Fiesta y paternalismo
La fiesta popular ?puede estar creada, programada, organizada desde arriba? El tema inquieta desde antiguo, desde -el panem et circenses de Juvenal hasta el m¨¢s expl¨ªcito dictamen de Lorenzo de M¨¦dicis, pane e feste tengono il popolo quieto, y la par¨¢frasis espa?ola M XIX, Pan y toros. La fiesta es una parte de la creaci¨®n directa del pueblo: suele ser o denominarse por la sociolog¨ªa parateatral porque entra?a representaci¨®n, disfraz, canci¨®n y texto, juego inventado. Ofrecerla, como se hace ahora, premeditada o prefabricada, puede resultar equ¨ªvoco: sobre todo en cuanto hay unos factores de los llamados culturales y se mezclan en ella cl¨¢sicos griegos y latinos, vestigios del Siglo de Oro, vulgarizaciones, adaptaciones y facilidades intelectuales que entra?an unas veces desconfianza en la comprensi¨®n popular, las m¨¢s intento de halago y de direcci¨®n de pensamiento mezclando en los textos adulterados -a veces hasta darles la vuelta- muy dudosos ingenios. Hay una paternalizaci¨®n.Sin embargo, hay que pensarlo mucho antes de condenar en bloque. Probablemente al pueblo se le han disuelto hoy las peque?as unidades que propiciaban su esp¨ªritu de creaci¨®n; hasta las autonom¨ªas buscadoras de peculiaridades resultan demasiado grandes y demasiado generalizadoras como para fomentar la creaci¨®n espont¨¢nea. Los circuitos de los espect¨¢culos creados para las fiestas de verano tienden a unificar un sentimiento global de la fiesta, las abstracciones no se refieren s¨®lo a lo parateatral ni aun al teatro en s¨ª, sino tambi¨¦n a la m¨²sica y a la danza. Quiz¨¢ no sea un mal, a la, larga, y salvo casos de flagrante desastre en las fiestas organizadas y trashumantes, compradas por ayuntamientos y organismos, las gentes lo pasan bien bajo el cielo raso del verano espa?ol.
Lo que se puede pedir a los que se han hecho as¨ª responsables y paternales hasta contra su propia conciencia original es que sean realmente responsables: que sepan lo que tienen entre manos y que la delicad¨ªsima cultura que tratan de expandir no resulte lo contrario de lo que se piensa. Que no confundan lo barato con lo mediocre y que se detengan ante lo que es sabidamente malo y burdo. No se trata s¨®lo de crear unos recintos y de soltar en ellos a unos contratados, mezcl¨¢ndolos con bocatas y cubatas como si todo fuese una misma materia.
Su mano no debe ser demasiado pesada como para ahogar la creaci¨®n directa y su programaci¨®n no debe considerarse terminada con arrojar al pueblo unos cuantos nombres sagrados, sin contar lo que se haga con ellos. Es una cuesti¨®n ¨¦tica de m¨¢s envergadura.
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