Marbella
Marbella es el clavel en la solapa del recepcionista. La Espa?a diferente de Fraga no era sino una extensi¨®n abusiva y geogr¨¢fica de la Costa del Sol. El p¨®ster tur¨ªstico del cuarenta?ismo se desgarr¨® como un tigre de papel contra el esquinazo de los rascacielos locos emergidos del mar, pero nadie guard¨® un duro para autopistas, y hoy se llega a Torremolinos, a Fuengirola, a Marbella, por la misma carretera provinciana e incierta de Gabriel Mir¨®. Un camino de cabras en funci¨®n de autopista para uno de los mayores complejos tur¨ªsticos del mundo. Con unos cientos de parados se arreglaba eso. Marbella es el clavel, o el nardo de alma ¨¢rabe y espa?ola, en la solapa reverencial, frente al d¨®lar de alma jud¨ªa y monetarista.
En las extensiones refrigeradas del Don Meli¨¢, de un lujo que ya va teniendo una lectura casi hist¨®rica los jeques del petr¨®leo montan su campamento gitano de churumbeles desnudos y hembras embozadas, sobre las alfombras de sue?o horizontal, sobre los divanes de paz y confidencia, sobre los m¨¢rmoles de confort y kil¨®metro. Don Meli¨¢, cruce de razas que no se mezclan, aunque vayan apretadas y verticales en el ascensor: alemanes de ba?o estricto, espa?oles con esa cosa de nuevo rico que tiene el espa?ol, vestido o desnudo, en cuanto deja la oficina; ¨¢rabes occidentalizados que se compran zapatos en la zapater¨ªa eligiendo por el procedimiento de tirar al aire los que no les gustan. Y ¨¢rabes arabizados que viven su monacato medieval y su horterismo con turbante, ajenos al airwell como a una lepra sutil de los blancos.Marbella es un sopor diurno y un champ¨¢n de frivolidad nocturna en la copa azul del mar. La princesa de Kent, rubia y bella, quiere que Antonio baile esta noche para ella, aunque Antonio est¨¢ reci¨¦n. operado del est¨®mago, pero no parece prudente explicarle a una princesa brit¨¢nica que los espa?oles tambi¨¦n tenemos est¨®mago. Pat Kennedy no viene este a?o, hombre, como casi todos los a?os, porque se va directamente, en oto?o, a las modas de Par¨ªs. A los duques de Alba les han robado del chalet hasta los yogures del frigor¨ªfico. "Todas las casas est¨¢n siendo robadas". De modo que "venden Marbella" y quiz¨¢ no vuelvan. Es lo que m¨¢s se escucha este a?o entre la jet marbell¨ª:
-Nosotros vendemos Marbella, ?sabes? Esto ya no es lo que era.
Entre los ladrones, los jeques y el Ayuntamiento socialista, que ha suprimido las playas privadas, esto ya no es lo que era. Por un caminito corto y obligatorio, el pueblo llega hasta el mar y se ba?a en bolas a espaldas del se?orito y de la se?orita. Marbella /jet se ha vuelto sobre s¨ª misma, se ha recluido en sus piscinas de agua levemente salada, pero la sal, como en aquella remota novela de los cuarenta, "viste luto". El Pico, la deliciosa casa que alquilaba Sisita todos los ¨¢?os, este a?o la ha alquilado su amiga Marisa Borb¨®n. Hablo de la zona sagrada de Los Monteros, claro, que es un para¨ªso terrenal de la peseta. En pocos kil¨®metros cuadrados, el chalet de los Coca, enigm¨¢tico; el de los Fierro, bello y perdido entre ¨¢rboles esbeltos (a Alfonso Fierro lo veo en las fiestas de madrugada); el de los Villaverde, que no vienen; el de don Alfonso y don Gonzalo.
Los millones florecen por encima de las tapias monacales, como bungavilias, coloreando la soledad del mar y del dinero. El gran lujo es un monacato por la otra punta, un ascetismo al que se llega por exceso, pero casi todos los conventos del oro est¨¢n en venta y el sue?o de la oligarqu¨ªa nacional es colocarle la casa solariega y el tresillo de la abuela a un jeque. Los Ridruejo ya han entrado en tratos, pero nada. Para seguir so?ando con eso, el todo Marbella duerme la siesta.
Ma?anas del Don Meli¨¢, un despertar de frutas y narcisos. Noches del Don Meli¨¢. Un susto de colonias como ratas de hotel a 14 inversa. Bajo temprano al bar de la piscina para leer y escribir. La locura barroca, de un barroco vivo y agresivo, que son los miles de senos desnudos de Ibiza (de donde vengo), en Marbella se aten¨²a en el ba?ador de cuello vuelto y el -buen tono de-toda-la-vida. Esto es como un barrio de Salamanca con tolditos donde hubiera entrado el mar cogiendo a todas las se?oras en la deshabill¨¦ de sus cuartos de ba?o.
