Lope de Vega, en la plaza Mayor

El teatrillo de la plaza Mayor est¨¢ rodeado de libros antiguos -algunos de gran belleza, muchos de inter¨¦s, principalmente dedicados a Madrid-, de unas casetas de adivinos por diversos procedimientos -hab¨ªa cola ante cada uno: tiempo de crisis...-, de un peque?o observatorio astron¨®mico... Y de bocatas y de cubatas. De saltimbanquis y alg¨²n monologuista o bulul¨². Probablemente la descripci¨®n de Fiesta del Siglo de Oro es excesiva, pero hay un ambiente tranquilo y m¨¢s bien reposante.En el tinglado, Antonio Guirau, que lleva muchos a?os con este tipo de representaciones, ha montado una Discreta enamorada que se inclina un poco m¨¢s hacia la parte c¨®mica que a la de comedia de enredo. El maligno Lope de Vega, que am¨® hasta la ancianidad, se burla como estaba bien establecido en su tiempo -su teatro siempre fue conformista- del viejo enamorado de la doncella.

La presencia de dos actores francamente c¨®micos de la talla -art¨ªstica; la f¨ªsica, ya se sabe...- que dan Rafaela Aparicio y Alfonso del Real lo lleva todo m¨¢s hacia la risa, y el p¨²blico que va hacia ella la produce con abundancia.

Unos figurines bonitos, un decorado simple y limpio de corral de comedias y los enredos de galanes y damas se vieron con agrado. La j¨¢cara, la loa, un entremesillo de Calder¨®n de la Barca, una mojiganga, unos m¨²sicos -Mariana di Fonzo tiene una bonita voz para la canci¨®n antigua- completan el espect¨¢culo. Aqu¨ª, por lo menos, la noche madrile?a no se profana y las cosas son gratas con sencillez.