Fauna de piscina
Piscinas de Madrid. Un tiempo recalentado en que el tiempo, precisamente, se detiene. Stella, El Lago, Canoe, tantas. En Stella, Arturo Soria, todo es y ha sido siempre desvariante, babilonizante en madrile?o, complicado de jardines y p¨¦rgolas. Un lujo que no sab¨ªa por d¨®nde tirar. A la Castilla, en el paseo de La Habana, iba Ana Bel¨¦n cuando peque?ita. Era una piscina de fuego y ladrillo visto, como un purgatorio de las afueras. Canoe y El Cielo de Madrid tienen o ten¨ªan el prestigio de la lejan¨ªa, la selecci¨®n de la distancia y el atractivo de las mujeres inc¨®gnitas.El Parque Sindical o "Charca del pobre", seg¨²n iron¨ªa del pueblo contra el cuarenta?ismo, fue una visi¨®n mussoliniana de Pepe Sol¨ªs que se hac¨ªa realidad en los domingos torrefactos de los productores del R¨¦gimen que all¨ª se lavaban los pies, entre San Jos¨¦ Obrero y la extra del 18 (julio), mientras un alcalde adicto ampliaba la idea hasta la "Playa de Madrid" (a¨²n queda una extempor¨¢nea Carretera de la Playa), que se hizo metiendo un buche de agua -"un buey de agua", dec¨ªa Federico- entre dos puentes y poni¨¦ndole islitas y patitos. Al R¨¦gimen -que aquello s¨ª que era un R¨¦gimen- se le daba mejor lo imposible que lo posible.
Lo posible ni siquiera lo intentaban.
As¨ª como m¨¢s europea estaba la piscina de la Ciudad Universitaria, adonde se entraba teniendo carnet, y que era de ligue f¨¢cil, un sitio para hablar en bolas, de t¨ªo a t¨ªa, sobre el hoy difunto Foucault, cuando cre¨ªamos -ay- que Foucault iba a vivir siempre. Iban universitarias yanquis y chicos de la Tuna que hab¨ªan dejado el uniforme de Lope de Vega en el vestuario, y se luc¨ªan en meyba. En cuanto a la Piscina Municipal de la Casa de Campo, se ha visto en ella -tiempos, tiempos- al gal¨¢n Pepe Rubio y a unas muchachas entre noruegas y picassianas, gigantescas, que eran admiraci¨®n de los nacionales y perplejidad del urbano, encargado de multar bikinis:
-Pero d¨ªgame usted, se?or Umbral, qui¨¦n le pone una multa a un Rubens, porque es que esa se?orita extranjera que le acompa?a es que es un Rubens.
-Picasso, querido agente, Piccaso, ¨¦poca rosa.
-Usted siempre tan culto, don Umbral.
Y Bodil, noruega, amable y gigantesca, sigue / segu¨ªa traduciendo mis relatos cortos a su idioma c¨¢lido y g¨¦lido. Aqu¨ª en Espa?a, o sea, se multaba el bikini nacional. Las extranjeras ya se sab¨ªa que estaban condenadas de antemano, por tales. Para qu¨¦ multarlas. Es como ahora, que ha salido que abortar fuera de Espa?a no es delito. Como bien dicen los memoriones de este peri¨®dico, el pecado no es exportable.
Lo cual que no hemos cambiado tanto.
Fauna de piscina, piscinas de Madrid, por donde ha pasado el cuerpo ol¨ªmpico, esb¨¦ltico y ef¨¦bico de Paloma Cela, la mejor maniqu¨ª que hayamos tenido nunca en Espa?a, y que hoy pesa 120 kilos y act¨²a de c¨®mica en un conjunto.
Ma?anas de julio / agosto, zona deportivo / desnudista de la piscina, la silueta arrogante, ef¨¦bica y ol¨ªmpica de Paloma Cela, entre la luz y el agua, entre la gloria venidera (que se frustr¨® por esas cosas de la vida, qu¨¦ cosas tiene la vida, ya usted lo ve, do?a Mar¨ªa) y la popularidad valedera.
Era la diosa de la piscina, de las piscinas madrile?as, y aun llam¨¢ndose Paloma, anticipaba una sexualidad unisex, internacional, que ah¨ª ha quedado. Paloma, amor, los que van a morir te saludan. Fuiste ¨²nica, por si esto te vale, como al boxeador sonado de Eduardo Pavlovsky (nada que ver con el travest¨ª). Piscinas madrile?as de Pedrito Rico (que ahora vende su glorial local por el Mundo Hisp¨¢nico), cuando iba, desnudo y breve, bello y cantar¨ªn, dejando una melod¨ªa por sobre el rastro de los ya citados e implacables "cuarenta principales":
-Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del querer...
