Hablar de amor
Los temas eternos son tales por que siempre est¨¢n presentes. Unas veces se hacen p¨²blicos y resuenan con insistencia, y otras se viven apaciblemente, como de puntillas. Al amor le est¨¢ ocurriendo lo primero. Hay revuelo sobre el amor y prisa por decir una palabra sobre ¨¦l. Podr¨ªamos afirma que se est¨¢ convirtiendo en el tema nacional y que pronto barrer¨¢ a los, por ejemplo, pos modernos, por no hablar de los, es otro ejemplo, gastron¨®micos. Y como el amor tiene infinitas caras, se, escuchan palabras sobre la imposibilidad o no del amor, sus estrategias, sus diversas figuras, la fuerza de su pasi¨®n, etc¨¦tera. (En el restringido campo de la filosof¨ªa reciente ser¨ªa revelador comprobar que las teor¨ªas del amor est¨¢n en consonancia con la moderaci¨®n filos¨®fica de nuestro tiempo.) Por otro lado, siempre hay un recurso seguro para no callar: volver a la repleta literatura amorosa. Y existe un expediente aun m¨¢s sencillo: contar la propia experienc¨ªa amorosa (que, apresur¨¦ monos a decirlo de paso, es tan ¨²nica para quien la cuenta que cree que el amor en ¨¦l empieza y con ¨¦l acaba. As¨ª de ingenuo es el enamorado).La primera interpretaci¨®n que cabe hacer de dicho retomo es la acostumbrada. Se habla del amor porque no hay amor, de la misma manera -como dijo el poeta- que s¨®lo se canta lo perdido. En tiempos de verdadero amor sobre la distancia que exige la reflexi¨®n y sobran las p¨¢labras, como le sobraban a Henriette (poco antes del suicidio com¨²n, not¨¦moslo) en aquella carta a Von Kleist en la que todo es suspiro y nada se articula como oraci¨®n gramatical.
Tal interpretaci¨®n, por sobada que est¨¦, es probable que sea una de las m¨¢s correctas, lo cual no deja de ser una desgracia. Habr¨ªa que a?adir, sin embargo, que los sucesivos e ininterrumpidos fracasos por entusiasmar a la gente con la cosa p¨²blica refuerzan las zonas y temas de goce m¨¢s inmediato y acceso menos costoso. Una especie de acuerdo t¨¢cito habr¨ªa hecho que la gente d¨¦ la espalda a una cr¨ªtica detenida de la condici¨®n pol¨ªtica (?qu¨¦ decir ya?) para volverse a contenidos que, estando a la mano, se habr¨ªan. dejado de lado y ahora, con los ojos muy abiertos, se redescubren en su insuperable belleza. La consigna a¨²n reciente de no hacer la guerra sino el amor tendr¨ªa, hoy, una modulaci¨®n m¨¢s serena y hasta menos dram¨¢tica.
No es cuesti¨®n de salir con una lanza contra la situaci¨®n pintada. Dios nos libre. Pero quiz¨¢ no est¨¦ de m¨¢s hacer alguna peque?a observaci¨®n, no menos elemental, no sea que nos ahoguemos en el nuevo tema a tanta velocidad que cuando saquemos la cabeza corramos enloquecidos hacia otro todav¨ªa con el est¨®mago hinchado (para tranquilidad de todos hay que decir que unos cuantos temas excitantes est¨¢n ya a la espera).
La primera es constatar que una manera de sentirnos interesantes es creemos ¨²nicos, cerrando un ciclo tr¨¢gico, diferentes del todo, incomprendidos. Nada tiene esto de malo, y es posible que de otra forma no fu¨¦ramos capaces de seguir existiendo. Pero de la misma manera que queremos ser reconocidos, reconozcamos, por nuestra parte, que es eso lo que nos pasa, ya que, si no, pronto todos vamos a ser tan interesantes que no nos interesaremos ni a nosotros mismos.
La segunda tiene que ver con la denostada pol¨ªtica.. No para alzar una concienzuda voz recriminando a los que pasen de ella; entre otras razones, porque suelen ser los pol¨ªticos los que pasan de nosotros. Se trata., m¨¢s bien, de promover alg¨²n cambio en nuestras vidas, y eso dif¨ªcilmente lo vamos a lograr por medio de un gran sof¨¢ nacional en el que cada uno cuente cu¨¢ntas veces se ha enamorado. El amor, como cualquiera de los aspectos profundos de nuestra vida, tiene su propia potencia, y es esa la que hace pol¨ªtica, s¨®lo que entonces ¨¦sta no es ya la oficial.
Finalmente, si no queremos convertir el amor en un simple bien de consumo, objetivado y vulgar, sino que lo que nos importa es su capacidad de reto y desaf¨ªo, no estar¨¢ de m¨¢s o¨ªr las palabras de un personaje, de un fil¨®sofo que, ¨¦l tambi¨¦n, habl¨® del amor. Con ellas acabamos: "... El amor ha tenido para m¨ª una hermosa significaci¨®n: la de la pasi¨®n... Al pronunciar esa palabra pienso en lo m¨¢s hermoso de la vida... para m¨ª no tiene nada de risible... Despu¨¦s de un amor desventurado y la experiencia de esa dolorosa decepci¨®n, es bello, es cosa sana mantenerse fiel a un sentimiento, y conservar a pesar de todo la fe en la pasi¨®n, emoci¨®n primera del amor... Es bueno recordar con melancol¨ªa la pasi¨®n como una cosa que no era, sin duda, la perfecci¨®n, pero que ten¨ªa, con todo, una belleza rara".
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