La quiebra de la Seguridad Social y la Seguridad Social de la quiebra
La idea de una Seguridad Social arruinada hasta el a?o dos mil y pico es uno m¨¢s de los muchos mitos que hay sobre la marcha de la econom¨ªa; consecuencia no del mejor o peor conocimiento popular y profesional de los sistemas, m¨¦todos e instituciones que hoy existen, sino de la falta de debate y clarificaci¨®n sobre los que debieran existir. Esta carencia, que no es exclusiva espa?ola, tiene parcialmente su origen en la visi¨®n positivista que las tendencias cient¨ªficas y acad¨¦micas dominantes imponen sobre el an¨¢lisis de los fen¨®menos sociales, pero se agudiza en Espa?a merced a la tradicional improvisaci¨®n, que podr¨¢ servir para ganar un encuentro'deportivo decisivo, pero jam¨¢s para establecer las bases del bienestar y la prosperidad colectivos.La situaci¨®n actual
Es muy corriente o¨ªr el siguiente comentario: "La Seguridad Social ha gastado este a?o (1983) m¨¢s de tres billones de pesetas y eso es una barbaridad, porque alguien tiene que pagar ese dinero y ese alguien somos todos los contribuyentes".
En ¨¦l hay dos verdades incuestionables en lo que se refiere al gasto y a quienes lo pagan. La segunda verdad, por m¨¢s vueltas que se le d¨¦, no puede enunciarse de otro modo,. salvo que convendr¨ªa subrayar la palabra todos. Por el contrario, calificar el volumen de gasto, as¨ª a secas, como una barbaridad es, a su vez, otra barbaridad.
A finales de 1983, la Seguridad Social espa?ola inclu¨ªa a algo m¨¢s de cinco millones de pensionistas, cada uno de los cuales recib¨ªa por t¨¦rmino medio una pensi¨®n mensual de 24.782 pesetas. Cierto que las unidades familiares pasivas son m¨¢s reducidas que las activas y se pretende que tienen menos necesidades (?alguien ha comprobado si esto es as¨ª?), pero, definitivamente, 24.782 pesetas al mes es una pensi¨®n media escandalosamente baja. Si se quisiera elevar su importe a, digamos, 50.000 pesetas mensuales, la Seguridad Social espa?ola deber¨ªa gastar 1,7 billones m¨¢s. ?D¨®nde est¨¢ la aut¨¦ntica barbaridad?
Es evidente que ese incremento tan desmesurado del nivel de prestaciones econ¨®micas dentro del actual sistema espa?ol ser¨ªa una huida hacia adelante", con las peores consecuencias incluso a corto plazo. El sistema de pensiones de la Seguridad Social espa?ol es uno de los m¨¢s desproporcionados que existen (su divisi¨®n en reg¨ªmenes gestada y desarrollada en los a?os cincuenta y sesenta y su excesiva generosidad por la que se otorgan pensiones vitalicias habiendo cotizado muy pocos a?os son pruebas de ello) y, al igual que muchos otros sistemas estatales occidentales, se basa en el m¨¦todo de reparto en virtud del cual los gastos por pensiones en un a?o corriente se financian con las cotizaciones de los trabajadores activos y no con las cotizaciones pasadas (y/o sus rendimientos si se hubiera constituido un fondo de ahorro o inversi¨®n), de los individuos que entonces reciben la pensi¨®n (lo cual ser¨ªa un m¨¦todo de capitalizaci¨®n).
En los sistemas de pensiones basados en el m¨¦todo de reparto juega un papel fundamental el factor intergeneracional, resulta evidente que uno de estos sistemas quedar¨¢ herido de muerte cuando las tendencias demogr¨¢ficas sean desfavorables. Esto es lo que est¨¢ sucediendo en el mundo desarrollado. La poblaci¨®n pasiva aumenta y la poblaci¨®n activa (en t¨¦rminos relativos) disminuye. Pi¨¦nsese que los parados son parte de la poblaci¨®n activa convertida, transitoriamente en poblaci¨®n pasiva.
El cuadro I da una idea de c¨®mo han evolucionado estos dos grupos de poblaci¨®n directamente cubiertos por la Seguridad Social espa?ola. Hay que tener en cuenta que la universalizaci¨®n del sistema es un hecho relativamente reciente.
A comienzos de la d¨¦cada de los a?os setenta, el sistema espa?ol posee una estructura demogr¨¢fica caracter¨ªstica de un sistema que empieza a universalizarse. Hasta entonces, cada pensionista era sostenido por un n¨²mero elevado, aunque descendente, de cotizantes y esto coincid¨ªa con la buena salud econ¨®mica de la Seguridad Social espa?ola, que, a pesar de su dise?o tan poco funcional, financiaba generosamente los Presupuestos Generales del Estado.