Herrera y Ollero eran dos, dos modistos del tri¨¢ngulo er¨®tico y sentimental que centra el Caf¨¦ Gij¨®n. Uno de ellos, no s¨¦ si Herrera u Ollero, lleva siglos veraneando, antiguo y cordial, inspirado en el corte, en las piscinas madrile?as, con el cuerpo -ya- como las Termas de Caracalla, pero sin Caracalla, y con collar de oro al cuello, sobre el pecho.
-Umbral, cu¨¢ntos a?os.
-C¨®mo est¨¢s, querido...
-Aqu¨ª, fieles a lo de siempre.
-Y que lo digas, hijo.
-Y vaya con el calorcito que tenemos.
-Calla, por Dios, que esto es como muy fuerte.
La espa?ola, en este purgatorio/84 o verano day after, ha liberado sus senos para siempre, tras, anteriores veranos tentativos, que no fueran sino un asomarse de ambas c¨¢lidas palomas a la verdad caliente del d¨ªa desnudo, por ver si molaba o no molaba. Julio/84/agosto es la clave de la consolidaci¨®n y la democratizaci¨®n del seno, viejo trauma macho y nacional que se resuelve, as¨ª, mediante la comprobaci¨®n de que no hay milagros en la naturaleza, aunque los haya en la historia (y no s¨¦ si esto lo dej¨® claro Zubiri en sus libros), porque a la de m¨¢s de treinta se le sube o se le baja la silicona, al cabo de un tiempo (rechazo natural del organismo), mientras el seno maduro, pasado, cuelga por su lado, aparte. Reales hembras madrile?as de Gald¨®s y Zunzunegui, que eran todo corseter¨ªa.
-Y usted que lo diga, don Francisco.
No hay pecho l¨ªrico sino en la adolescencia, aunque tambi¨¦n se da, a vista de piscina, la adolescente sin pechos, rudamente donatelliana, pero eso ya es una desgracia a considerar aparte. Victoria Vera, antes de partir para sus ¨ªnsulas extra?as, a la sombra blanca, morena y period¨ªstica de Germ¨¢n ?lvarez Blanco, que me hizo sus primeras entrevistas en aquel Nuevo Diario de cuando Madrid era una piscina de agua bendita aspergiada por el Opus, Vicky, digo, o sea, ha logrado los senos corza/garza que luce en piscina priv¨¦ u obra de Gala, los pechos breves, pugnaces y pioneros, pero hoy, a tantos de tantos, salta por las piscinas madrile?as la gracia casi infantil, casi recental, de las tetas en flor que so?ara don Antonio sin decirlo, por m¨¢s que viejas y acreditadas periodistas de cuando el R¨¦gimen paseen su ba?ador negro, de punto, al sol de la jubilaci¨®n, que para ellas es piscinero, so?ando una cr¨®nica estival que ya nunca escribir¨¢n.
No se ha escrito libro m¨¢s grande que el de Proust, porque en Proust est¨¢ el eterno retorno, pero sin ¨¦nfasis nietzscheano. Se trata de un eterno retorno degradado, resignado y l¨ªrico, que es el que vivimos todos, todos los d¨ªas. El espa?ol desnudo. Aqu¨ª siempre nos hemos desnudado los mismos. Cuando se desnuda uno que no es del rollo, como don Manuel Fraga, lo suyo es un desnudo patri¨®tico, y entonces saca los calzoncillazos negros del hombre que no tiene conciencia er¨®tica de su cuerpo, porque las mujeres no se la han dado, I?m sorry.
Lo cual que don Manuel se meti¨® en Palomares a un kil¨®metro de donde realmente estaba la bomba. Fot¨®grafos como Gigi Corbetta le esperaron en vano en el punto exacto.
Y el solarium. En el solarium podemos encontrar a las viejas / viejos de la tribu o aldea planetaria de McLuchan. Son como tortugas sin caparaz¨®n y sin tanga que calientan sus miserias al sol excesivo de los meses estivales, y, de paso, ojean el desnudo ingenuo de la muchacha que ha subido a broncearse las zonas v¨ªrgenes de los senos y del culito.
