El nacionalismo vasco
No obstante su importancia en la pol¨ªtica espa?ola -y por descontado en la vasca-, el nacionalismo vasco sigue siendo en gran medida muy mal conocido. Fuera del Pa¨ªs Vasco no suscita sino descalificaciones viscerales; tanto, que el nacionalismo vasco -y me refiero en concreto al PNV- apenas si es hoy, para una gran mayor¨ªa de espa?oles, algo m¨¢s que una especie de espantajo separatista, racista y conservador. Es muy probable, por ejemplo, que Garaikoetxea sea hoy el hombre m¨¢s detestado en la pol¨ªtica espa?ola. Que todo ello sea explicable en raz¨®n de la trayectoria del PNV en los ¨²ltimos a?os no hace sino reclamar an¨¢lis¨ªs desapasionados, solventes y rigurosos.La cuesti¨®n es saber d¨®nde est¨¢ hoy el partido creado en 1895 por Sabino Arana -esa formidable m¨¢quina pol¨ªtica que con 50.000 afiliados y casi un 40% del voto vasco tiene en su mano tantas claves del problema vasco y aun del futuro de la democracia espa?ola- y tratar de averiguar qu¨¦ era el nacionalismo de Arana y c¨®mo cabr¨ªa definir al PNV de 1984. Lo primero que habr¨ªa que afirmar es que el PNV ha sufrido una sensible evoluci¨®n ideol¨®gica desde su fundaci¨®n, pese a que guarde una inquebrantable fidelidad a sus or¨ªgenes y subsista en el partido un evidente aranismo residual. Si el nacionalismo de Arana era ultrarreligioso, antiliberal y etnicista -con una idea que identificaba lo vasco con la raza-, el nacionalismo de los a?os treinta era, sin embargo, un movimiento de inspiraci¨®n socialcristiana y popular, preocupado principalmente por la defensa y afirmaci¨®n de la lengua y la cultura vascas. El PNV no se sinti¨®, desde luego, identificado con el progresismo laicista de la II Rep¨²blica, pero en 1936 opt¨® por aquel r¨¦gimen frente a Franco.
Esa evoluci¨®n no hizo sino avanzar durante los a?os de la clandestinidad y del exilio. Y al reaparecer en la vida p¨²blica, el PNV pudo autodefinirse -en su congreso de Pamplona de marzo de 1977- como un partido vasco, democr¨¢tico, popular, de masas, aconfesional y abierto a todos los vascos. Aunque cabr¨ªa hacer alguna precisi¨®n -por ejemplo, ese aconfesionalismo no imped¨ªa la asunci¨®n de los principios de un humanismo de inspiraci¨®n evidentemente cristiana-, tal definici¨®n del nacionalismo vasco actual parece a todas luces v¨¢lido. En tanto que nacionalista, el PNV proclamaba en 1977 la realidad de Euskadi como naci¨®n, defend¨ªa el derecho del pueblo vasco a realizarse conforme a su personalidad y propugnaba la creaci¨®n de un Estado vasco auton¨®mico (que es lo que dice exactamente el texto de Pamplona). Como partido popular y democr¨¢tico, propugnaba -siempre seg¨²n el citado congreso- un nuevo orden, que defin¨ªa como justo y socializado, lo que supon¨ªa la socializaci¨®n de algunos servicios y sectores, el apoyo a cooperativas y a la peque?a y mediana empresa, la planificaci¨®n indicativa y una pol¨ªtica social participativa.
Tales principios configuraban, por tanto, un partido que le defin¨ªa y se puede seguir definiendo por tres elementos: una base ideol¨®gica cristiana, una fuerte impreg naci¨®n social-popular y una inequ¨ªvoca afirmaci¨®n vasca. De esa forma, el PNV cubre un ampIio espectro ideol¨®gico: en una encuesta de mayo de 1983, un 43,8% de sus electores se consideraban como progresistas moderados, y un 48,4% como conservadores. Por ei!o que sea veros¨ªmil colocar al PKV en alg¨²n punto situado entre el centro y la derecha del espectro pol¨ªtico. El PNV defiende la econom¨ªa de mercado y la libertad de erse?anza, es favorable a la integraci¨®n en la OTAN y en la CEE y apoya la energ¨ªa nuclear y la reconversi¨®n industrial, por citar s¨®lo algunas de las opciones m¨¢s controvertidas de la pol¨ªtica actual.
Es claro, por tanto, que el PNV es algo m¨¢s que un partido simple mente vasquista. Y, sin embargo, al PNV le define ante todo y sobre todo su condici¨®n nacionalista, que es l¨®gicamente la dimensi¨®n que m¨¢s af¨¦cta a la pol¨ªtica espa?ola y, por tanto, la que m¨¢s interesa fuera del Pa¨ªs Vasco. Pues bien, en ese aspecto, el PNV parte de definiciones rotundas y nada ambiguas: define a Euskadi como naci¨®n y proclama los derechos hist¨®ricos -sea lo que sea eso del pueblo vasco.
