La restauraci¨®n en Espa?a
El reciente trabajo de restauraci¨®n de Las meninas de Vel¨¢zquez ha desatado una pol¨¦mica en los c¨ªrculos culturales espa?oles que es en s¨ª misma saludable por lo que significa de renovada preocupaci¨®n por nuestro patrimonio art¨ªstico. Sin embargo, en el debate se vienen utilizando, junto a serios argumentos, juicios de intenciones y descalificaciones globales que, en el fondo, ponen de relieve la escasa consistencia de algunas posiciones; y as¨ª, quienes han osado criticar la labor de Brealey han sido tachados de gremialistas y provincianos. De ah¨ª a sostener que la restauraci¨®n espa?ola es obra de artesanos ignorantes de los avances de la t¨¦cnica y de la ciencia no hab¨ªa m¨¢s que un paso, y efectivamente muchos no han tenido inconveniente en darlo.Motivos para disentir
A mi juicio, si malo es el corporativismo que cierra los ojos a cuanto viene de fuera, no menos nefasta es la postura contraria que s¨®lo reconoce valores propios cuando ¨¦stos son reconocidos previamente m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras. La pol¨¦mica no debe seguir este camino, al menos si lo que se pretende es elevar la calidad de conservaci¨®n de nuestro patrimonio y no salir en los peri¨®dicos a costa del manique¨ªsmo entre progresistas y conservadores, cient¨ªficos y artesanos.
El se?or Brealey mantiene un criterio de restauraci¨®n -al que por cierto parecen haberle salido fervorosos seguidores en Espa?a- que muchos no compartimos. No puedo explicar extensamente en el espacio de este art¨ªculo los motivos de mi desestimiento; creo que puedo remitirme al riguroso trabajo de Teresa Grasa, qu¨ªmica y brillante restauradora, en el Heraldo de Arag¨®n de 7 de junio pasado. Dir¨¦ simplemente que la restauraci¨®n de Brealey ha descarnado la obra de arte, poniendo de manifiesto numerosas zonas de la pintura original, destruida, en especial las pinceladas maestras que, doblando los tonos matizan el resultado final y expresan, en definitiva, el car¨¢cter propio de la obra.
A las heridas del tiempo se han a?adido otras nuevas, y no merece la pena extenderse sobre este punto porque el resultado es patente tras un examen reposado del cuadro de Vel¨¢zquez.
Pero lo que ahora quisiera destacar es que el criterio seguido es justamente eso, un criterio, no la consecuencia necesaria de un an¨¢lisis cient¨ªfico. Por supuesto que no niego los conocimientos del se?or Brealey, pero en definitiva su trabajo es algo m¨¢s que la suma de conocimientos. Su trabajo, como el de cualquier restaurador, implica una opci¨®n, y la opci¨®n que se ha seguido con Las meninas ha resultado da?osa para la obra maestra de Vel¨¢zquez, porque parece bastante irresponsable poner los avances de la t¨¦cnica al servicio de una restauraci¨®n que no s¨®lo no nos ofrece la imagen que originalmente tuvo la obra, sino que incluso a?ade heridas a las que ya produce la historia.
Sin embargo, creo que m¨¢s irresponsable que la restauraci¨®n en s¨ª ha sido el modo de llevarla a cabo. No voy a criticar el que se hayan solicitado los servicios de un restaurador extranjero para que nadie vea en ello inclinaciones provincianas o corporativistas. Creo que en Espa?a existen magn¨ªficos talleres de restauraci¨®n, y el departamento que yo dirijo en la Universidad Complutense es tal vez el ¨²ltimo y el m¨¢s humilde entre ellos, y me parece que quien lo niegue es que sencillamente desprecia cuanto ignora, lo que es bastante com¨²n entre nosotros. El problema no es haber tra¨ªdo al se?or Brealey; el problema es que se ha abordado la restauraci¨®n de una de las mayores obras maestras de nuestra cultura sin el m¨¢s m¨ªnimo debate o consulta previa, como si hubiese una y s¨®lo una opci¨®n correcta; en resumen, como si la Administraci¨®n tuviese la llave de la verdad.
Las consecuencias para Las meninas son ya irreversibles, y nada desear¨ªa tanto como equivocarme; aunque actualmente est¨¢n suavizadas en la visi¨®n de un conjunto m¨¢s arm¨®nico, surgido d¨ªa a d¨ªa a partir de la marcha del restaurador norteamericano en actuaciones que indudablemente han mejorado la imagen de Las meninas. Pero al menos sirva todo ello para que en el futuro decisiones como ¨¦sta vayan precedidas de amplia consulta entre nuestros "gremialistas artesanos", que en realidad son aut¨¦nticos especialistas de la m¨¢s alta cualificaci¨®n y que hoy llevan el peso de la conservaci¨®n y restauraci¨®n del patrimonio nacional.
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