No a las extradiciones
Las extradiciones de militantes de ETA solicitadas por el Gobierno espa?ol a Francia han suscitado una pol¨¦mica en la que han destacado, por su actitud rotunda en contra de la entrega de 'etarras' a Espa?a, las manifestaciones del Gobierno vasco que han sido, a su vez, contestadas por el vicepresidente del Ejecutivo espa?ol, Alfonso Guerra. Entre ambas posturas, aun que contrario a que se concedan las extradiciones, el autor del presente art¨ªculo hace hincapi¨¦ en la necesidad de comprender que nos enfrentamos, antes que nada, a un problema pol¨ªtico, aunque suscite conflictos ¨¦ticos, de racionalidad y de flexibilidad.
En Euskadi, un reducido n¨²mero de personas ha adoptado una actitud tan radical que su lucha es armada. Un grupo mucho m¨¢s amplio manifiesta su radicalidad sin ese recurso extremo. Finalmente, una extendida parte de la poblaci¨®n, inc¨®moda y conscientemente contradictoria, absteni¨¦ndose o votando seg¨²n circunstancias, est¨¢ a disgusto con la situaci¨®n que se deriva de la transici¨®n espa?ola. Para los tres grupos, de manera gradual sin duda, la democracia espa?ola es insuficiente para sus exigencias pol¨ªticas.En cualquiera de los tres casos el problema es pol¨ªtico. En los tres, naturalmente, se suscitan conflictos ¨¦ticos, de racionalidad y de flexibilidad. Pero en los tres casos, repit¨¢moslo, la cuesti¨®n es de viabilidad pol¨ªtica, de armonizaci¨®n com¨²n de derechos y deberes. Incluso en los casos m¨¢s err¨®neos o descabellados, negar que lo que est¨¢ en juego es algo pol¨ªtico es como negar que alguien est¨¢ enamorado porque se suicida. La misma Audiencia Nacional lo recuerda, ya que es ella la que se ocupa de los temas de terrorismo, y no un juzgado cualquiera. M¨¢s a¨²n, la paradoja ense?a su cabeza del todo si constatamos que el mayor triunfo pol¨ªtico que se puede apuntar un partido en el Gobierno de este pa¨ªs es el de reducir a los citados a que no sean un problema pol¨ªtico. La paradoja se desvanece si reparamos en que la palabra pol¨ªtica tiene aqu¨ª dos significados. El primero es el que se entiende intuitivamente, el que manifiesta en su praxis el Gobierno y el que se desprende de la misma. existencia de uno o m¨¢s Estados. El segundo es el significado de pol¨ªtico que dan los pol¨ªticos oficiantes. Estos hacen como Humpty-Dumpty: s¨®lo es pol¨ªtico lo que ellos entienden por pol¨ªtica.
Una p¨¦sima soluci¨®n pol¨ªtica
Apliquemos lo dicho a las posibles extradiciones y expulsiones de refugiados vascos. Miedo da hablar de ello. Y no sin raz¨®n. No s¨®lo por las penas pol¨ªticas que sobre quien disienta pueden llover, sino porque -ah¨ª est¨¢ Dar¨ªo Fo- la furia de los pol¨ªticos en este campo no conoce l¨ªmites. O, mejor, conoce precisamente l¨ªmites, esos que traza para delimitar lo que es pol¨ªtico de lo que no lo es.
Es una verdadera pena. Porque una ocasi¨®n espl¨¦ndida para hacer democracia en acto hubiera sido un gran di¨¢logo, una negociaci¨®n abierta en la que se hubieran puesto de manifiesto verdades -que las hay- de los vascos, as¨ª como los errores -que los hay- de esos mismos vascos. Pues no, la soluci¨®n ha sido pol¨ªtica, s¨®lo que en el sentido exclusivista y negador de la palabra. Contando con semejante comprensi¨®n de la pol¨ªtica de reg¨ªmenes similares -l¨¦ase B¨¦lgica y Francia-, la soluci¨®n que se quiere dar al problema vasco es el de una p¨¦sima pol¨ªtica. Para redondearlo estar¨¢n, adem¨¢s, por medio transacciones (porque con otros s¨ª que se negocia) entre las que habr¨¢ que destacar la entrada de Espa?a en la OTAN.
La Audiencia de Casaci¨®n de Pau ha dado luz verde para la extradici¨®n de algunos refugiados vascos. Esperemos que ellos, o los pol¨ªticos, no cometan la torpeza de los belgas, quienes -cuesta creerlo- entregaron a la justicia espa?ola a dos individuos con la condici¨®n de que no se les maltratara, lo cual es tanto como aferrarse a la excepci¨®n porque se est¨¢ seguro de la regla. La hipocres¨ªa aumenta si quienes de tal manera operan tratan de justificarse e injustificar a los que se les oponen apelando a las normas de los derechos humanos.
Por todo ello, y suponiendo que es una voz en el desierto o una gota en el oc¨¦ano, uno pedir¨ªa que cada uno aguantara un poco mejor su vela. Que los que ponen una a Dios y otra al diablo nos den una leve indicaci¨®n de cu¨¢ndo le toca a uno o cuando le toca al otro. Porque si no son preferibles los que s¨®lo se la ponen al diablo.
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