir lo que se ha hecho ley del primer tercio en la degenerada tauromaquia de nuestros d¨ªas.

Sin embargo, tampoco conviene rasgarse las vestiduras por las inhibiciones y desverg¨¹enzas de la gente de plata y de castore?o porque, en definitiva, no tienen toda la culpa de la degradaci¨®n que padece el espect¨¢culo. La autoridad, que les permite los desmanes, es tan culpable como ellos, y m¨¢s a¨²n sus jefes de cuadrilla, cuya torpeza y vulgaridad alcanzan la cima de lo clamoroso.

Cabeceras del cartel de ayer eran tres figuras del toreo, o eso dicen, o eso pretenden. Tres figuras del toreo incapaces de conducir la lidia por los cauces m¨ªnimos que la tauromaquia verdadera exige; incapaces de alentar a sus peones para que bregaran con acierto; incapaces de dar a sus picadores las ¨®rdenes necesarias para que hicieran la suerte en regla.

Si ya el matador -Anto?ete, por ejemplo- se inhibe de la lidia, es un maestro sin c¨¢tedra ni ganas de ejercerla, mal va a pretender que su cuadrilla asuma la responsabilidad que ¨¦l mismo declina. Anto?ete fue ayer en Pamplona una fugaz sombra de si mismo, sin decisi¨®n, no ya para aguantar las embestidas -que no aguant¨® absolutamente ninguna- sino para machetear con mediano decoro.

Si ya el matador -Emilio Mu?oz o Tom¨¢s Campuzano, tanto da- va de torpeza en desprop¨®sito, est¨¢ re?ido con el temple, cita y embarca al hilo del pit¨®n o descaradamente fuera de cacho, renuncia de plano a crear arte, ser¨ªa ocioso esperar que exija de los subalternos torer¨ªa, lo cual ni intentar¨¢ jam¨¢s, por si le emulan.

Campuzano dio vuelta al ruedo en un toro y Mu?oz cort¨® la oreja a otro, pero este resultado es enga?oso, pues nunca hicieron toreo de calidad. Mu?oz no entendi¨® al segundo de la tarde y s¨ª al quinto, mas a ¨¦ste le aplic¨® un muleteo, casi todo sobre la derecha, entorpecido por el abusivo alivio del pico y una extra?a afectaci¨®n. De novillero toreaba mucho mejor Emilio Mu?oz y solo le queda de aquella esperanzadora etapa la hondura con que ejecuta los ayudados por bajo a dos manos.

Campuzano instrument¨® al tercero una faena largu¨ªsima, ventajista, aburrida, y cuando ya llevaba cien pases, se llev¨® el toro a la proximidad de las pe?as, con el consabido prop¨®sito de que le jalearan otro par de docenas de muletazos, que a?adi¨® a guisa de propina. Con la distra¨ªda y nada codiciosa embestida del sexto, estuvo voluntarioso.

Los toros de Mart¨ªnez Uranga, grandes -sobre todo el primero, un aparatoso y bastorr¨®n ejemplar de 600 kilos, y el sexto, 680 kilos de carne- fueron los m¨¢s flojos de la feria (al tercero lo devolvieron al corral por tullido), mansos y sin casta. Es decir, que ni toros, ni toreros. Y si no llega a ser por los tres banderilleros, tres, que alegraron la fiesta con seis pares sobrados, la corrida de ayer en Pamplona habr¨ªa sido insoportable.

"Vosotros sois el GAL"

Desde que empez¨® la corrida y hasta el arrastre del tercer toro, en la barrera de terrenos de sol hubo una gran pancarta en la que pod¨ªa leerse "Felipe-Mitterrand, zue zarete GAL" ("Vosotros sois el GAL"). Un mozo disfrazado de torero di¨® la vuelta al ruedo despu¨¦s de arrastrase el quinto toro, llevando un peque?o cartel que dec¨ªa: "Amnist¨ªa-Osoa". Fue abucheado por gran parte del p¨²blico de los tendidos de sombra y aplaudido por las pe?as.