El senado de las viejas tortugas observa y calla. Juventud, divino tesoro que te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y, a veces, voy y lloro sin querer. Los versos postmodernos de Rub¨¦n, con alguna incrustaci¨®n madriles, corren por el aire que no corre, bajo las grandes hojas de las moreras y el asentimiento en verde de los casta?os.
En la piscina madrile?a se entra como hay que entrar: con ba?ador hecho de la bandera de los Estados Unidos y pidiendo con seguridad al camarero:
-Un martini con una piedra.
Tennessee Williams hizo toda su obra a base de martini y seconal, como me confesaba una vez, el pobre. Y la mezcla le funcionaba. Lo que no le funcionaba, ya, era su teatro de conflictos ¨ªntimos y menores, porque hab¨ªa sobrevenido Arthur Miller con su teatro social. Ahora vuelve la privacidad y, por lo tanto, vuelve TW. A m¨ª me pidi¨® el director ?ngel Garc¨ªa Moreno que le hiciese una versi¨®n de Un tranv¨ªa llamado deseo. Santiago Melero, estilista de Valladolid, llamaba a la pieza "Un veh¨ªculo de transporte urbano denominado anhelo!". Ni con un t¨ªtulo ni con otro saqu¨¦ jam¨¢s la versi¨®n, por pereza de trabajar en lo de otro.
Garc¨ªa Moreno, desgarrado de esquinas, tampoco volvi¨® a ped¨ªrmelo nunca.
Pero entre la fauna de piscina, antes de partir hacia los litorales y las islas ("las islas nos llamaban", Manuel Altolaguirre, tip¨®grafo del 27), veo a diario primaveras romanas de la se?ora Stone, que son veranos madrile?os, recalentados, torrefactos y con el lat¨ªn / lover en el paro:
-Perdona que me retire, t¨ªa extranjera, pero ma?ana tengo que madrugar para ir al sindicato a ver si ha salido algo.
-Oh, s¨ª, yes, mucho very well, pero primero, too much, devu¨¦lveme el reloj de pulsera m¨ªo que te has puesto jugando.
-I?m sorry, t¨ªa.
-Es que es sumergible.
("Las yanquis ¨¦stas es que est¨¢n en todo; por eso tienen un Impero: no dejan escapar ni un reloj luminoso / sumergible".)
El latin / lover de piscina est¨¢ en el paro, que yo lo veo, y en este verano / 84 lo que no andan ya son famosas por las piscinas de Madrid, como otros a?os andaban. El espa?ol desnudo, en general no queda bien. Cuando se desnuda, conserva las gafas de la oficina, se viste un meyba largo, no se ha iniciado en el "trago corto" del sexo (s¨®lo los unisex van a tope), se ve que ignora cu¨¢les puedan ser las zonas er¨®ticas o l¨ªricas de su anatom¨ªa (falta de una escolarizaci¨®n sexual y, sobre todo, de una escolarizaci¨®n po¨¦tica), se anda mucho a los pies y conserva toda la tarde el palillo de la sangr¨ªa. No hay semidioses griegos con palillo.
El espa?ol medio o piscinero no sabe estar desnudo.
En cuanto a la espa?ola, ya es otra cosa. Quienes mejor quedan, claro, son las peque?itas. Parecen chicas de Quiraz. Las adultas se dividen en tres razas, a saber:
-Aparatosas.
-Celul¨ªticas.
-Mujeres /pantera.
La aparatosa lleva todav¨ªa gafas en forma de coraz¨®n (las peque?itas han redescubierto las gafas / espejo, que siempre tienen un toque Resnais). La celul¨ªtica cree que su celulitis es er¨®tica y lleva un monobikini estampado, penduleando al aire dos superioridades oper¨ªsticas que caen por su propio peso. La mujer / pantera (entre meretriz y bollaca) luce conjunto atigrado e incluso dogal al cuello, melea desmelenada y un juego de pendentifs que, m¨¢s que ocultar los a?os, los revela.
La espa?ola desnuda suele quedar excesiva y el espa?ol desnudo se queda en nada. Se ve que es un hombre que apenas vale un voto. La fauna de piscina se decora, en sus mediod¨ªas caldorros y m¨¢s afortunados, con la visita de un modisto o una vieja estrella que vienen a triunfar y a lucir su new / look. Aqu¨ª, los veraneantes de piscinas, ya nos los sabemos a todos e incluso nos sabemos los cuarenta principales a tope, uno por uno. Se echa de menos, despu¨¦s de todo, a Pedrito Rico: "Mujeres, en la huerta valenciana...".
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