'Aleksandr Nevski' , una cumbre del cine
El pretexto hist¨®rico de Aleksandr Nevski, primer filme sonoro de Sergei Mijailovich Eisenstein, es la batalla que tuvo lugar sobre las aguas heladas del lago Peipus, pr¨®ximo a Novgorod, el 5 de abril de 1242. Se la recuerda como la batalla de los hielos, y en ella, un ej¨¦rcito invasor de mercenarios alemanes -una aut¨¦ntica apisonadora de hierro, dirigida por temibles guerreros profesionales de la orden de cruzados llamada de los Caballeros Teut¨®nicos- fue aniquilado por un ej¨¦rcito ruso ligero, casi improvisado, de extracci¨®n campesina, bajo el mando estrat¨¦gico del pr¨ªncipe de Novgorod, Alejandro Nevski, que burl¨® a la hasta entonces invencible maquinaria de guerra teut¨®nica mediante una de las trampas m¨¢s audaces de la historia del arte de la emboscada. Uno de los resortes hist¨®ricos del nacionalismo ruso naci¨® de la leyenda urdida por los siglos alrededor de esta gesta y de este pr¨ªncipe.El filme se rod¨® en el verano de 1938. Stalin ultimaba, al borde mismo del desencadenamiento de la segunda guerra mundial su hip¨®crita pacto de no agresi¨®n con Hitler y al mismo tiempo preparaba psicol¨®gicamente al pueblo sovi¨¦tico para la guerra El filme Aleksandr Nevski fue una de esas medidas de mentalizaci¨®n. Se trata, por tanto, de una pel¨ªcula de encargo pol¨ªtico, una especie de filme consigna, que no era el primero de esta especie en la filmograf¨ªa de Eisenstein, puesto que 10 a?os antes hab¨ªa realizado La l¨ªnea general, filme que sirvi¨® como bander¨ªn de enganche y propaganda de un plan quinquenal para la colectivizaci¨®n del campesinado sovi¨¦tico.
En el verano de 1938 ya estaban en los aires rusos otras consignas, adem¨¢s de la de mentalizar al pueblo para la resistencia frente a una eventual invasi¨®n nazi. Se mascaban tambi¨¦n la consigna de deificaci¨®n del l¨ªder -el llamado despu¨¦s por Jruschov "culto a la personalidad"- y las directrices est¨¦ticas del llamado "realismo socialista". Eisenstein, hombre formado en las filas de la vanguardia sovi¨¦tica de los a?os veinte, se pleg¨® aparentemente a estos mandatos, pero s¨®lo aparentemente. En la versi¨®n del filme, el ajuste did¨¢ctico a las consignas es continuamente desmentido por la tremenda originalidad de las im¨¢genes, por la irresistible cadencia del montaje e incluso por la concepci¨®n del suceso filmado, en el que la glorificaci¨®n del l¨ªder -es decir, la ecuaci¨®n Nevski igual a Stalin- es sutilmente desmentida por las geniales secuencias de la batalla -que: componen uno de los momentos cumbres del cine de todos los tiempos-, en las que la figura del caudillo-santo se desvanece para volcarse la balanza del inter¨¦s de la pel¨ªcula hacia el platillo del pueblo resistente, de la imaginaci¨®n popular como aut¨¦ntico aguij¨®n que condujo al desastre alem¨¢n sobre los hielos quebradizos del lago Peipus.
El filme, pese a su ajuste mec¨¢nico con las consignas pol¨ªticas antes citadas, pese a la potencia de sus im¨¢genes y a la perfecci¨®n del crescendo musical de su estructura r¨ªtmica, no les gust¨® a Stalin y a sus bur¨®cratas. Cuando era proyectado en lass alas p¨²blicas de Mosc¨² y Leningrado, en las plazas de las aldeas o en las naves de las f¨¢bricas, las ovaciones de los espectadores sobreven¨ªan sospechosamente s¨®lo en los momentos de oscurecimiento o paso a segundo t¨¦rmino del l¨ªder -pese a estar interpretado Nevski por el popular y extraordinario actor Nicolai Tcherkassov-, y esto, en un cineasta que, como Eisenstein, med¨ªa los efectos sensoriales y emocionales de cada uno de los planos de sus filmes con meticulosidad de relojero y exactitud de matem¨¢tico, no pod¨ªa en absoluto ser casual. Y de esta manera, el m¨¢s grande monumento filmado del nacionalismo ruso hizo torcer los bigotes a m¨¢s de un nacionalista encaramado en la c¨²pula de la dictadura burocr¨¢tica, comenzando por el propio dictador bur¨®crata.
Aleksandr Nevski es hoy, casi medio siglo despu¨¦s de realizada, una pel¨ªcula que parece inventada ayer. Tal es su frescura y su perfecci¨®n, que conserva involuntariamente el aroma y el empaque de los pocos instantes eternos indiscutibles de la imaginaci¨®n de este tiempo o de cualquier tiempo.
La pel¨ªcula fascina, cautiva nada m¨¢s comenzar, y se mantiene en una l¨ªnea poem¨¢tica llana, de tipo expositivo, a mitad de camino entre lo ¨¦tico y lo burl¨®n, hasta que, bien adentrado el tiempo del filme, ¨¦ste se precipita hacia arriba en un vuelo po¨¦tico vertiginoso, hacia la cumbre cinematogr¨¢fica de la gran batalla y su resaca, secuencias que contienen im¨¢genes que hay que guardar en la memoria como se guardan los acordes de una gran composici¨®n. sinf¨®nica. La insuperable fotograf¨ªa de Eduard Tisse -que hizo prodigios en los estudios de la Mosfilm, rodando en pleno verano las secuencias de la batalla sobre el lago helado- y la bell¨ªsima m¨²sica de Sergei Prokofiev est¨¢n tan dentro de la imagen eisensteiniana, son parte tan inseparable de la unidad del filme, que no es posible imaginarlas fuera de ¨¦l.
Aleksandr Nevski se emite hoy a las 22.30 horas por la segunda cadena.
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