Juegos s¨ª, pero no florales
LA PRETENSI?N de Juan Antonio Samaranch, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI), de modificar la Carta Ol¨ªmpica para tener la capacidad de sancionar a aquellas naciones que boicoteen los Juegos Ol¨ªmpicos (JJ OO), y de declarar, por tanto, la concurrencia a estas manifestaciones como de obligado cumplimiento, no es sino la pen¨²ltima contradicci¨®n cuyas consecuencias ha de sufrir un documento de caracter ut¨®pico que ha sido considerado a la vez biblia del olimpismo, y tambi¨¦n un organismo, el COI, al que corresponden las competencias sobre el acontecimiento deportivo. m¨¢s importante del mundo.El boicoteo de 1976, el de 1980 y este de 1984 son consecuencia de una supeditaci¨®n a la pol¨ªtica que, por muy lamentable que se considere, es un hecho irrefutable de nuestro tiempo: no hay campanas neum¨¢ticas ni torres de marfil para la competencia entre las naciones, por muy nobles que ¨¦stas se consideraran en la antigua Grecia. Todo ello prueba que el movimiento ol¨ªmpico va a la zaga de los acontecimientos, anclado en sus contradicciones y en un hip¨®crita respeto hacia un c¨®digo de conducta que muy pocos pretenden sinceramente respetar.
Ante la perspectiva de los JJ OO del siglo XXI, caso de que se mantengan para entonces, habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ tipo de celebraci¨®n internacional habr¨¢n de ser. Acaso el deporte ol¨ªmpico se entender¨¢ sin necesidad de afeites como una manifestaci¨®n de la xenofobia nacionalista, una arena com¨²n para desfogar en ella las tensiones de otros juegos m¨¢s peligrosos o un simple escenario en el cual desplegar una exposici¨®n cuatrienal de productos y mensajes publicitarios. ?Marco para un negocio o decorado para un gran espect¨¢culo mundial? Coubertin no pod¨ªa preverlo todo.
Los Juegos Ol¨ªmpicos fueron concebidos como una competici¨®n de car¨¢cter individual. "Son competiciones entre individuos, y no entre pa¨ªses", dice el noveno principio fundamental del olimpismo. La exaltaci¨®n nacionalista de los JJ OO de Berl¨ªn en 1.936 marc¨® ya un rumbo que, aunque desprovisto del tufo racista que despe d¨ªa la Alemania de Hitler, no ha dejado de impregnar progresivamente la celebraci¨®n de los JJ OO desde entonces. Los a?os de la guerra fr¨ªa no aliviaron en nada esa depauperaci¨®n galopante de la idea de fraternidad deportiva entre, las naciones. En este sentido, la promoci¨®n pol¨ªtica, con todo y no haber nada intr¨ªnsecamente perverso en ella que se ha granjeado una potencia menor como la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania (RDA) gracias al deporte ha sido formidable.
El esp¨ªritu ol¨ªmpico del bar¨®n de Coubertin, destilado d¨¦ una mitificaci¨®n del pasado hel¨¦nico, no debe ser tampoco, en esta hora de neurosis nuclear, rid¨ªculamente blanqueado. La mujer era el gran convidado de piedra de los Juegos Ol¨ªmpicos, que se celebraron en su reanudaci¨®n en 1896 sin su presencia, y que ¨²nicamente de una manera tan gradual como el reconocimiento del voto se fueron abriendo a su inclusi¨®n en unas y otras pruebas. El giro casi completo del arco puede verse en las ¨²ltimas competencias ol¨ªmpicas con la aparici¨®n del hombre camuflado de mujer, la transexualizaci¨®n o la mujer fabricada para que adquiera unas caracter¨ªsticas de esfuerzo y potencia m¨¢s asociadas a la peculiar constituci¨®n de los varones. El contrabando de sexo no es sino otra forma de competici¨®n determinada por un concepto del nacionalismo que santifica los medios como justificaci¨®n de cualquier fin.
Pero quiz¨¢ el t¨¦rmino m¨¢s diariamente puesto en tela de juicio, el que mejor define la contradicci¨®n del ideario ol¨ªmpico, sea el del amateurismo. Es evidente que los atletas viven de su deporte, pero cada uno estar¨¢ en Los ?ngeles por unos motivos diferentes. Los atletas, porque perciben, no un salario cada vez que corren, sino una ayuda que controla su federaci¨®n, "para cuando se retiren". Los jugadores de baloncesto son, simplemente, no profesionales, ya que la FIBA (Federaci¨®n Internacional de Baloncesto) no se molest¨® en definir lo que es un deportista amateur, sino lo que es el profesional, y profesional es el que juega en ligas profesionales, en tanto, que se sepa, s¨®lo hay una declarada como tal, la de Estados Unidos.
En este contexto los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles dan un salto hacia adelante, que no sabemos si en realidad es hacia atr¨¢s, con respecto a ocasiones anteriores, como Mosc¨², Montreal, Munich o M¨¦xico, con la entronizaci¨®n universal del concepto de beneficio econ¨®mico, de la rentabilidad publicitaria, de la econom¨ªa del derroche y de la explotaci¨®n del suceso desde la ¨®ptica de la iniciativa privada.
En Los Angeles las cosas se deterioraron desde un principio, independientemente de que el espect¨¢culo deportivo sufriera por las ausencias de dos de las tres grandes potencias, URSS y RDA. Se est¨¢n dando grandes singularidades en estos JJ OO. Por ejemplo, la organizaci¨®n se halla en manos de la empresa privada, que ha convertido el acontecimiento en un gran negocio, aunque quiz¨¢ en el pecado lleve la penitencia por el riesgo de ver reducidos sus ingresos en caso de que la cadena norteamericana de televisi¨®n ABC, que ha pagado 225 millones de d¨®lares (ahora algo m¨¢s de 36.000 millones de pesetas) por los derechos de retransmisi¨®n, no pague los 45 millones de d¨®lares (unos 7.200 millones de pesetas) que faltan por abonar, al considerar que el nivel de audiencia descender¨¢ seriamente por las ausencias citadas.
As¨ª las cosas, Los ?ngeles puede seguir siendo un formidable espect¨¢culo televisivo para el verano, una extravagancia de medios y un formidable negocio para quienes saben adecuadamente explotar las ubres de la curiosidad mundial. No hay que mesarse los cabellos, porque ya no estamos en edad de confundir Juegos Ol¨ªmpicos con juegos florales. Los Juegos de la 22? Olimpiada de la era moderna dan lo que da de s¨ª la ¨¦poca quenos ha tocado vivir a fines del siglo XX. Barones, abstenerse, por favor.
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