El 'mono' en la jaula
Sin el loro, Guillermo hubiera enloquecido en cualquiera de sus 18 estancias en el Hospital Psiqui¨¢trico Penitenciario de Carabanchel. Pero el loro, o sea, la radio, le sostiene cuando el mono aprieta y el cuerpo se convierte en un insoportable enemigo que s¨®lo env¨ªa mensajes brutales: sudores fr¨ªos, retortijones de est¨®mago, temblores incontrolables, v¨®mitos a mansalva y todo eso que la mayor¨ªa de adictos a la hero¨ªna acaban conociendo un d¨ªa u otro.En esos momentos, las c¨¦lulas del cuerpo de Guillermo est¨¢n reclamando el ba?o de la droga, el alivio temporal de un pinchazo de hero¨ªna. Pero Guillermo no tiene una dosis a mano, ni puede ir a comprarla. No puede hacer nada. Tiene que superar el s¨ªndrome de abstinencia a cuerpo gentil, sin f¨¢rmacos sustitutorios, saunas, trabajos duros o terapias psicol¨®gicas. En esos momentos, Guillermo s¨®lo tiene en su celda un loro, y eso le mantiene unido a la vida. Hay gente ah¨ª fuera, m¨¢s all¨¢ de esas rejas y esos muros de ladrillo visto, y si aguanta, puede que en el futuro Guillermo vuelva a gozar de libertad. Puede.
Guillermo R. G. tiene 20 a?os, es vecino de Vallecas e hijo de funcionario. Dos de sus seis hermanos son tambi¨¦n adictos al caballo. Hace unas semanas, el joven se qued¨® sin fondos para pagarle su gramo diario de hero¨ªna, y, sin pensarlo dos veces, atrac¨® una pasteler¨ªa. Fue detenido in situ y el juez decret¨® su ingreso inmediato en el Hospital Psiqui¨¢trico Penitenciario. Los restos doloridos de Guillermo entraron all¨ª de madrugada, esposados y arrastrados por dos guardias civiles.
Estado de choque
Ahora Guillermo acaba de superar el mono en una celda del psiqui¨¢trico por decimoctava vez en los ¨²ltimos cuatro a?os, y est¨¢ pendiente de la decisi¨®n judicial. Puede salir en libertad provisional o tambi¨¦n puede ser ingresado en la cercana c¨¢rcel de Carabanchel. Guillermo est¨¢ convencido de que merece la primera de las opciones. Es un chaval alto, que tapa su cabeza con una gorra negra donde en letras blancas figura el lema Espa?a 82, y que viste con pantalones azules de ch¨¢ndal y una camiseta de color butano con el rostro estampado del negro blanco Michael Jackson. Tiene vendado el brazo derecho, a la altura del codo; su rostro es muy p¨¢lido, y sonr¨ªe de modo algo burl¨®n y un mucho inescrutable. Como casi todos los heroin¨®manos no es demasiado locuaz, y cuando habla parece alguien que vuelve de un largo viaje.
-?Has escuchado la ¨²ltima canci¨®n de Michael Jackson?
-?Esa en que tambi¨¦n cantan sus hermanos y Mick Jagger?
-S¨ª, ¨¦sa. Es dabute, colega. Yo la he escuchado en el loro.
State of shock, la canci¨®n a la que alude Guillermo, se ha convertido en el himno del verano 84 para Guillermo y los otros ocho j¨®venes delincuentes heroin¨®manos con los que comparte su actual reclusi¨®n en la secci¨®n de toxic¨®manos del hospital Psiqui¨¢trico Penintenciario de Carabanchel.
La secci¨®n de toxic¨®manos comienza en un amplio sal¨®n dotado de un televisor y unas cuantas sillas, y contin¨²a y termina en un largo pasillo, a cuyos lados est¨¢n las celdas, que son individuales.
Los suelos est¨¢n embaldosados; las paredes del sal¨®n y del pasillo, pintadas de rosa, y las de las celdas, de verde, y necesitan desde hace a?os una buena mano de pintura. Gruesas puertas met¨¢licas, de esas que tan s¨®lo pueden abrirse desde fuera, a¨ªslan todas y cada una de las dependencias de la secci¨®n.
