Dal¨ª y la Prensa
Me encuentro de paso en Madrid, de regreso a Estados Unidos, donde resido habitualmente, y al caer en mis manos un ejemplar de su diario, a fuer de catal¨¢n, y honrado de serlo, no puedo menos que manifestarle lo siguiente:Que considero muy sensatas, oportunas y justas las palabras dichas a la Prensa por el se?or Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Catalu?a, en relaci¨®n con nuestro ilustre paisano, genial pintor mund¨ªalmente conocido, Salvador Dal¨ª, en trance tan amargo como lamentable de su intervenci¨®n quir¨²rgica, de ¨¦sas que se llaman "a vida o muerte".
En s¨ªntesis, dijo el se?or Jordi Pujol que ante ese mare m¨¢gnum de noticias acerca del gran pintor catal¨¢n, en especial el triste y bochornoso cotilleo sobre la cuant¨ªa de su fortuna personal, el n¨²mero de sus cuadros, etc¨¦tera, que, ante un hombre que est¨¢ entre la vida y la muerte, lo menos que podemos hacer es respetar su vida privada y dedicarle al menos un respetuoso silencio".
Creo que el se?or Jordi Pujol, a pesar de su experiencia pol¨ªtico-social, ignora a¨²n que ya est¨¢n cabalgando de nuevo los famosos y fat¨ªdicos cuatro jinetes del Apocalipsis, en su versi¨®n moderna, es decir, Prensa, radio, t¨¦lex y televisi¨®ri. Que tambi¨¦n ignora el se?or Pujol que al primero de estos jinetes t¨¦tricos -es decir, la Prensase le conoce tambi¨¦n con el nombre de cuarto poder. Y que, consciente de ello, lanza a sus sabuesos, esos paparazzis que se lanzan al asfalto en busca de carnaza que ofrecer a los siempre hambrientos
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carro?eros que son los lectores, ansiosos de morbo y miserias humanas.
No hay derecho a esta siniestra mascarada de los medios de difusi¨®n cuando un hombre caduco, anciano, casi en estado de caquexia, se dispone a ser operado de unas quemaduras cuyo origen est¨¢ por aclarar e investigar. ?Por Dios, vivo, se?ores! Dejen en paz a este pintor genial. D¨¦jenlo que viva o que muera, si el destins lo quiere... Pero no sean tan bajos, no jueguen a Prensa amarilla con un hombre que, por llamarse Salvador Dal¨ª, tiene todo el derecho del mundo a que nadie, absolutamente nadie, tenga que airear asuntos de dinero cuando ¨¦l est¨¢ casi en el otro mundo- .
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