(He venido a Marbella en invierno, tra¨ªdo por el Ayuntamiento socialista, a dar alguna conferencia, y un seiscientos de Fuerza Nueva recorr¨ªa las latitudes del mar y el silencio pegando gritos patri¨®ticos y conminatorios con un altavoz.)
A mediod¨ªa, almuerzo en el buffet libre, entre ¨¢rabes agitanados, turistas resignados y espa?olas aparatosas, porque la espa?ola desnuda, o semi, es aparatosa en el agua, y hasta la hay (evitemos nombres) que se pone de pelo cardado, pendientes de boda, ba?ador estampado y tacones altos y rojos. La espa?ola ha aprendido a desnudarse tarde y mal, y encima no se desnuda. El espa?ol desnudo saca tripa tripona como en un priapismo gastron¨®mico y fond¨®n. En cambio, me he encontrado en Los Monteros a Carmen Cervera, ya saben, la ex de Espartaco Santoni, ex de un catal¨¢n pujolista y casada hoy, o a punto, con un bar¨®n alem¨¢n del acero. El alem¨¢n ha reconocido al ni?o de Carmen y le ha puesto de padrino al nuevo Paul Getty, de la dinast¨ªa de los grandes millonarios norteamericanos. Carmen va sencillita, con una camiseta barata que tiene al rat¨®n Mickey estampado sobre las tetas. Y la madre de Carmen, de turbante / toalla y Hola en la mano.
Han atracado en Puerto Ban¨²s o por ah¨ª con un yate / acorazado y la Marbella / jet se les ha rendido. Aqu¨ª no hay ya un gratin gratin¨¦, querido Areilza, como bien sabes, pero piensa que en los. buenos, viejos y felices tiempos de nuestro amado Proust, el "todo Saint-Germa?ne" se rend¨ªa ante la nobleza dudosa y la belleza indudable de Odette Swarin. Aunque Carmen Cervera no sepa qui¨¦n es Odette Swarin. Ni fal.ta.
Lo que m¨¢s le agradece la Marbella /jet a Carmen Cervera es que siga conservando su aire y su aura de chica que ha tenido suerte, sin m¨¢s, aunque su suerte sea fabulosa. Todo en Marbella, en la Marbella de mis a?os macarras, va teniendo un aire de "el a?o pasado en Marbella", algo as¨ª como una defunci¨®n. luminosa, disuelta en el aire de oro, defunci¨®n que se diagnostica, como una gaviota negra entre tantas gaviotas, blancas, en la frase de moda que ya he citado:
-Pues nosotros me parece que vendemos Marbella...
Las nietas de los grandes banqueros siguen enamor¨¢ndose del profesor de tenis, como en las novelas de Cor¨ªn Tellado. Es el romanticismo monetarista de Marbella. Recorro la Costa del Sol en un descapotable rojo, con gorra de visera, muy americana, que me he comprado, pero las peque?itas atacan de nuevo, en Puerto Ban¨²s, me reconocen y vienen a por aut¨®grafos. Es hortera dejarse ver de d¨ªa en Marbella no siendo noruego o chico de los helados. Por la noche, al fin, baila Antonio, ya de madrugada, en Rodeo Beach, para la princesa de Kent, como ella le hab¨ªa pedido (ya se ha dicho), y se le saltan los puntos de la operaci¨®n, pero Antonio es una carroza muy profesional, aparte de genial. Farrah-Fawcet Majors, de melena rubio / tabaco rubio, traje negro y largo, que s¨®lo le llega por medio pecho. Don Jaime de Mora, absolviendo con su mon¨®culo a los periodistas que siempre le rodean como al cura de CJC las moscas. (Traigo en'la maleta la asombrosa Mazurca para dos muertos, de Camilo, que tengo que hacerle un pr¨®logo para una tirada monstruo, por ver, hombre, de trabajar un poco entre tanto rule y no perder la discipl¨ªna: el libro, al que hago una tercera lectura, es el puro y mero discurso literario gener¨¢ndose y devor¨¢ndose a s¨ª mismo: eso que persiguen ahora todos los novelistas del mundo, aunque esto no lo hayan visto en la Mazurca los cr¨ªticos y profesores de tercerita (no de tercera clase, please).
No s¨¦ si estar¨¢s de acuerdo conmigo, Camilo, en que el espa?ol desnudo es sexualmente de derechas y gastron¨®micaniente de izquierdas: se come unas paellas berroque?as para matar las hambres hist¨®ricas.