A partir de 1975, ya en pleno ciclo demogr¨¢fico (de Seguridad Social y general) actual, la evoluci¨®n de la relaci¨®n cotizantes / pensionistas explica muchos de los problemas financieros que: precisamente desde entonces comienzan a producirse,
Esa tasa de dos cotizantes, que, pr¨¢cticamente hoy ya, con sus cotizaciones (cuota obrera y cuota patronal, siendo esta ¨²ltima salario diferido al ciento por ciento) hacen posible que cada pensionista reciba su pensi¨®n, es la se?al de alarma que debe movilizar a la sociedad entera para que, en el terreno de la previsi¨®n social, las cosas se hagan de forma radicalmente diferente a como se han venido haciendo hasta ahora.
El mito de la quiebra
Para completar sus ingresos por cotizaciones, la Seguridad Social espa?ola recibi¨® del Estado, en 1983, 0,75 billones de pesetas en forma de transferencias p¨²blicas. A pesar de lo cual gener¨® un d¨¦ficit de 27.000 millones de pesetas.
Todos los analistas coinciden en que, a medida que pase el tiempo y se agudicen las tendencias demogr¨¢ficas, la aportaci¨®n del Estado deber¨¢ aumentar m¨¢s y m¨¢s y, en definitiva, la presi¨®n de ¨¦ste sobre los individuos para obtener esos recursos.
Si los ciudadanos contribuyentes no est¨¢n dispuestos a soportar esa mayor carga, las vicisitudes del ciclo pol¨ªtico moderno dar¨¢n, tarde o temprano, el poder a un partido que est¨¦ dispuesto a disminuir los impuestos, aunque a?os m¨¢s tarde los ciudadanos beneficiarios de la demanda social, descontentos, den el poder a un partido dispuesto a aumentar y situar dignamente las prestaciones sociales.
Un cambio de mentalidad
Sin embargo, a poco que el lector reflexione sobre los p¨¢rrafos anteriores, coincidir¨¢ en que no es la Seguridad Social lo que est¨¢ en peligro de quiebra, sino que es todo el tejido social el que cierto es, sometido a una presion importante y, sin duda, mal tramado por una educaci¨®n colectiva deficiente y basada en Principios ego¨ªstas, no quiere, ni sabe, ni puede, soportar las consecuencias de un pasado improvisado y de un presente de vacas flacas.
Por todo lo anterior resulta, cuando menos, insensato aludir, como hacen constantemente los responsables de la econom¨ªa p¨²blica espa?ola, a la inminente quiebra de la Seguridad Social sin advertir que los principios de solidaridad intergeneracional han quebrado seguramente hace tiempo, si acaso estuvieron establecidos en alguna ocasi¨®n.
Una nueva reflexi¨®n en torno a las cifras revelar¨¢ una notable paradoja que se da en la sociedad espa?ola y en muchas otras sociedades desarrolladas. De los algo m¨¢s de 38 millones de espa?olas y espa?oles que registran las estad¨ªsticas, 13 millones son individuos catalogados como poblaci¨®n activa (2,5 millones de los cuales en paro, es decir, por repetirlo, pasivos transitorios o transe¨²ntes en terminolog¨ªa municipalista). La mayor parte de los cinco millones de pensionistas son individuos pasivos, y los 20 millones de individuos restantes son fudamentalmente mujeres adultas, ni?os y j¨®venes que por exclusi¨®n habr¨ªamos de calificar tambi¨¦n como poblaci¨®n pasiva. Un elevado porcentaje de estos 20 millones de individuos pasivos pertenece a unidades familiares de las cuales reciben aut¨¦nticas pensiones privadas para su formaci¨®n y mantenimiento en virtud de los lazos que les ligan al (o los) cabeza de familia.
No deseo, desde luego, poner en cuesti¨®n el lazo familiar, pero sorprende la alegr¨ªa con la que a veces se instrumenta el soborno a familiares frente a la discreci¨®n con la que se escatima la pensi¨®n a los retirados, una gran mayor¨ªa de los cuales ha logrado su derecho a un retiro digno despu¨¦s de largas vidas laborales.
Para acabar de complicar las cosas, la crisis de los sistemas tradicionales de previsi¨®n social coincide con la peor ¨¦poca de las econorn¨ªas industriales desde la gran depresi¨®n de los a?os treinta (no es que las dem¨¢s econom¨ªas, es decir, las no industriales no tengan ¨¦pocas malas, simplemente no tienen ¨¦pocas buenas, y no hablemos de sus sistemas de Seguridad Social), y los espa?oles en particular hemos tenido que convivir, y seguiremos haci¨¦ndolo algunos a?os m¨¢s, con elevadas tasas de desempleo y de aumento del coste de la vida.