Las celdas son iguales a los chabolos de la prisi¨®n de Carabanchel. Tienen hierros en las ventanas y camas met¨¢licas, cuyos colchones, de goma espuma, est¨¢n sensible mente hundidos por la mitad. En cada celda hay un lavabo, una taza de retrete y un radiador de calefacci¨®n central. Los ceniceros son latas de conserva usadas. La mayor¨ªa de los cuartos est¨¢n decorados con fotos de mujeres desnudas, y en una de ellas hay un graffiti que dice: "M¨¢s vida". La literatura de los reclusos est¨¢ basada casi exclusivamente en revistas pomo y del coraz¨®n, y tebeos baratos. S¨®lo se encuentran dos libros: Gestapo, de Sven Hassel, y El vagabundo de las estrellas, de Jack London.
Hay algo que uniforma a los nueve reclusos de la secci¨®n de toxic¨®manos, todos, menores de 30 a?os y todos con antecedentes por robos y atracos, y ese algo son los callos y tatuajes que lucen en los brazos. Los callos son recuerdos de cientos de pinchazos intravenosos. Los tatuajes van desde personajes b¨ªblicos hasta dragones orientales, pasando por retratos de chicas y promesas de amor eterno.
-El tatuaje me lo hice a los 13 a?os, cuando era un inconsciente. Ahora se ha convertido en un cante permanente, se lamenta un recluso.
La queja por el aislamiento es un¨¢nime. Los toxic¨®manos tienen estrictamente prohibido relacionarse con los otros internos del psiqui¨¢trico, porque, seg¨²n afirma la direcci¨®n, "siguen obsesionados buscando droga e intentan usar a los enfermos mentales como recaderos". As¨ª que s¨®lo pueden conversar con los celadores, de los que tambi¨¦n pueden escucharse protestas. "Nos hacen limpiar cada dos por tres. Aqu¨ª, si no est¨¢s sentado, sin hacer nada, es que est¨¢s limpiando", dice, en un aparte, otro de los reclusos. Tiempo atr¨¢s los toxic¨®manos se entreten¨ªan; y hasta ganaban unos duros, haciendo bolsas con papel usado; pero ahora esa actividad ha sido suspendida en cumplimiento de disposiciones del Ministerio de Sanidad y Consumo.
Una jornada cualquiera en la secci¨®n de toxic¨®manos comienza a las ocho de la ma?ana. A esa hora hay que levantarse y arreglar la celda. Luego toca desayunar caf¨¦ con leche y un bollo de pan, y estar listo para el primer recuento, el de las 9.30 horas. Tras cada colaci¨®n habr¨¢ nueva comprobaci¨®n de que est¨¢n todos. A partir de las diez de la ma?ana y hasta la una de la tarde, el interno dispone de todo su tiempo libre... para hacer nada. Est¨¢n prohibidos las partidas de naipes, el alcohol y el caf¨¦, pero no el tabaco.
En siestas y nuevas limpiezas transcurren las primeras horas de la tarde, y ante el televisor, las ¨²ltimas. Cuando en la tele suena el himno nacional se decreta el silencio en el centro y viene lo m¨¢s duro: pasar la noche en el chabolo, solo, con la ¨²nica compa?¨ªa del mono y del loro.
Dobles rejas
El Hospital Psiqui¨¢tri co Penitenciario -hoy por hoy la ¨²nica alternativa que el Estado espa?ol ofrece al recluso toxic¨®mano, junto con un centro similiar, aunque m¨¢s nuevo, en Alicante- est¨¢ en la avenida de los Poblados, al lado de la prisi¨®n de Carabanchel. Por la puerta central entran y salen constantemente hombres esposados, que no despegan su mirada del suelo. Al fondo del vest¨ªbulo, la estatua de una Virgen preside el rastrillo que da acceso a la zona de internamiento.
-?Viene a hacer un reportaje sobre los t¨®xicos?, pregunta un preso homicida vestido de bata blanca que hace de conserje.
-S¨ª.
-No me habl¨¦ a m¨ª de drogas, que yo las he padecido. La culpa de que est¨¦ aqu¨ª la tiene mi mujer, que es drogadicta.