Camilo Sesto, que ven¨ªa conmigo en el avi¨®n, ha actuado, en una de las noches m¨¢s cuajadas de Marbella, para un p¨²blico que viene a verse a s¨ª mismo ("en un acto social" cada uno disfruta de los dem¨¢s": Baudelaire). Ya cuando algunas parejas se echaron a bailar, mientras el cantautor cantaba, tom¨¢ndole por un vocalista de orq?estina de los cuarenta, Camilo Sesto tir¨® el micr¨®fono, salt¨® por la tapia de atr¨¢s y se perdi¨® para siempre. Muy fuerte lo tuyo, compa.
Por la escalera de la azotea, que est¨¢ m¨¢s fresca, me cruzo a Ana Castor. Un viejo de smoking se liga una francesa solitar¨ªa, joven y bella, que est¨¢ en 50.000 p¨²as y no s¨¦ si admite tarjeta Visa, como las respetuosas de mi. barrio madrile?o. S¨®lo el mar y la madrugada depuran estas flestas. Es cuando anoto nombres en el pu?o de mi camisa, como Jord¨¢n, Enrique de la Mata, Sean Connery, duquesa de Sevilla, Alfonso Hohenlohe, Manolo Santana, bar¨®n de Rotschild. Y en este plan.
De noche, s¨ª, parece que se, salva todo un poco, todav¨ªa. Pero estamos viviendo, ya digo, el a?o pasado en Marbella. Hasta las mercer¨ªas las hacen ya como mezquitas o alcazabas. Todo es de un arabismo recalentado, urgente y hortera. Y lo peor es que a los ¨¢rabes les gusta y les halaga. Hablo con un ar¨¢bigo del petr¨®leo:
-Ustedes, los europeos, van a estar completamente invadidos por Rusia dentro de muy pocos a?os.
-Ah.
-No conv¨ª ene invertir en Espa?a, invertir en Europa. Nosotros ahora invertimos en Bahamas y toda la zona del Caribe. Yo compro islas, edifico un complejo tur¨ªstico en cada una y me reservo un apartamento de cada complejo. Viajar¨¦ de isla en isla.
Parece que es la versi¨®n / visi¨®n ¨¢rabe del milenio. Y mientras llega el milenio y se trasladan con sus tribus a Bahamas, los churumbeles y las mujeres duermen la larga siesta de su raza sobre los tapices occidentales y los sof¨¢s forrados en Manchester.
Si Marbella se hunde en el mar, co mo Venecia, el Club de Golf es el Titanic de Marbella, e incluso tiene algo de crucero lujoso y antiguo, dram¨¢ticamente varado y vac¨ªo en las extensiones de lo verde, de donde parece que acaba de retirarse el agua. En el paisaje hay una torre que es un insulto doble a la tierra y el mar. Iban a construir otras dos, pero el Ayuntamiento socialista lo ha parado a tiempo. Incosol, en lo alto de una monta?a, ya no tiene los bustos de Franco y Villaverde, en m¨¢rmol verde. Ahora es de Coca y, con todo su lujo desorientado y su paz prefabricada, tiene algo as¨ª como un cruce de balneario y cl¨ªnica de lujo para la hora final, como las que so?aron Guy de Mauppasant y Somerset Maugham.
Incosol, regalo final y desmedido de Franco a su yerno, es algo as¨ª como el palacio de la eterna juventud, ya dentro de la vejez, cruzado de cl¨ªnica de urgencia. Se nota sin notarse que Incosol oculta algo: quiz¨¢ lo ?nocultable.
Por las ma?anas, ya digo, trabajo algo en el bar de la piscina. O hago como que trabajo. Me enga?o a m¨ª mismo. Durante el resto del d¨ªa no existo, que es lo correcto. Por la noche, Menchu nos espera en Puerto Ban¨²s, donde al gran dinero nacional se le ve la oreja de oro, como la de aquel hippy secuestrado, Paul Getty III. Despu¨¦s de todo lo escrito, la cr¨®nica de Marbella me parece que est¨¢ sin escribir. De modo qu¨¦, como los tebeos infantiles, continuar¨¢. En contrapunto con toda esta movida de lujo, el pintor Gin¨¨s Li¨¦bana, m¨¢s hacia el sur de Marbella, en un apartamento rec¨®ndito, me espera con su ni?o, tranquilo, silencioso y reci¨¦n ba?ados los dos, mimando ¨¦l el retrato que le ha hecho al poeta Pablo Garc¨ªa Baena, su paisano cordob¨¦s. Duerme en la terraza y guisa ¨¦l mismo. Ante un paisaje de landas comemos queso y tomate. Hablamos de poetas y pintores. Llega la pintora Larra?aga. El ni?o de Gin¨¦s se ha herido en una u?a y sube demudado y exigente. Marbella / jet muere, quiz¨¢, pero en la sangre fresca y alarmada de este ni?o sigue la vida. Gin¨¦s Li¨¦bana, el beato la?co de Marbella.
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