Santa Teresa y el instinto
La proyecci¨®n en televisi¨®n de la biograf¨ªa de santa Teresa me llev¨® a leer Las moradas, que me hizo disfrutar con el desarrollo de su pensar y sentir, con su genio literario y con el profundo atractivo de su personalidad. Un par de p¨¢rrafos de ese texto me han sugerido unas consideraciones biol¨®gicas. Esos p¨¢rrafos dicen:... "Ya habr¨¦is o¨ªdo sus maravillas en c¨®mo se cr¨ªa la seda que s¨®lo ?l pudo hacer semejante invenci¨®n, y c¨®mo de una simiente, que es a manera de granos de pimienta peque?os (que yo nunca la he visto, sino o¨ªdo, y ans¨ª, si algo fuere torcido no es m¨ªa la culpa), con el calor, en comenzando a haber hoja en los morares, comienza esta simiente a vivir, que hasta que haya este mantenimiento de que se sustenta est¨¢ muerta; y con hojas de morar se cr¨ªan hasta que, despu¨¦s de grandes, les ponen unas ramillas y all¨ª con las boquillas van de s¨ª mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados donde se encierran; y acaba este gusano, que es grande y feo, y sale del mismo una mariposa blanca muy graciosa. Mas si esto no se viene sino que nos lo contaran de otros tiempos, ?qui¨¦n lo pudiera creer? ?Ni con qu¨¦ razones pudi¨¦ramos sacar que una cosa tan sin raz¨®n como es un gusano, y una abeja, sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda?"...
La actitud de santa Teresa es la de asombro ante un hecho natural al que no estaban habituados la mayor¨ªa de los espa?oles de entonces y cuya novedad les actualiza el misterio general de los seres vivos, misterio tanto m¨¢s notable y m¨¢s de agradecer para la santa cuanto que concibe la naturaleza como creada al servicio del hombre, criatura consciente de sus motivos de agradecimiento al Creador. Ahora bien, ninguna conducta instintiva (esto es, lo que tienen de com¨²n las conductas de los animales de cada especie) es m¨¢s notable que otra; antes bien, todas lo son por igual, ya que todas las especies se han ido diferenciando entre s¨ª y perfeccionando sus conductas respectivas, unas frente a otras, a lo largo del dilatado proceso, conjunto de la evoluci¨®n de los animales. No obstante, tendemos a no asombrarnos ante la conducta de los animales cuyo medio nos es conocido, y de alg¨²n modo familiar, por lo que podemos prever sus respuestas tanteantes y, en cambio, nos extra?an las conductas de otros cuyo medio peculiar nos es ajeno, por lo que tendemos a pensar que ellas tienen un origen rec¨®ndito distinto del de la muestra. Esta divisi¨®n, obviamente artificial, subjetiva, se ampl¨ªa a toda conducta -incluso la nuestra- durante el desarrollo fetal, como si pudiera existir una divisoria esencial en el curso de la existencia de un mismo individuo. La diversidad de conductas espec¨ªficas depende, y s¨®lo depende, de la adaptaci¨®n a medios igualmente espec¨ªficos, pero en s¨ª todas las conductas animales -y desde el origen embrionario de la individualdiad hasta la destrucci¨®n de ella por la muerte- se realizan por un mismo modo de acci¨®n y experiencia, es decir, por el ejercicio de cu¨¢ntos de libertad de una misma naturaleza f¨ªsica (la propia del animal), que permite a los individuos de cada especie gobernar las variaciones ocasionales de los medios respectivos, todos los cuales, sin exceptuar el nuestro, imponen barreras infranqueables.
Deseo de entender
Pienso, pues, que un problema que los animales plantean hoy al bi¨®logo es ya inducir, de toda la variedad enorme de conductas espec¨ªficas, qu¨¦ sea el instinto animal (qu¨¦ tienen en com¨²n los animales, sin exceptuar al hombre), esto es, entender c¨®mo en los individuos de cada especie se va desplegando, paso a paso, la conducta espec¨ªfica a lo largo de la vida de cada uno, y c¨®mo a lo largo de la evoluci¨®n se ha ido, asimismo, afinando cada conducta espec¨ªfica y diferenci¨¢ndose n¨ªtidamente un n¨²mero creciente de ellas; cada una, por lo dem¨¢s, en t¨¦rminos de cambio coet¨¢neo del medio de cada l¨ªnea de especies (medio siempre establecido por la conducta de otras determinadas especies). En resumen, el misterio del instinto animal es uno que, esclarecido, permitir¨¢ comprender cada instinto (entre ellos, el nuestro, nuestra peculiar capacidad de comprender) y con el cual parece enfrentarse ya la biolog¨ªa contempor¨¢nea, junto a una gama de otras cuestiones complementarias.La actitud de santa Teresa implica asombro y deseo de saber
