Una mujer de bandera
B. B. King es, y de largo, el m¨²sico de nuestros d¨ªas con mayor experiencia en conciertos. Nadie como ¨¦l, en ning¨²n g¨¦nero, ha tocado ante el p¨²blico casi a diario durante d¨¦cadas. L¨®gico, pues, que el escenario y la gira no escondan secretos para el m¨ªtico bluesman. Hombre pr¨¢ctico, de orden y con h¨¢bitos morigerados, no tolera descontroles, pleitos ni vicios entre sus hombres. Ni se los tolera ¨¦l mismo; para beber en escena, un par de buenas botellas de agua mineral.Las bandas de B. B. King so como una bien avenida y modosita familia unida en torno al boss. En otras ¨¦pocas la familia fue bastante m¨¢s numerosa. En la actualidad, el cortejo se ha reducido hasta seis miembros: tr¨ªo r¨ªtmico, saxo, trompeta y otra guitarra. Edgar Synigal, el saxofonista, ejerce con delicadeza las funciones de maestro de ceremonias y sol¨ªcita mano derecha de, B. B.; ¨¦l es quien le sirve al maestro los vasitos de agua mineral, controla las partituras, entrega los ramos de flores, etc¨¦tera.
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B. King Blues Band.XIX Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n. Vel¨®dromo de Anoeta, San Sebasti¨¢n, 23 de julio.
La sensaci¨®n de Debra
Hay otros viejos conocidos en el grupo -el segundo guitarra, su gillespiano trompetista de bamboleante cabeza, el ca?ero contrabajista Russell Jackson- y un aditamento espectacular con el que nos viene hipnotizando el zorrudo King desde hace alg¨²n tiempo: la cantante y entretenedora Debra Boston.
La tal se?orita Boston, que por cierto es de Chicago, viene a ser como el Taj Mahal, s¨®lo que en mujer y mejorado. ?Se imaginan ustedes a una Marilyn de pelo negro y actualizado corte? Canta bien, con lo que la cosa ya tiene delito, se mueve de muerte y fascina desde ya. Su aparici¨®n en escena, con el concierto encarrilado en su tramo final, caus¨® sensaci¨®n.
La monumentalidad de la se?orita Boston lograba que los mismos roadies de la banda de B. B. King -por lo dem¨¢s, gente que debe tener un cierto h¨¢bito en su contemplaci¨®n- se plantaran a sus pies, bajo el escenario, con la boca como un buz¨®n y los ojillos chisporroteantes. Con s¨®lo sacar a Debra, el ¨¦xito de cualquier espect¨¢culo est¨¢ garantizado.
Pero es que adem¨¢s el concierto de B. B. King y su banda fue francamente agradable. De modo especial en su segunda mitad, cuando tras un Rock me baby lleno de concesiones atac¨® una serie de blues instrumentales con B. B. volcado sobre su negra Lucille. En la primera parte hab¨ªa prevalecido el sonido conjunto del grupo, quedando de manifiesto que no tienen por qu¨¦ coincidir falta de innovaci¨®n con ausencia de entrega y profesionalidad.
King desgran¨® blues el¨¦ctrico cl¨¢sico, tanto como lo fue su repertorio o el reparto final de p¨²as de pl¨¢stico entre la concurrencia. Es un blues que B. B. contribuy¨® consustancialmente a crear, y aunque eso fue tantos a?os atr¨¢s que ni King se acuerda, es una m¨²sica que sigue poniendo locos a m¨¢s de 10.000 j¨®venes en alg¨²n lugar tan alejado del delta del Misisip¨ª o de Memphis como el Pa¨ªs Vasco.
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