Una vez que el recluso conserje cree haber aclarado su situaci¨®n al reci¨¦n llegado, le ordena:
-Entre all¨ª y cambie el cartel. El director m¨¦dico ir¨¢ en seguida.
Subiendo unas escaleras, a la izquierda del vest¨ªbulo, est¨¢ la salita de espera, en cuya puerta hay un cart¨®n pendiente de, una cuerda, donde en cada lado alguien ha escrito con bol¨ªgrafo Libre y Ocupado. La salita est¨¢ amueblada y decorada con un tresillo de eskay de color vino tinto, una maceta con geranios, el calendario de una marisquer¨ªa y dos mediocres bodegones. Se escucha cada dos por tres ruido de cerrojos y huele a desinfectante. Las ventanas est¨¢n enrejadas.
Entra Miguel ?ngel Rodr¨ªguez Fern¨¢ndez, jefe de los servicios cl¨ªnicos del centro, y explica que esta sala es usada tambi¨¦n para las comunicaciones ¨ªntimas o bis a bis, permitidas para todos los internos, incluidos toxic¨®manos. Los funcionarios descubren drogas en la mayor¨ªa de los registros previos a las visitas a yonquis, y por ese motivo no est¨¢ autorizado -que reciban paquetes.
-Mire: ¨¦ste es un centro con dobles rejas, las de un manicomio y las de una c¨¢rcel, explica Rodr¨ªguez Fern¨¢ndez, un conquense cordial, grueso, con un corto bigotito que le da aire antiguo.
El edificio del psiqui¨¢trico penitenciario es de 1952 y en la actualidad hay internados all¨ª unos 240 hombres. La mayor¨ªa son personas que han delinquido en manifiesta situaci¨®n de enfermedad mental y a las que el juez no ha considerado responsables de sus actos. Permanecen encerrados all¨ª "hasta su curaci¨®n total". El vasco Sabino lleva 25 a?os en el manicomio de Carabanchel porque viol¨® y mat¨® a un ni?o en su aldea. Otro interno convencido de que, marcando en cualquier tel¨¦fono el 091 y luego un 3, ¨¦l habla con Dios.
La semana cr¨ªtica
Desde hace unos cinco a?os, los delincuentes que presentan en las dependencias policiales o judiciales s¨ªntomas de atravesar el s¨ªndrome de abstinencia de la hero¨ªna son remitidos a ese centro. Al director del psiqui¨¢trico le dijeron entonces que la medida era provisional, pero los a?os han pasado y se ha convertido en cr¨®nica. En ocasiones hay hasta unos 20 yonquis con el mono en la secci¨®n de toxic¨®manos. Ni a la direcci¨®n administrativa del centro ni a la m¨¦dica les gusta un pelo esta situaci¨®n.
La duraci¨®n de un mono es de unos siete d¨ªas. En el Psiqui¨¢trico Penitenciario el tratamiento que se aplica al yonqui en esa semana cr¨ªtica consiste en una desintoxicaci¨®n por el procedimiento de privarle - absolutamente de la droga. El interno recibe algunos analg¨¦sicos contra el dolor, algunos ansiol¨ªticos para enfrentar la angustia y algunos inductores del sue?o para combatir el insomnio. Todos los f¨¢rmacos se consumen por v¨ªa oral. La terapia del psiqui¨¢trico, el choque de la deprivaci¨®n, est¨¢ acabada a las dos o tres semanas.
- ?Usted cree que de aqu¨ª puede salir alguien desenganchado para siempre?
-Deshabituados ps¨ªquicamente no salen, no. En un medio cerrado es imposible practicar una terapia para la vida en libertad. Aqu¨ª s¨®lo los desintoxicamos f¨ªsicamente, responde el director de los servicios cl¨ªnicos.
Y a?ade el psiquiatra:
-Muchas madres no quieren que sus hijos se vayan de aqu¨ª. Es el ¨²nico lugar de Espa?a donde no pueden conseguir ni un miligramo de droga.
Bueno, no tienen caballo, pero s¨ª loro. Y eso, bien lo sabe Guillermo, ayuda mucho en las noches en que uno no puede hacer otra cosa que subirse por las paredes de la celda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.