Los ?ngeles estrena museo
Acondicionar las dos grandes naves que acogen las instalaciones cost¨® un mill¨®n de d¨®lares
Desde finales de la pasada d¨¦cada, y coincidiendo con el plan de remodelaci¨®n del viejo centro de la ciudad, que languidec¨ªa entre la invasi¨®n latina y el progresivo deterioro de los inmuebles y la peligrosidad de determinadas zonas, un reducido grupo de artistas -pl¨¢sticos con preferencia, pero tambi¨¦n m¨²sicos y poetas- descubri¨® la existencia de numerosos edificios de bajo alquiler, espacios industriales pr¨¢cticamente abandonados y almacenes similares a los lofts neoyorquinos que a principios de la pasada d¨¦cada propiciaron el auge del barrio del Soho. Esta simetr¨ªa con la gran manzana de la costa Este se produc¨ªa tambi¨¦n en el mismo dise?o arquitect¨®nico del ¨¢rea y en la sensaci¨®n urbana, tan dificil de encontrar en Los ?ngeles.Con la velocidad caracter¨ªstica de este pa¨ªs, el fen¨®meno ha crecido a una asombrosa rapidez en los ¨²ltimos cuatro a?os. Richard Koshalek, director del Museum of Contemporary Art (MOCA), calcula que habr¨¢ en la zona entre 500 y 1.000 artistas. Pero al contrario que en Nueva York, donde este tipo de reductos mueren saturados a causa de la especulaci¨®n que desencadenan, en Los ?ngeles es dif¨ªcil que esto suceda, por cuanto la disponibilidad de espacio es pr¨¢cticamente ilimitada. Precisamente si algo caracteriza este proyecto son sus dimensiones. De momento, lo que se conoce como temporary contemporary dos inmensos almacenes situados al borde del little Tokyo -el barrio japon¨¦s- transformados por el arquitecto Frank Ghery en instalaciones provisionales del museo hasta que dentro de dos a?os se inaugure el edificio permanente, con sus techos de m¨¢s de 11 metros de altura, constituyen el espacio de mayores dimensiones dedicado al arte contempor¨¢neo.
En realidad, Ghery ha hecho muy poco. Enamorado desde el primer momento de las caracter¨ªsticas del lugar, se ha limitado a limpiarlo, sin pintar siquiera las vigas de acero de la estructura original, conservando el pavimento de cemento y simplemente puliendo y barnizando el techado de madera de cedro rojiza. El mill¨®n de d¨®lares presupuestado para la restauraci¨®n se ha invertido en la reparaci¨®n de las claraboyas -que proporcionan una bell¨ªsima luz cenital-, en un nuevo tejado y en el enorme toldo que cubrir¨¢ el trozo de calle que va a morir frente al museo y que ha sido cedido por la ciudad.
El propietario de las instalaciones es el Ayuntamiento de Los ?ngeles, que lo ha alquilado al MOCA durante un per¨ªodo de cinco a?os por la simb¨®lica cifra de un d¨®lar anual. Sin embargo, debido al ¨¦xito de las primeras exposiciones y al hecho de que el futuro museo permanente contar¨¢ con menos espacio para exposiciones que el provisional, se intenta que una vez inaugurado el edificio, de Arata Isozaki se pueda seguir contando con estas instalaciones. De esta manera, la nueva construcci¨®n podr¨¢ dedicarse a albergar la colecci¨®n permanente que el MOCA ha empezado ya a acumular, quedando el temporary para las instalaciones y piezas de grandes dimensiones que, por lo visto en estos primeros meses de existencia, van a caracterizar este museo.
Para su inauguraci¨®n, los m¨¢s de 5.000 metros cuadrados de estas instalaciones albergaron la primera de la serie de cinco colaboraciones entre core¨®grafos y arquitectos organizadas por la conservadora del museo, Julie Lazar. El arquitecto fue, obviamente, el propio Frank Ghery, conocido en parte por su particular visi¨®n escultural de la arquitectura y que deseaba experimentar con el problema de los bailarines movi¨¦ndose en el espacio. La core¨®grafa fue la neoyorquina Lucinda Childs, mientras que la m¨²sica la aport¨® el compositor John Adams. Los tres empezaron su trabajo por separado, y cuando ya ten¨ªan una idea concreta sobre el montaje comenzaron a fusionar sus aportaciones. Pero, en realidad, todos los elementos no se juntaron hasta los primeros ensayos.
Inaugurar el MOCA con una obra de este tipo produjo bastante desconcierto entre la audiencia, compuesta b¨¢sicamente de benefactores del museo y autoridades locales. La combinaci¨®n de la desnudez en que Ghery hab¨ªa dejado el local con la racionalista t¨¦cnica de Lucinda Childs y la malheriana m¨²sica de Adams fue de dif¨ªcil digesti¨®n tambi¨¦n para la cr¨ªtica, cuyos eternos lamentos por la falta de una vanguardia art¨ªstica en Los ?ngeles se trocaban ahora en sorpresa. Available light viajar¨¢ a Nueva York y Par¨ªs, para volver a California dentro de un a?o. Entonces podr¨¢ verse en qu¨¦ ha cristalizado este trabajo que sus tres creadores insisten en que no est¨¢ a¨²n terminado.