El nacionalismo de Arana era independentista: aspirabaa la formaci¨®n de un Euskadi formado por la uni¨®n confederal de las provincias vascas espa?olas y francesas. Desde principios de siglo, sin embargo, esa aspiraci¨®n se concret¨® en la f¨®rmula de retorno al status anterior a 1839 -a?o de modificaci¨®n de los Fueros vascos-, aspiraci¨®n que todav¨ªa hoy aparece con harta frecuencia en declaraciones, de los l¨ªderes del PNV. Se trataba y se trata de un retorno a la situaci¨®n foral, ya que el PNV entiende -equivocadamente- que los Fueros configuraban un marco de soberan¨ªa vasca. En esa f¨®rmula se contempla, desde luego, la integraci¨®n en Espa?a, pero mediante un pacto en la Corona entre dos pueblos (el vasco y el espa?ol) soberanos.
Esa herencia sabiniana sigue viva en el PNV: viva en su forma independentista, y viva en su forma foralista. As¨ª, por ejemplo, se recordar¨¢ que el PNV quiso introducir en la Constituci¨®n una enmienda foral que contemplara los derechos hist¨®ricos de los territorios forales. Y se recordar¨¢ tambi¨¦n que el PNV no vot¨® la Constituci¨®n; la raz¨®n ¨²ltima -con independencia de posibles razones inmediatas- fue que ello hubiera supuesto reconocer que el derecho a la autonom¨ªa vasca se derivaba de la soberan¨ªa espa?ola y no de la soberan¨ªa hist¨®rica vasca. Si se quieren ejemplos m¨¢s pr¨®ximos, basta reproducir declaraciones recientes de dirigentes del PNV como las que hiciera Mitxel Unzueta a EL PA?S hace apenas unos meses, en las que dijo que "el problema (vasco) s¨®lo puede resolverse mediante un gran pacto, hist¨®rico entre el Estado espa?ol y el Pa¨ªs Vasco"; o las de Rom¨¢n Sudupe, el nuevo presidente del partido, que dec¨ªa a la revista Euzkadi (12 de julio de 1984) que "lo fundamental es la soberan¨ªa de Euskadi ... ; es posible que nuestr ¨²nica f¨®rmula de supervivencia sea la formaci¨®n de un Estado vasco".
Ocurre pues que, como en el caso de tantos nacionalistas, unos mitos vascos (independencia ancestral, singularidad ¨¦tnica, derechos hist¨®ricos, pacto con la Corona, etc¨¦tera) sirven, en tanto que elementos constitutivos e irrenunciables del nacionalismo, de apoyatura a una concepci¨®n verdaderamente maximalista de la naci¨®nalidad, concepci¨®n que, en nuestro caso, cristaliza en tres puntos: 1) en una idea exclusivista de identidad que reduce lo vasco a lo euskald¨²n y lo define como algo esencialmente distinto de lo espa?ol; 2) en la idea de la existencia de una soberan¨ªa hist¨®rica vasca, sometida a ra¨ªz de la abolici¨®n foral; 3) en una fuerte carga irredentista en nombre de una unidad vasca ideal que incluye a Navarra y a las provincias vasco-francesas.
Se completa, de esa forma, lo que hoy es el nacionalismo vasco. Desde esa perspectiva, el PNV debe entenderse como un partido de ideolog¨ªa moderada y cristiana, con vocaci¨®n legalista y democr¨¢tica y con una concepci¨®n decididamente radical de los vasco y de la nacionalidad vasca. Se est¨¢ en lo cierto cuando se define al PNV como un nacionalismo moderado: lo es,por su ideolog¨ªa, por su concepci¨®n de la vida y de la sociedad y por haber optado por v¨ªas legales y parlamentarias. Pese a su maximalismo nacionalista, el PNV acata la Constituci¨®n y asume el Estatuto de Autonom¨ªa, y asume, a¨²n, que el Estado vasco ha de ser auton¨®mico.
Pero, al lado de esa moderaci¨®n, la naturaleza de las concepciones del PNV conlleva una fuerte conflictividad y supone una fuente casi inagotable de problemas. Porque conflictiva (y provocadora) es su idea de soberan¨ªa vasca, ya que su simple formulaci¨®n cuestiona la unidad de soberan¨ªa del Estado espa?ol; como conflictivo es su exclusivismo euskald¨²n, ya que no tiene en cuenta el fuerte pluralismo de la sociedad vasca actual, y como lo es por definici¨®n su irredentismo, que tiende a ignorar la identidad no vasca de Navarra. Y es que es problem¨¢tica y conflictiva, en suma, toda esa visi¨®n ag¨®nica que de la supervivencia del pueblo vasco tiene el PNV, que, si es comprensible y hasta encomiable en muchos aspectos, le lleva a una dramatizaci¨®n permanente -y hasta insoportable- de todo lo relacionado con lo vasco. Y, lo que es peor, le lleva a dar un fundamento, en muchos sentidos arbitrario, injusto y falso, a sus aspiraciones y a su pol¨ªtica.
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