Si la sociedad y cada uno de los que la componen no son capaces de comprender que no siempre es posible ganar m¨¢s ni vivir mejor cada a?o que pasa, disminuyendo a la vez la responsabilidad por la tarea propia (laboral, empresarial, estudiantil, docente, profesional, etc¨¦tera) y aumentando la intromisi¨®n negativa en la ajena, en los a?os que vendr¨¢n no ser¨¢ la quiebra de la Seguridad Social el asunto m¨¢s sonado del que tengamos noticia.
Un cambio de sistema
El sistema actual de Seguridad Social se encuentra seguramente en uno de los extremos del espectro posible de sistemas alternativos.
El otro extremo consistir¨ªa en gritar el "s¨¢lvese quien pueda" y dejar el futuro material de cada 'individuo a lo que ¨¦ste hubiera podido ahorrar durante su vida activa. Dada la actual distribuci¨®n de la renta y, sobre todo, de la riqueza, esta alternativa, pienso yo, no tardar¨ªa en hacernos retroceder al siglo XIX en lo que se refiere a la previsi¨®n social. ?Una gran oportunidad para las instituciones de beneficencia! Se achaca al sistema actual que ha vuelto confiados a los individuos haciendo que ahorrasen menos durante su vida activa, disminuyendo corres pondientemente las posibilidades de acumulaci¨®n de capital y bienestar futuro.
Sin que sea ¨¦sta la ¨²nica alternativa en la teor¨ªa ni la evidencia en la pr¨¢ctica de todos los pa¨ªses (lo m¨¢s probable, a la vista de los estudios recientes disponibles, es que este efecto de la Seguridad Social sea inexistente) parece evidente que el extremo del ahorro privado har¨ªa conscientes de sus necesidades futuras y de su propia responsabilidad frente a ellas a muchos individuos.
Lo m¨¢s razonable, sin embargo, es pensar que el futuro sistema de previsi¨®n colectiva debe incluir elementos de los dos extremos citados. Pero para superar ambos extremos son necesarias, al menos, tres condiciones: una profundizaci¨®n colectiva sobre el principio de solidaridad intergeneracional, que la solidaridad con uno mismo que significa el ahorro privado libere a las instancias sociales de la responsabilidad frente a todo y frente a todos que, cada vez m¨¢s, se les atribuye, y, por ¨²ltimo, que la gesti¨®n de los fondos de ahorro destinados a las futuras pensiones se realice o se supervise por organismos mixtos Administraci¨®n-depositarios de forma que la garant¨ªa de los mismos est¨¦, en lo posible, a salvo de circunstancias desfavorables que la econom¨ªa produce generosamente.
Est¨¢ a punto de darse en nuestro pa¨ªs un nuevo ordenamiento de la previsi¨®n colectiva que otorgar¨¢ un protagonismo inevitable a los fondos de pensiones. Los gestores naturales de los mismos parecen ser las compa?¨ªas de seguros, y quiz¨¢ convenga recordar que este sector acaba de iniciar su reconversi¨®n, que ser¨¢ tan silenciosa como la del sector bancario. Esperemos que no sea tan costosa.
Por otra parte, cualquiera que sea la soluci¨®n que se adopte, durante un largo. per¨ªodo habr¨¢n de convivir el r¨¦gimen actual de Seguridad Social y el que le sustituya definitivamente. Los cinco millones de pensionistas actuales no han de morir, esper¨¦moslo as¨ª, el a?o que viene, y vendr¨¢n m¨¢s que no habr¨¢n ahorrado lo suficiente y s¨ª cotizado durante muchos a?os. Ello implicar¨¢ sacrificios para la poblaci¨®n en un momento econ¨®mico que dista de ser bueno.
Es tambi¨¦n previsible, y deseable, que el nuevo sistema incluya un subsistema de reparto reformado. Ser¨ªa conveniente que incluyera tambi¨¦n un elemento que podr¨ªa solucionar algunos problemas sin crear muchas complicaciones: el retiro gradual compatible con trabajo a jornada parcial. No es ¨¦ste el lugar para extenderse sobre los detalles t¨¦cnicos, pero los lectores conocer¨¢n a trabajadores en edades maduras que est¨¢n deseando retirarse y a recientes jubilados que est¨¢n deseando trabajar de nuevo.
Dos preguntas para terminar: ?sabe la Seguridad Social qu¨¦ proporci¨®n de cada uno de estos grupos piensa de la forma expresada en el p¨¢rrafo anterior y, en cualquier caso, ?conoce cu¨¢les son las causas de esta actitud?
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