Entre la vida y los libros
Hace pocas semanas, el profesor Francisco Indurain, al mostramos la primera edici¨®n de un libro de 1935: Introducci¨®n al estudio del romanticismo espa?ol, nos hac¨ªa notar la bibliograf¨ªa que ya respaldaba a su autor, quien, con 26 a?os, obten¨ªa entonces el Premio Nacional de Literatura. Entre la vida y los libros, coment¨¦ yo, echando mano del ¨²ltimo t¨ªtulo -y son m¨¢s de 200- de Guillermo D¨ªaz-Plaja.Entre la vida y los libros o, mejor, entre los libros hechos vida, corri¨® ese r¨ªo de inquietud cultural y de pasi¨®n did¨¢ctica que fue Guillermo, desde que en 1932 se iniciara como profesor del Instituto Escuela. La verdad es que hay generaciones enteras cuyo contacto con la Literatura lleg¨® de la mano de aquel infatigable profesor. Le he o¨ªdo contar muchas veces, con voz conmovida, cu¨¢nto emociona que se le acerque a uno, en cualquier rinc¨®n de Hispanoam¨¦rica, alguien que confiesa tener, como una peque?a isla po¨¦tica en su formaci¨®n cient¨ªfica, en su bagaje t¨¦cnico, las p¨¢ginas de un texto con su firma. Las dotes pedag¨®gicas de D¨ªaz-Plaja afloran en cualesquiera de sus libros: es incre¨ªble su facilidad para presentar grandes panoramas generacionales o epocales.
A D¨ªaz-Plaja le apasionaba la cultura como ¨¢mbito primordial del vivir. No hay hecho literario que no se d¨¦ en relaci¨®n con un contexto, y esas interdependencias multiplicaban sus llamadas de atenci¨®n ante la inquietud del ensayista, del conferenciante, del poeta.
A trav¨¦s de m¨²ltiples pa¨ªses, Guillermo abr¨ªa su tienda de intelectual espa?ol y vend¨ªa tanto como compraba. Defensor a ultranza de la cultura espa?ola, all¨ª quedaban nuestros valores m¨¢s puros y mejor exaltados. Ansioso de comprensi¨®n, con ¨¦l ven¨ªa un mundo de valores hist¨®ricos y art¨ªsticos enriquecedor y aprehendido. Tambi¨¦n hizo mucho por el entendimiento entre esos dos focos culturales no siempre armonizados y a veces mutuamente desconocidos: Madrid y Barcelona se un¨ªan un poco en ¨¦l.
Pero a la hora de decirle adi¨®s, no puedo olvidar que hubo varios Guillermos. El profesor, s¨ª; y el ensayista y el conferenciante y el acad¨¦mico. Mas tambi¨¦n el poeta. Este pa¨ªs es tan pobre, que no da para tener dos ideas distintas de una misma persona, acostumbra a decir Camilo Jos¨¦ Cela. Con D¨ªaz-Plaja pas¨® algo semejante. Se olvid¨® al poeta m¨¢s de lo debido. Como en casi todos los hombres de pensamiento y cultura que escriben poes¨ªa, se daba en ¨¦l un sentir hondo de que la poes¨ªa era lo m¨¢s suyo. Y es verdad, porque en la poes¨ªa se libran del mayor rigor del pensar o del razonar. D¨ªaz-Plaja fue poeta de la sensorialidad descriptiva y pict¨®rica, y poeta de una religiosidad h¨ªmnica que, a veces, toca lo metaf¨ªsico. Fue poeta de la intimidad familiar. Y quiz¨¢, sobre todo, poeta de la aportaci¨®n culta, en aquella vertiente que ¨¦l mismo supo definir muy bien como culturalismo. La vida es cultura, cultura asumida e incorporada a la personalidad. Guillermo lo sab¨ªa, lo proclamaba y lo cultivaba.
Babelia
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