Pero lo que mejor ha definido las posibilidades de las enormes dimensiones del temporary ha sido el montaje del artista de Nevada Michael Heizer. Atendiendo los deseos de Richard Koshalek, el director del museo, que ped¨ªa algo "grande", apuntando que ning¨²n museo gusta de las grandes piezas, Heizer construy¨® una serie de formas a base de cart¨®n piedra tituladas 45, 90, 180. Geometric extraction, que instaladas en el museo se configuran como un fant¨¢stico paisaje geom¨¦trico por el que pasear es una experiencia inolvidable. Su autor, que reconoce que se inici¨® en la pintura, pero que con posterioridad se pas¨® al campo de la escultura para poder seguir pintando sin los l¨ªmites de la tela, se ha especializado ¨²ltimamente en este tipo de trabajos monumentales, que hasta ahora s¨®lo ten¨ªan cabida en espacios naturales, como los movimientos de tierras que bajo el t¨ªtulo Double negative realiz¨® en Mormon Mesa, en el desierto de Nevada.
Los grandes maestros
Si el temporary parece destinado a albergar este tipo de arte, sea multimedia o grandes esculturas posconceptuales, el futuro edificio permanente dise?ado por Isozaki ser¨¢ la sede de la colecci¨®n del MOCA, que recoger¨¢ a los grandes maestros del arte contempor¨¢neo cuya producci¨®n se inicie a partir de 1940. Aparte de donaciones y compras aisladas a coleccionistas, el museo acaba de adquirir de un solo golpe 80 piezas de los nombres m¨¢s importantes del arte actual, provenientes de la colecci¨®n privada del conde italiano Giuseppe Panza di Biumo, entre los que se incluyen siete obras de Mark Rothko, 11 de Robert Rauschemberg, 12 de Franz Kline, 4 de Roy Lichtenstein y 16 de Claes Oldenburg. Esta compra, por la que el MOCA ha pagado 11 millones de d¨®lares (unos 1.760 millones de pesetas), duplica por s¨ª sola su cat¨¢logo y constituye la mayor adquisici¨®n de arte por parte de un museo desde la posguerra.El prestigio internacional que este reci¨¦n estrenado museo ha adquirido en tan breve per¨ªodo de tiempo se debe en parte a una muy bien orquestada campa?a de promoci¨®n y a la selecci¨®n como primer director de Pontus Hulten, el director fundacional del Mus¨¦e National d'Art Moderne de Par¨ªs, m¨¢s conocido como Centro Georges Pompidou o Beaubourg. Hulten realiz¨® un importante trabajo inicial de captaci¨®n de capital e inyect¨® prestigio y credibilidad al proyecto, pero sutilmente fue delegando responsabilidades, arguyendo que deb¨ªa organizar un festival en Francia, que nunca lleg¨® a realizarse.
Sigue ligado al MOCA como asesor, pero quien ha tomado las riendas es Richard Koshalek, que hab¨ªa sido el director del museo de Fort Wort, en Texas, y del Hudson River, en Nueva York. Koshalek es un hombre joven y de maneras suaves que cree que la funci¨®n de un museo estriba en ofrecer oportunidades a los artistas y act¨²a seg¨²n estas premisas. Hay en estos momentos m¨¢s de 15 artistas locales preparando exposiciones directamente subvencionadas por el MOCA.
?El MOMA del Oeste?
El Museo de Arte Contempor¨¢neo de Los ?ngeles tiene en la actualidad m¨¢s de 500 socios fundadores, m¨¢s unos 5.000 socios de cuota -que est¨¢ previsto que lleguen a duplicarse antes de fin de a?o-, adem¨¢s del apoyo de la ciudad de Los ?ngeles y de la comunidad art¨ªstica. Es una instituci¨®n privada que espera poder financiarse en el futuro con sus actividades. No ser¨¢ ¨¦sta una tarea f¨¢cil. No existe en California ninguna tradici¨®n de este tipo, como la que puede haber en Nueva York e incluso en Tejas. La industria del cine por el momento se mantiene al margen. Koshalek admite que hay algunos coleccionistas importantes entre los cineastas, pero que son la excepci¨®n.Por otro lado, la reciente pol¨¦mica creada por la total negativa de Max Palevski -uno de los miembros fundadores, que aport¨® al museo un mill¨®n de d¨®lares- a aceptar el proyecto del arquitecto japon¨¦s Arata Isozaki, el autor del proyecto del Palacio de los Deportes de Barcelona, y la consiguiente demanda judicial con la que pretende recuperar su donaci¨®n al no haber podido hacer valer sus criterios, retrata un poco el peligro de aceptar financiaci¨®n de cierto tipo de magnates que desconocen los mecanismos del arte contempor¨¢neo y en una actitud muy caracter¨ªstica de la industria del cine intentan adoptar el papel de productores con derecho al montaje final.
Contrasta un poco la ambiciosa y vanguardista concepci¨®n del MOCA, que seg¨²n los cr¨ªticos est¨¢ redefiniendo la idea de un museo moderno, con el des¨¦rtico panorama que la ciudad de Los ?ngeles presenta en este campo. Es cierto, sin embargo, que sin ni siquiera un edificio permanente y con s¨®lo tres exposiciones el MOCA ha transformado ya a la comunidad art¨ªstica de Los ?ngeles. Cuando se le pregunta a Koshalek si pretende convertirlo en el MOMA de la costa Oeste, la respuesta es r¨¢pida: "Puede que esto acabe siendo el MOMA del Oeste, pero lo m¨¢s posible es que con el tiempo se empiece a hablar del MOCA del Sur o, ?por qu¨¦ no?, del Este".
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