-"pues, ?qu¨¦ ser¨¢ si supi¨¦semos la propiedad de todas las cosas?"-; aunque ciertamente s¨®lo desea saber como un camino m¨¢s de uni¨®n al Creador, para ella motivo ¨²nico de cada cosa y ra¨ªz de todo asombro. El asombro ante los fen¨®menos naturales y el deseo ardiente de saber tienen un car¨¢cter notoriamente m¨¢s cient¨ªfico en fray Luis de Le¨®n, que en su oda a Felipe Ruiz es obvio que considera la naturaleza como obra inteligible y cuya coherencia interna ha de ser tan sutil, tan digna de ser conocida que desea morir para comprenderla. Esta actitud de deseo apasionado de entender, del planteamiento lo m¨¢s neto y profundo de los problemas me parece definidora del pensamiento cr¨ªtico, siempre dispuesto a sacrificar de lo que sabe en aras de lo que desea saber (fray Luis estaba dispuesto a sacrificar su vida entera); como me parece la negaci¨®n de este esp¨ªritu algo muy propio de la corriente retr¨®grada ortodoxa de la ciencia, que se mantiene desde sus comienzos (corriente en la que, parad¨®jicamente, ha de apoyarse la ciencia en su avance), que se satisface beatamente con el conocimiento adquirido y, es m¨¢s, que lo utiliza como parapeto frente al misterio. Resulta satisfactorio que todos los misterios que esperaba fray Luis de Le¨®n entender muriendo tengan hoy una soluci¨®n coherente con la realidad universal, hasta el de "quien sostiene esa luminaria, fuente de luz y vida", el ¨²ltimo, resuelto ya en este siglo nuestro. Aunque, ciertamente, se han desvelado, y as¨ª ser¨¢ para siempre, para llevarnos ante otros misterios por cuya soluci¨®n somos hoy retados, como este del origen y naturaleza del instinto animal.
Libertad y experiencia
?C¨®mo plantearnos en t¨¦rminos todo lo concretos posible este problema del instinto, que, en una manifestaci¨®n nueva, admiraba a santa Teresa? Me parece que toda conducta animal, desde el surgimiento de cada individuo (surgimiento que inicia su ontog¨¦nesis) hasta su muerte es instintiva. En primera aproximaci¨®n, atacar a fondo el problema obliga a entender el origen y naturaleza de esta capacidad y la del ambiente nutricio colonizadoPasa a la p¨¢gina 10
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por ella, y tambi¨¦n c¨®mo en el curso de la evoluci¨®n se han ido condicionando la una al otro, y rec¨ªprocamente. El instinto no es sino la capacidad de acci¨®n y experiencia (podr¨ªamos decir al margen de libertad) que todo animal posee de ir reaccionando frente a la serie m¨¢s o menos r¨ªgida de circunstancias que en el curso de sus vidas les va oponiendo el desarrollo (en tanto le sea viable) del medio peculiar de la especie.
La conducta del gusano de seda, al parecer tan estereotipada, no deja de realizarla el animalillo gui¨¢ndose en cada instante por experiencia; le vemos devorar continuamente el borde de la hoja de morera sin caerse, tante¨¢ndolo, o tejer el capullo tomando como pauta la experiencia de lo ya hecho para seguir teji¨¦ndolo; y el proceso de su experiencia ¨ªntima tiene que ser notablemente r¨¢pido desde que surge su individualidad sobre el proceso de multiplicaci¨®n celular, que inicia el ¨®vulo (estimulado tal vez por el calor), por serlo tambi¨¦n el cambio que entonces sufre su medio nutricio, por el aumento de tama?o del animal y por el saqueo del vitelo; lo mismo, aunque en menor grado, hay que decir del proceso de metamorfosis del gusano en mariposa y del s¨²bito cambio de experiencia que impone el animal cada cambio de fase.
Pero si el instinto del gusano de seda, como el de todo animal, se va produciendo por el continuo ejercicio del cu¨¢nto de libertad que le concede su capacidad espec¨ªfica de acci¨®n y experiencia, ejercido ante el medio al que, en el curso de las eras, se ha ido adaptando, tambi¨¦n hemos de afirmar que la acci¨®n y experiencia humana, la libertad en que nos realizamos (por notoria que ella nos sea), no deja de producirse igualmente a cu¨¢ntos de experiencia y de estar al servicio de la adaptaci¨®n instintiva a nuestro medio humano.
Claro, que el hombre, a diferencia del gusano y de todo otro animal, construye su medio espec¨ªfico (la sociedad) con ayuda de experiencia comunicable (el pensamiento) y que este tipo de experiencia ha hecho evolucionar el medio humano con excepcional rapidez, que s¨®lo modernamente se nos ha impuesto, y tambi¨¦n que este medio difiere mucho de un hombre a otro, y que, en ocasiones, se modifica dirigidamente en el curso de la vida de un solo hombre. Ello, por lo dem¨¢s muy ocasionalmente, puede darnos una vivencia general de libertad distinta de la de otro animal, siempre de conducta muy prefijada. Pero no nos enga?emos; no s¨®lo cada circunstancia del medio social est¨¢ ajustada a la capacidad humana (como la de todo animal a su medio espec¨ªfico), sino que, por r¨¢pidamente que a veces se organice el pensamiento en que se realiza una persona, ¨¦ste lo ha producido por tanteos puntuales, cu¨¢nticos de la conducta humana, tan exclusivamente instintiva como la del gusano de seda.
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