El magnetismo y el carisma del papa Juan Pablo II impresionan a los canadienses
En su larga peregrinaci¨®n canadiense, Juan Pablo II realiz¨® ayer otra de sus cl¨¢sicas maratones visitando por la ma?ana la ciudad de Moncton, en la Nueva Brunswick, c¨¦lebre por las luchas intestinas en el pasado entre franceses e ingleses, y por la tarde Halifax, capital de Nueva Escocia, considerada como el centro mundial de las langostas, que el Papa quiso probar durante la cena en el arzobispado. Es el puerto mar¨ªtimo m¨¢s importante de Canad¨¢, donde atracan cada a?o 1.200 naves. Una de las cosas que m¨¢s ha impresionando a los canadiendeses es el magnetismo del Papa.
Al parecer, al papa Wojtyla le hubiese gustado visitar en Moncton la llamada monta?a magn¨¦tica, cosa que hicieron algunos de los periodistas que cubren su viaje. Est¨¢ a las afueras de la ciudad, se sube con el coche, se vuelve a bajar y se aparca en el llano. Y enseguida la sorpresa: se siente la impresi¨®n de que el coche se vuelve a subir solo a la monta?a, como atra¨ªdo por una fuerza magn¨¦tica.Y de magnetismo hablan aqu¨ª los diarios refiri¨¦ndose al Papa polaco. Afirman que en Canad¨¢ son sobre todo los ni?os quienes se sienten atra¨ªdos misteriosamente por su carisma y que todos quieren tocarlo. Y as¨ª los diarios dedican mucho espacio fotogr¨¢fico a instant¨¢neas de ni?os que acarician a Juan Pablo II.
Admira aqu¨ª el aguante f¨ªsico de Juan Pablo II, con sus jornadas de 18 horas ininterrumpidas de actividad, con celebraciones de cuatro y cinco horas a la intemperie, bajo un clima casi invernal de lluvia y fuertes vientos. Cuando ayer los informativos de la radio alertaban que pod¨ªa llegar hasta aqu¨ª el hurac¨¢n Diana, que est¨¢ azotando Estados Unidos, los cat¨®licos de Moncton comentaban: "No hay nada que temer porque Wojtyla es un hurac¨¢n aun m¨¢s fuerte y lo neutralizar¨¢ con su magnetismo".
En St. John's, durante el encuentro con los j¨®venes, al atardecer, el tiempo era tan malo que los j¨®venes regalaron al Papa un precioso anorac blanco ribeteado de piel y con bordados de trineos y osos. La joven que le abroch¨® la cremallera estaba tan emocionada que no acertaba a hacerlo. Al final se lo ajust¨® tan fuerte que al acabar la ceremonia el Papa no pudo quit¨¢rselo y se fue con ¨¦l puesto. Ya en el coche, se le pudo ver a Juan Pablo II c¨®mo sonre¨ªa forcejeando in¨²tilmente con la cremallera.
Aqu¨ª en Canad¨¢, donde las reivindicaciones de la mujer cat¨®lica son tan vivas, el Papa est¨¢ haciendo gestos que ponen de manifiesto, quiz¨¢s m¨¢s que en otros sitios, una especie de santa desenvoltura, como alguien la ha calificado, ante la presencia de las mujeres en las ceremonias.
La cama de Isabel II
Por ejemplo, en Montreal, el Papa acept¨® dormir en el arzobispado en una cama que hab¨ªa usado en el antiguo hotel Windsor la reina Isabel II de Inglaterra. Alguien coment¨® que se pod¨ªa considerar como "un gesto simp¨¢tico de ecumenismo" el hecho de que el jefe de los cat¨®licos durmiese en una cama utilizada anteriormente por la jefa de la Iglesia anglicana.Por primera vez en un viaje papal, Juan Pablo II pernoctar¨¢ dos noches en un convento de monjas. Lo har¨¢ en la ciudad de Edmonton, punto de salida hacia los Territorios del Noreste. Desde all¨ª el Papa se trasladar¨¢ hasta Fort-Simpson, para encontrarse con las comunidades aut¨®ctonas de los indios y esquimales. Tambi¨¦nen Ottawa, el Papa interrumpir¨¢ una intensa jornada de trabajo para ir a echarse una siesta en otro convento de religiosas.
Los obispos que le organizan los encuentros con los j¨®venes no han tenido demasiados escr¨²pulos al colocar aliado del Papa jovencitas muy monas. Y las 8.000 muchachas que en el estadio de Montreal danzaron ante el Papa formando la gigantesca paloma blanca de la paz, a la que daban movimiento con sus cuerpos, no estaban vestidas como alumnas de un colegio de monjas, sino como aut¨¦nticas bailarinas, con sus trajes blancos transparentes que dejaban entrever sus ropas ¨ªntimas.
Aqu¨ª estos gestos seculares gustan mucho porque presentan a un Papa m¨¢s humano y menos sacralizado, y los medios de comunicaci¨®n dan cada d¨ªa hasta el men¨² que come el Papa.
Se comentan tambi¨¦n con humor ingl¨¦s hasta las debilidades y meteduras de pata en torno al Papa. Por ejemplo el resbal¨®n que lo hizo casi rodar por tierra en la escalinata de la catedral de Montreal, que es una reproducci¨®n exacta de la bas¨ªlica de San Pedro pero de tama?o mucho m¨¢s peque?o. Se coment¨® que Juan Pablo II hab¨ªa resbalado porque aquel San Pedro canadiense era para ¨¦l demasiado peque?o.
O como ocurri¨® cuando pregunt¨® a unos miles de ni?os: "?Os acord¨¢is del d¨ªa de vuestro bautismo?". Y respondieron a coro "s¨ª", con excepci¨®n de uno de ellos, que dijo: "?C¨®mo puedo acordarme si era entonces un reci¨¦n nacido?".
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