Inocente, aunque se demuestre lo contrario
A los 10 a?os de su infamante dimisi¨®n, Richard Milhous Nixon tiene ya un pie fuera de la tumba. Cuando el 9 de agosto de 1974 se desped¨ªa de sus colaboradores en la Casa Blanca, nada promet¨ªa su inevitable resurrecci¨®n. En 1984, a los 71 a?os de edad, el ex presidente aspira a convertirse en el mandatario retirado m¨¢s influyente de EE UU. Y la opini¨®n parece avenirse gradualmente a la reposici¨®n de un viejo celuloide.El ex presidente norteamericano probablemente tuvo conocimiento y con toda seguridad particip¨® en el encubrimiento del esc¨¢ndalo Walergate, un caso menor de espionaje industrial en el que altos personajes de la Administraci¨®n republicana ordenaron el allanamiento de las oficinas del Partido Dem¨®crata en junio de 1972, con el objeto de sabotear los planes rivales en la campa?a electoral a la presidencia. Nixon, el condenado por desconfiado, ten¨ªa la victoria de noviembre m¨¢s que asegurada, pero su terror instintivo a lo desconocido, su resentimiento contra un mundo que ve¨ªa paranoicamente conjurado contra su persona le obligaban a destruir al adversario antes de derrotarlo. La opini¨®n norteamericana, que en su momento se sinti¨® avergonzada de haber elegido a un facineroso mal afeitado a la presidencia, quiso olvidar el nombre de Nixon y se tambaleaba de disgusto a la sola menci¨®n de Watergate. No era tanto el delito como la mezquindad de toda la operaci¨®n y el espect¨¢culo de un presidente incapaz de delegar el juego sucio lo que resultaba particularmente desmoralizador.
En los ¨²ltimos 10 a?os Nixon ha reemergido como un estadista retirado al que se escucha y se consulta, un hombre que escribe libros de una te¨®rica muy inferior a su pr¨¢ctica de la presidencia. La opini¨®n, que probablemente no est¨¢ todav¨ªa madura para el perd¨®n universal, como ser¨ªa su comparecencia junto al presidente Reagan en los fastos de la reelecci¨®n, parece dispuesta a aceptar que ¨¦ste es otro Nixon. Y es que el ex presidente es un profesional del regreso. Una tras otra, en su vida se han presentado las peores coyunturas, que documenta en su libro Six crises, desde los tiempos en que colaboraba con el senador McCarthy en la b¨²squeda de comunistas agazapados en la Administraci¨®n, hasta llegar a esta s¨¦ptima crisis de Watergate. Y, tras cada nuevo traspi¨¦s, ha resurgido un Nixon del que se trataba de vender la imagen de que hab¨ªa madurado, de que el antiguo ser pele¨®n y crispado hab¨ªa dado paso a un nuevo personaje capaz del distanciamiento de la serenidad. Esa es la imagen que nuevamente propone de s¨ª mismo el ex presidente.
?Por qu¨¦ Nixon rebota siempre sobre todos nosotros desde el fondo de un cubo de basura?
Nixon ha tenido siempre la virtud de no sentirse culpable de sus fechor¨ªas. ?Culpable? ?De qu¨¦? En todo caso, de hacer la guerra preventiva al establishment de Washington, de utilizar todos los medios disponibles para vencer al adversario. Que no era culpable lo demuestra a sus ojos la misma venganza del caso Watergate. El raid contra las instalaciones dem¨®cratas ha quedado vindicado ante el ex presidente por la vasta operaci¨®n dirigida a trav¨¦s de la Prensa y de las instituciones parlamentarias para hundirle. Cualquier pretexto ser¨ªa bueno para despojarle de lo que hab¨ªa ganado electoralmente. Por eso est¨¢ seguro de que ten¨ªa que actuar como actu¨®, tolerando y encubriendo el esc¨¢ndalo Watergate.
Nixon sabe que se equivoc¨® en los medios, pero ignora que es un delincuente. Sus exculpaciones tienen la "sinceridad del que se sabe perseguido, y la peor paranoia, dicen que es la del que tiene raz¨®n cuando angustiosamente siente que lo acosan. Richard Nixon ha sido un excepcional practicante de la presidencia, el ¨²ltimo gran mandatario de la Casa Blanca con una pol¨ªtica global, una comprensi¨®n de los medios y una visi¨®n clara de los fines. En Pek¨ªn y en Mosc¨² tienen buen motivo para recordarle con nostalgia, sin que sea un prodigio menor que contentara a ambos adversarios no renunciando a tenerlos enfrentados. Ni la moralidad de Carter ni el caos de Reagan han podido recuperar la sutil equidistancia de aquel tiempo pasado.
Nixon no volver¨¢, probablemente, a ejercer un cargo de elecci¨®n, pero jam¨¢s un ex presidente habr¨¢ vuelto de manera tan prominente al panorama pol¨ªtico norteamericano como pretende, con motivo, el hombre que se sabe inocente de aquel maldito y chapucero embrollo llamado Watergate.
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