Espa?a, incapaz de soportar la presion de Estados Unidos
ENVIADO ESPECIAL, Antes de los cuatro minutos de juego estaba claro que lo que no puede ser no puede ser y, adem¨¢s, es imposible. Sin embargo, a los diez los jugadores norteamericanos s¨®lo parec¨ªan ya hombres. Luego, el Forum de Los ?ngeles enmudec¨ªa porque Espa?a se ponia por delante en el marcador. Bobby Knight, el entrenador m¨¢s conflictivo del mundo, se sal¨ªa de sus casillas y comenzaba la rueda de sustituciones para tratar de detener a aquellos locos espa?oles, a quienes hab¨ªa comenzado a pas¨¢rseles el p¨¢nico y que iniciaban un juego serio, capaz de mantener a raya al adversario con dignididad. En la segunda parte, la fiera hostiga da dio el zarpazo definitivo y, tras perder Espa?a tres balones consecutivos, se estableci¨® la diferencia en el marcador que llev¨® a Estados Unidos a un triunfo contundente.
Sali¨® el equipo estadounidense a a cancha como un cohete de trayectorias endiabladas, a resolver el encuentro con rapidez para no dar opci¨®n a la sospecha. Los espa?oles empezaron asustados, imprecisos en el tiro, desconcertados y entregando mal el bal¨®n. No sal¨ªan en contraataque y no defend¨ªan bien. Pero de la presi¨®n constante al hombre comenzaron a deshacerse a la hora de atacar. Y en defensa empez¨® Romay a asomar en los rebotes con olvido de quienes estaban enfrente. Romay recogi¨® rebotes, pese a la oposici¨®n de Ewing, Tisdale y dem¨¢s. Fue uno de los jugadores m¨¢s serenos. Por contra, Fernando Mart¨ªn comenz¨® a cargarse de personales. D¨ªaz Miguel sent¨® a Mart¨ªn y Epi para que se serenaran y los sac¨® de nuevo a la pista cuando consider¨® que estaban en mejor disposici¨®n an¨ªmica. A Mart¨ªn le afect¨® el tap¨®n que le pusieron al principio y Epi tard¨® mucho en coger el tino ante la canasta y se quede en 17 puntos. Al pivot madridista le se?alaron demasiado pronto la cuarta personal y ya el peso de su papel tuvieron que repart¨ªrselo Romay y Jim¨¦nez.
Iturriaga logr¨® meter diez puntos -en la segunda mitad, ninguno-, pero no bast¨® el esfuerzo colectivo e individual para parar a la maquina estadounidense. Jordan, que en este encuentro s¨ª fue matenido en la pista durante la mar parte del tiempo, hasta que se lesion¨®, hizo diabluras y ello fue suficiente para que su equipo pudiera irse al descanso con ventaja en el marcador.
Lo sucedido en el segundo per¨ªodo fue otra pel¨ªcula. El resultado quiz¨¢ fue lo de menos. Lo importante para los espa?oles fue que demostraron que son capaces de afrontar con ciertas garant¨ªas de ¨¦xito los encuentros fundamentales para alcanzar una medalla.
Dur¨ªsima defensa
Estados Unidos hizo una defensa dur¨ªsima. Hab¨ªa que tener una gran fortaleza de ¨¢nimo para colocarse bajo su tablero. No tiene necesidad de que los ¨¢rbitros le echen una mano porque tiene recursos sobrados para vencer. Pero se encontr¨® apoyado por la pareja dirigente, que se inhibi¨® constantemente de los palos que propinaron los estadounidenses. No s¨®lo permitieron la dureza, sino que hicieron la vista gorda en la zona espa?ola, donde pudieron entrete nerse lo suficiente para pensar un jugada de ajedrez. El banquillo espa?ol reclam¨® constantemente esta irregularidad, pero los se?ores de gris no se dieron por aludidos. Ni en eso ni en los agarrones a Romay, al que s¨®lo falt¨® que le pusieran las esposas.
Al fin se vio medio encuentro interesante, competido y con dos equipos situados en similar categor¨ªa. Hasta ahora todo hab¨ªan sido paseos m¨¢s o menos buc¨®licos. Fue bonito, aunque no favoreciera el resultado, ver c¨®mo los norteamericanos ten¨ªan que usar sus mejores armas para decantar la victoria a su favor. En el segundo tiempo los espa?oles no soportaron la presi¨®n a que se les someti¨® y volvieron a cometer errores en la entrega. Unos instantes de indecisi¨®n, despiste y descuido bastaron para que uno de los dos mejores equipos del mundo pusiera las cosas en su sitio.
No era previsible el triunfo espa?ol. Ni previsible ni siquiera deseable, pues el primer lugar en el grupo podr¨ªa causar m¨¢s complicaciones que el segundo en los encuentros restantes. Claro que tampoco era deseable recibir una soberana paliza. Caben, eso s¨ª, algunas disculpas. La de los ¨¢rbitros es muy contabilizable.
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